miércoles, 20 de marzo de 2019

La guachita



Fue la niña sin juguete
"adulta” con sus diez años
y fue escalando peldaños
porque la vida arremete.
Como varón, sobre un flete
era abrojo en el recao.
¡Cuántas veces ha ordeñao!
¡Cuántos fríos!... con la atada,
cuando iba de madrugada
tiritando en el arao.

Trabajando en la majada
amontonó los vellones
y engrasó sus ilusiones
junto a sus pilchas gastadas
todo, lo vio de pasada
para ella, no hubo domingo
¡trabajo!... sin más distingo
que sol naciente y estrella
“rústica” pero… ¡que bella!
con ese acento tan gringo.

Por humilde se aguantó
ofensas, risa e insulto
ella, era como un bulto
que sin derecho creció.
¡Su juventú! la dejó
mansillada en vil manera,
pobre piona, tesonera,
sencillita como un yuyo
que al fin, si tiene algo suyo,
fue ese hijo de soltera.

De áhi en más, siguió rodando
luchando como una fiera
y aquella “gringa” campera
al muchachito fue criando.
Todo de sí le fue dando
con su sentir tan humano,
puso ternura en sus manos
y Dios, le brindó su apoyo
porque le dio un hijo criollo
con sentimiento paisano.

El pelo le entró a blanquiar,
su muchacho la hizo ¡abuela!
dicen, que prendió una vela
y que se puso a rezar.
Después de tanto peliar
tuvo una paz interior,
por mandato superior
la dicha que reconcilia
su fe, le dio esta familia
donde ella vuelca su amor.

Y allí está, la que ayer fuera
la sufrida, “la guachita”,
contenta con su nietita
curtida por tanta espera.
Pudo ser una tapera…
pero hizo blanco, lo gris
y al cambiar ese matiz
a una esperanza aferrada
fue justamente “premiada”
con una vejez feliz.


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