Bien templao el corazón,
libres de bajas pasiones,
así fueron los varones
que fundaron mi nación.
Cuando la revolución
hizo al pueblo soberano,
se oyó de la cumbre al llano:
¡Esclavitud, te rompiste!
Gringo: desde entonces fuiste
en esta tierra mi hermano.
Gringo, que, sobre cubierta,
hizo gemir acordeones,
que aprendieron pericones,
después, en la pampa abierta;
sobre la tierra desierta
desmenuzaste cardales,
y fueron himnos triunfales,
cuando la brisa peinaba,
los que tu pecho exhalaba,
el oro de tus trigales.
Gringo: por vos se tendieron
los rieles sobre mi suelo,
por tu tesón y anhelo
mil poblaciones surgieron.
Tus brazos la senda abrieron
en la selva enmarañada,
y al terminar la jornada
como una trompa sonora,
pasó la locomotora
silbando su carcajada.
Gringo: fue la gaucha hermosa
la que te enredó en un beso,
la que te retuvo preso,
por buena y por cariñosa.
Y por la red amorosa
que con la gaucha tejiste,
a mi patria te prendiste
como si la tuya juera,
haciendo que ella te diera
todo lo que le pediste.
Gringo: al gaucho le quitaste,
con tu ejemplo, su indolencia,
venciendo su indiferencia,
a trabajar le enseñaste.
Y en su compañía hallaste
al buen colaborador,
que supo darle valor
a la tierra en que ha nacido
porque a tu lado ha aprendido
a ser cada vez mejor.
Gringo: bajo la bandera
que nos legara Belgrano,
seguirás siendo mi hermano
creador de la sementera.
Y en época venidera,
terminando ya tu rol,
ha de surgir el crisol
de mi patria, por destino,
el nuevo tipo Argentino
que marche de cara al sol.
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