Guitarra dueña del trino,
envidia de los zorzales
por donde brota a raudales
el sentimiento argentino.
Otra vez en mi camino
vuelvo a buscar tu canción,
pero no tienes el son
aquel que en lazos estrechos,
nos unió como dos pechos
en un solo corazón.
Ya no responde a mi afán
tu cordaje lastimero
como si fuese un alero
donde las aves no van...
Tristes los campos están
cual si fuera oscurecer...
y en lo más hondo del ser
que a la pensa se habitúa...
se desata la garúa
de las nostalgias de ayer...
Triste el arroyo dormido
de la loma se desata
como un suspiro de plata
en la llanura perdido....
Murmura el viento al oído
sollozos de la tapera
y toda el alma campera
se hace lágrima en los ojos;
más triste que los rastrojos
después de la sementera!
Ya el rancho no tiene nada
de aquel tesoro sencillo
que dió consistencia y brillo
a la hitórica jornada.
Parece que despiadada
la grandeza olvidadiza,
en la gloria que agoniza,
hubiera de un manotón,
deshecho el patrio fogón
y aventado la ceniza...
A lo largo del camino,
parece el viento la queja
de lo grande que se aleja
envuelto en un torbellino...
Nubla el cielo del destino
de la duda el temporal
y una sombra sepulcral
cruza la noche distante
como el alma en pena errante
de la gloria nacional.
Como estigma del pasado,
solo queda de la raza,
el surco que despedaza
y la espiga del mercado.
Y trueca el pueblo cansado
la melena del león
en librea de baldón
sin que la patria se acuerde...
tropa mansa que se pierde
al caer la cerrazón...
En la abundancia caído
el pueblo aquel de la hazaña,
se confunde en la maraña
como un pájaro sin nido...
Árbol que rueda partido
por la tormenta en miñangos,
arroyo que se hace fangos
cuando la seca lo abruma...
restos altivos de puma
que devoran los chimangos.
El recuerdo de otra edad
en la niebla se diluye
como un fantasma que huye
de su propia soledad...
Un viento de tempestad
descogolla los plantíos
y los árboles sombríos
en los lejanos ponientes,
parecen almas ausentes
sobre los ranchos vacíos.
Enramada sin aroma,
la tradición argentina,
no la borda la glicina
ni la arrulla la paloma.
La sequía de la loma
marchita el trébol de olor
y el surco del arador
siempre fecundo y abierto,
como la fosa de un muerto
está esperando al cantor...
Guitarra, triste guitarra,
ya no suenas como antes,
con los estilos vibrantes
y la milonga bizarra.
Tristezas cívicas narra
el poema de tu son;
has perdido la canción
la que con lazos estrechos,
nos unió como dos pechos
en un solo corazón.
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