domingo, 19 de julio de 2020

Blas Ardao El Bagayero (Relato)

(Pintura: Molina Campos)



Blas Ardao tenía una novia
fruto de un rancho muy pobre,
casi aripuca, nacido
mismo en las barbas del monte.

Más que nacido, allí estaba
como esos zarzos que pone
la resaca de los ríos
en sarandíes y molles.

Alrededor del ranchito,
tradición de pescadores,
tendido al sol, el trasmallo;
varado en la arena, el bote;

más allá, playa y ausencia...
Arriba... lunas y soles.
...Linda y buena la chinita.
De apelativo, era Gómez;
y de nombre... Flor Celeste
-por la flor del camalote-.
Mestiza; de ojos rasgados
a filos de medianoches,
solía empolvarse el cabello
con rocío, y era entonces
que -por no llevarlo suelto-
se lo ataba con canciones.
Sólo tuvo una ilusión:
ser de su Blas.
                       Pero entonces,
bendecidos por el cura
y -con ser huérfana y pobre-
llevar un vestido blanco
con encajes y con flores.

Blas, un mozo bagayero.
Bien de la costa. Muy hombre.
Capaz de domar el río
que - cuando viene salobre-
se levanta en cerrilladas
de corcovos cimarrones.

Era un "dorao" en el agua!
Había que ver los colores
con que el sol le resbalaba
por los músculos de bronce!

Sólo tuvo una pasión:
Flor Celeste.
                    Pero entonces,
era su ley no casarse
sin adornar sus amores
con aquél vestido blanco
que era el sueño de la pobre.

Pensaba... en "el otro lao".
Después de juntar cobres,
ya lo hallaría en El Tigre
o en San Fernando o en donde
pusiera Dios un vestido
con encajes y con flores.

Primero... por ser su oficio.
Y después...por ser muy hombre
cuajar en seda y peligro
su ilusión y, entre rubores,
entregarle aquél regalo:
"... Pa'vos, Flor Celeste Gómez!".

El Paraná de las Palmas
y el Miní, vieron cien noches
cruzar su larga canoa
cortando las cerrazones
o soslayando la luna
por la sombra de los montes.

Mire que corrió peligros!

Un guardacosta una noche
le ametralló la canoa,
y se salvó porque el pobre
sabe tener Dios aparte
si el coraje le responde.

Lo sacó  esa vez en ancas
un zarzo de camalotes
donde halló una flor celeste
como Flor Celeste Gómez.

Después ganó una ponchada
de estrellas, lunas y soles.

Fue y vino. Trajo esperanzas
y llevó desilusiones.

Los remos en los toletes
iban lustrando aquél nombre
de flor que siempre se abría
cuando cerraba la noche...

Hasta que un día en la playa
le confesó a tropezones:

"...Voy a buscarte el vestido.
"Anduve juntando cobres...
"Si Dios me ayuda en el río
"volveré pronto y ...entonces,
"vamos a hablar con el cura
"por fin... Flor Celeste Gómez!".

Pero ella, ya lo sabía:
Se lo anunciaban los golpes
del corazón en el pocho,
la playa, el cielo y el monte,
y hasta el río le cantaba.
"Por fin, Flor Celeste Gómez!".

Es duro ser bagayero...
Pero hasta es lindo ser pobre
para juntar la esperanza
de a poquito... cobre a cobre.

Flor Celeste rezó mucho.
La vieron los pescadores
varias veces en la playa
y en cruz con el horizonte...

Varios vestidos de novia
le dieron las cerrazones;
tiaras cuajadas d'estrellas
puso en sus sienes la noche;
la brisa vino a ofrecerle
marchas nupciales, y el monte
sus profundas catedrales
sin oro, plata, ni bronces.

Al fin...
             Ardió todo el tiempo
de la espera, y una noche
llevó a Celeste a la playa
su sueño de camalote.

Pero esa noche, bramaba
la sudestada...
                       Esa noche
las manadas del oleaje
quebraron el horizonte.

...De rodillas en la arena
-tronchada flor de temores-
se fue desgranando en lágrimas
como un rosario salobre.

Blas, ya estaba de regreso.

Luchaba entre los fulgores
de unos relámpagos bajos
que taladraban la noche
mostrándole cerros de agua,
bayos... oscuros... deformes...

Un rayo fundió las sombras
y el cielo combado en bronce
retumbó  bajo la furia
de los truenos;
                       desde entonces,
todo el tiempo fue granizo
descolgado en chaparrones
ocultando la canoa,
hasta que un tronco de molle
que giraba en la creciente
se la hundió de un solo golpe.

Blas, luchaba todavía;
nadó mucho.
                     Casi sobre
la costa, rayando el alba,
se dejó hundir con un nombre
de mujer entre los labios:
"Adiós... Flor Celeste Gómez!"

A los pies de Flor Celeste
llegó un vestido esa noche...
Se lo trajo el Uruguay,
padrino de sus amores...

Los tules eran de espuma,
flores del monte las flores,
y el río pasó cantando:
"Adiós, Flor Celeste Gómez!".



1 comentario:

Zulma harin dijo...

Quería saber si es narración,de echo real