-Buenas noches, don Almada.
-Desmonte y pase, Santiago,
¿qué lo trae por mis pagos
en horas tan avanzadas?
-Vengo de “Las Coloradas”
de Saturnino Valdez,
me echaron, sabe, y de a pie
sin ninguna explicación;
menos mal de que Almirón
me prestó su pangaré.
-Cuéntemé lo sucedido,
desembuche con confianza.
-Cositas sin importancia
que yo pronto las olvido.
A veces, de comedido,
otras de puro gauchazo.
Ayer maté de un pechazo,
sin intención!, un novillo;
y hoy se quebró un padrillo
en la yapa de mi lazo.
Mullidos los gramillares
donde retozan los puros
y no hay pingos, se lo juro,
pa’ que muden los mensuales.
Toda clase de animales
vacas, toros y padrillos,
potros, yeguas y potrillos
y cien carnero’ importaos.
¡Mire, Almada, pa’l recao!
¿Le gusta mi cojinillo?
Se ha puesto muy rezongón,
quisquilloso sin abuela;
monté un toro con espuelas
y me llamó la atención.
eché al fuego el pizarrón
con datos de la semana,
pa’ peor, la otra mañana
vengo y boleo, ¡caracho!
a un ñandú criado guacho
pa’ comerle la picana.
Cuando lleve el pangaré
dele las gracia’a Almirón,
y a ese viejo rezongón
haga el favor, digalé
que los gauchos ni de a pie
pierden a sus esperanzas,
lo que sobran son estancias
en esta tierra bendita
ande un patrón necesita
mensual de toda confianza.
Porque saqué a la sirvienta
en anca, a la recorrida,
se alzó como leche hervida
y me cantó las cuarenta;
sus modales me revientan
siempre me anda pastoreando.
Y yo que me he criao domando
por detrás del cola fina,
costumbre de mi Argentina
y he de seguir resereando.
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