En una gran comilona
que se realizó hace poco,
en lo de Juan el "loco",
conyugue de ña Petrona;
o sea la gordinflona
como le llama la gente,
caí venao, sonriente,
camperamente empilchao,
porque había sido invitao
por uno de sus parientes.
Alrededor de la mesa
después que cimarroneamos,
a masticar empezamos
sin mucha delicadeza.
Hablándoles con franqueza
lo que me comí diré,
ya que la cuenta llevé
por miedo a una indigestión,
de antipasto: un salchichón
de entradita me mandé.
Después la sopa de arroz
como era de pata o pato,
cortejando el primer plato
me mandé otros veintidos.
A Juan le venía la tos
sólo de verme comer,
mas yo que no suelo hacer
caso a nada, cuando como,
seguí con prudente aplomo,
sólo por condescender.
Al horno varios lechones
nos trajeron de repente,
yo entré a afilarme los dientes
y hacer girar los mirones,
comencé de los garrones
del más pintado lechón,
y le dí terminación
en un rato ¡quién diría!
y eso que hambre no tenía,
le temí a la indigestión.
Me comí dos yunta'e pollos,
cuatro patos de lagunas,
ochocientas aceitunas
y veintiocho panes criollos.
Diez salchichas con repollo,
doce litros de Barbera,
ya tenía dura la pera,
pero le pegué con ganas
a las treintiseis bananas,
que había en una frutera.
Muchos en la atropellada,
quizás por ser muy glotones,
se hartaron con los lechones
cuando la tenían ganada.
Yo les sobré dende entrada
porque, como comensal,
siempre es mi norma habitual
ir dejando un lugarcito,
para el último platito
que es el postre nacional.
Llegué a mi casa temprano...
sentí unos retorcijones,
con todas las precauciones
me mandé una de Pagliano.
Al otro día temprano
livianito amanecí
en las casas me comí
dos peludos sancochaos,
tomé unos verdes, apurao
y a sembrar batata fui.
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Tomado del libro "Fogón de las Tradiciones", (verso enviado por Victorio Mainero y Elba Rougier)
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