(Pintura: Eleodoro Marenco)
Yo tengo un hijar mediano,
que anduvo pegao al basto
y acolchonando los pastos
para dormir en verano.
En parte medio tobiano
por los rigores del uso,
vaya a saber en qué chuzo
supo andar como pellejo,
a mí me lo trajo un viejo
que lo llamaban “El Ruso”.
Me contaron que este cuero
que denota poca cosa
también acampó en la choza
guareciente del matrero,
galopó con el resero
por el desierto pampeano,
fue el amparo soberano
de la gente en las boleadas,
y de noches resabiadas
en los sueños del baquiano.
El paisano precavido
en aguacero y helada
en las pajas coloradas
hizo un hueco protegido,
arriba puso tendido
el cuero pelaje afuera
y pa’ que no se moviera
con hueso o alguna guampa,
le puso una estaca pampa
con tientos de la encimera.
No confundir al hijar
con la parte de la ijada,
son dos cosas separadas
ni siquiera similar,
un caballo al realizar
una tarea pesada
aumenta la resollada
y entre costilla y cadera
fíjese de que manera
hace temblar las ijadas.
Diferencias sustancial
que le recalco mi amigo,
uno, hecho para abrigo
el otro, vida animal
al invento original
de variada aplicación
lo mantengo en el galpón
aparcereando un estribo
porque olfateando percibo
perfume de tradición.
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