(Foto: René Burri)
Las postrimerías tintas de una tarde
monótona en brochazos rojos sangre,
propician un ensayo belicoso:
un facón en las manos de un "mocoso"
y un "talero" en las zarpas de su padre.
"-Haga de cuenta siempre, qu'ha echao réises
el pies que pone junto al pies del otro;
y no haga un paso atrás'unque lo apuren,
porque, más vale m'hijo, ¡que lo achuren!
antes que digan que sedió 'e miedoso".
"Si le amagan abajo, ¡cuide arriba!
Se le amagan al tuso, ¡cuide abajo!
y que nunca el coraje lo sofoque
se le toc'aguantar el primer tajo,
ni brinde la muñeca de barato,
no sea qu'en la primera lo desoquen".
"¡No ech'el cuerpo p'atrás qu'eso es de flojos,
ni se fij'en la mano del contrario,
mire que l'intensión del arversario,
más qu'en el braso, m'hijo, 'ta en los ojos".
"Güeno; ¿y'estamo? ¡cargue' y si es que puede,
hache sin miedo y sin andar con lástima;
haga de cuenta que no soy su tata,
sino un gaucho entrañudo que l'ofiende".
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"¡Aj! ¡lindo, m'hijo, lindo; es de mi cría!
mi ha cortao; ¡poyo 'e lay! ¡veng'un abraso!
se m'iba hasiendo ya qu'er'amargaso,
per'hoy he cotejao que no es ansina;
y áura es suyo el potriyo 'e la madrina,
¡siempr'he querido que lo muente un guapo".
Y en verdad que a ese premio había derecho:
la diestra aventajada del alumno,
"a título de ensayo", marcó un rumbo...
¡de la boca a la oreja del maestro!
TIEMPOS FEOS
Hace 1 semana
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