Un paisano con tropilla
camperamente entablada
que hallé con pastos, perrada,
y algún resto de la trilla;
es cacique que acaudilla,
campo abierto, inmensidad,
y rumiando una verdad,
si uno se mira pa'dentro
puede llegar el encuentro
del tiempo y la libertad.
Si a maza, y pluma y pincel,
y el don sagrado de un libro
que en ese orgullo, calibro,
una fortuna con él.
Disfruta como Catriel,
disfrutó del campo abierto
vive en uno los muertos,
memorias que reverencio,
mata el cencerro el silencio
y el desierto no es desierto.
Y el perro si es perro perro,
ha de ser y no se asombre
una yunta con el hombre
lo mismo que Cruz con Fierro;
arisco para el encierro,
matrerazo en la cadena
pero de estirpe serena,
libre de andar en la huella
cual filo que nunca mella
el golpetear de las penas.
Al tranquito una milonga
con el viento por guitarra
la vida que rumbo agarra
en tropel de meta y ponga.
Polenta y tumba rezonga
el encordado que falta
con qué lindura resalta
los sentires que ha guardado
en décimas Wencesalo,
en cuartetas Atahualpa.
Sombra, agua, leña y huerta
en el momento oportuno
reciben al croto de uno
con las porteras abiertas,
al rancho que nos despierta,
aroma blanco amasijo,
uno llega desprolijo
entre golpes y tropiezos
a la mujer a los besos
y al abrazo de los hijos.
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