(Pintura: Vasco Machado)
La marca “El Escarabajo”
la lucen mis dos gatiaos,
que con paciencia he domao
mezquinándoles trabajo.
Aunque de alzada, algo bajos,
dan justo lo que preciso.
Con un padrillo mestizo
nacidos de madre criolla.
Para mi son una joya
esta yunta de petisos.
El llamado “Miralejos”,
de carácter medio huraño,
tiene ya como seis años
y es de los dos el más viejo.
Lo agarro porque es parejo
donde lo ponga o lo exija,
y con mis pilchas prolijas
me supe floriar, señores,
en El Carmen de Las flores
bajo el arco ‘e la sortija.
Por consejo de un amigo
le di máiz blanco, chanchero.
Sin creerlo parejero
porque ese fin no persigo.
De la helada halló el abrigo
de la tapa de arpillera,
y en una fiesta campera
de la escuela “El Tropezón”
yo tuve la tentación
de armarle alguna carrera.
Ya que en el relato estoy
del debú de mi gatiao
a un tobiano colorao
muenta de Quique Yacoi,
me dije, a correrle voy
para completar la fiesta,
cuando fue "sí!", la respuesta,
¡sacó el tobiano ventaja!
Pero me ceñí la faja
y el rayero, la dió puesta.
El otro es algo más chico
de edá y tamaño, cuñao,
pero aunque está de bocao
es muy sujeto del pico.
Lo quiero, más lo critico,
por ser medio querendón,
cargoso con la ración,
la caricia lo enamora…
lo bautizó mi señora
y se llama “El Acordeón”.
Calculo va ser muy bueno,
y tal vez, mejor que el otro.
Porque viendo que está potro,
muestra un temple muy sereno.
Pa’ fin de año, si lo enfreno
veré como se amontona…
y su estampa redomona
la luciré en el asfalto,
en julio, pues nunca falto
el día de la patrona.
Son de esta laya, sencillo,
como el hombre que los monta.
Peligrosos si se aprontan
como loco con cuchillo.
Y yo me siento caudillo,
cuando les pongo el recao
pues si hay algo que ha soñao,
tener, quien esto les narra:
es campo abierto, guitarra
y una yunta de gatiaos.
(1990)
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