(Foto de don Aledo Luis Meloni, fallecido en enero de 2016...
a los 103 años de edad)
La copla llega de pronto,
semeja un golpe de sangre
y luego se va tan libre
que es de todos y de nadie.
Si al corazón de la copla
alguien acerca el oído,
no escuchará nada nuevo
sino su propio latido.
Coplero soy, alma adentro,
una manera de ser
aunque en la copla me encuentro
siempre me vuelvo a perder.
Coplero iluso que busca
dejar desnuda en la arena
por la suerte de una copla
la cicatriz de su huella.
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Llevo una copla en el alma
igual que un grillo nochero;
yo sé que es muy poca cosa
pero me basta con eso.
Para que lleve en el pulso
el calor que da la vida,
la copla como la sangre
ha de brotar de una herida.
No estoy yo solo en mi copla;
en su juego en su intención,
están todos los que sienten
lo mismo que siento yo.
Cuando se muera el coplero
no lo lloren por llorarlo,
que solo lo llore Dios
si es para resucitarlo.
Zumo de un mismo racimo,
sangre de una misma arteria,
la pena llora por dentro,
la copla canta por fuera.
El corazón de la viña
le da su sangre a la copla;
que solo se vuelve canto
si se hace vino en la boca.
Qué suerte la del coplero
si anclada como una boya,
en el río que lo lleva
queda la luz de su copla.
Cuando un coplero se muere
comienza a andar su memoria,
lo que la muerte le quita
se lo devuelve la copla.
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