Parado sobre el lomo
de su flete sin apero,
la figura del guerrero
es una estatua de cromo,
el sol que le cae de plomo
curte su torso bronceao,
su pelo negro, engrasao,
una vincha lo asujeta,
y aquél indio es la maqueta
de un tiempo nunca olvidao.
Por guerrero y buen jinete
supo su cuero ofrecer,
pa la patria defender
del invasor insolente,
con sus gritos estridentes
y sus lanzas tan temidas,
dispersaron en corridas
junto a los bravos soldados,
a aquellos que habían osado
ser dueños de nuestras vidas.
El indio pampa por cierto
tuvo momentos de gloria,
y para algunas memorias
fue el Rey de nuestro desierto,
cabalgando a cielo abierto
era una estatua viviente,
pero fue un irreverente
cuando en medio del malón,
diera muerte sin razón
a tanta gente inocente.
Es por eso que la historia
según sea quien la escriba,
se ha de perder en diatribas
cercenando tu memoria,
para algunos, tendrás gloria,
y en otros olvido eterno,
y andarás de cielo a infierno
en las mentes Argentinas,
y tus raíces genuinas
serán sol de nuestro invierno.
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