"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
domingo, 31 de julio de 2011
Tomemos el cimarrón
Mañana por la mañana
me voy a las cuatro esquinas
a tomar un mate amargo
que gustoso saborea
a la orilla del fogón
el paisano de mi tierra.
Mi tierra como si el gringo
en otro mundo existiera
que no fuera el mismo mundo
donde el paisano vegeta.
Y acaso el paisano sabe
que en cada grama de yerba,
en la substancia que absorbe,
en el agua de hojas secas.
Abosrbe gotas de sangre,
saborea una tragedia,
extrae del fondo del mate
una esclavitud dantesca.
En cada mate que brindan
en una reunión amena,
hay el suplicio de un mártir
que sordamente se queja.
Cuando en alegre algazara
los paisanos hacen rueda,
echan un valle de lágrimas
en cada mate que ceban.
Quien conozca los yerbales
que se pare y me desmienta,
para mandarlo sentar
agachando la cabeza.
Vez pasada rubriqué
con el "Yugo de la Selva"
escrito en versos muy malos
un inteligente poema.
Y detallé a grandes rasgos
cómo los seres vegetan,
cuánto sufren, cómo mueren
los esclavos de la yerba.
Cierta ocasión un viajero
transitaba por la selva,
hico un hallazgo macabro
bajo un arbusto de yerba.
Y con profundo terror
vió que de una calavera
unos ojos lo miraban
y le sacaban la lengua.
Por entre la dentadura
de la boca semi-abierta,
cual una roja amenaza,
como una trágica mueca.
Mas, como un insulto póstumo,
como si al mundo escupiera,
salió a picar al transeúnte
desde el cráneo una culebra.
Fue un esclavo que murió
cual un reptil, una fiera
y se pudrió en la intemperie
como cualquier osamenta.
Nadie le dio una sed de agua
cuando en la sed la pidiera,
nadie echó sobre el cadáver
una palada de tierra.
Para qué sobre los huesos
vas a dejar una queja;
tomemos el cimarrón
de las manos de mi prenda.
Amargo y triste es saber
cuántos sacrificios cuesta
a los mártires anónimos
que los yerbales cosechan.
sábado, 30 de julio de 2011
Los milagros
Hablar mal de Ufemia en tuito el pago
era entrar en negosios con Mandinga;
porq'eya se vengaba hasiendo un "daño"
qu'era capás di arriar con la familia.
Tenía el rancho ande tuitos acudían
-rancho viejo agachao y medio largo-,
con su sala'e recibo, la cosina,
y la piesa ande hasía los milagros...
No'bía sensia que ya eya juera mucho;
con la ayuda'e Dios y con sus dones,
lo soltaba tranquiando lo más trucho
a cualquier desausiao por los dotores.
¿Acaso no contaba que a Elso Mena,
qu'era manco a l'altura del nudizo,
l'hiso un día creser la mano entera
y hasta tráiba los dedos con aniyos?
¿Y otra vez, cuando dijo don Crisanto
qu'él no cráiba ni en viejas ni en pavadas
no l'echó los espíritus al campo
y le serdiaron tuita la manada?
En demás tenía un hijo; el negro Roque
que heredaba el "poder", sigún desía,
y ronsiaba los ranchos por las noches
pa correr tuito intento'e brujería...
Y aunque algunos lo vieron que a la güelta
tráiba en ancas un bulto medio blanco,
de miedo a las vengansas de la vieja
no quisieron andar averiguando.
Hasta que uno cansao d'echar de menos
güelta a güelta una oveja conosida,
cortó el pasmo al asunto yendo al pueblo
dando cuenta a la mesma polesía.
¡Y cayeron d'espaldas las comadres
cuando oyeron desir al comesario
que'había serda y sien cueros lanares
en el cuarto ande hasía los "milagros".
Desde tu ausencia
Mi dueña, desde tu ausencia
vivo huérfano de amores;
no hay alegría en la querencia,
hasta te extrañan las flores.
Vieras, mi dueña, el rosal,
mustias sus flores declina;
se está secando el parral,
deshojando la glicina.
Dueña mía en el jardín
ya no ha quedado un clavel;
marchitado está el jazmín,
sin sombras se halla el vergel.
Y ya no se oye el jilguero
que en la preciosa mañana
trinó alegre en el alero
sobre tu linda ventana.
Prenda, te vengo a decir,
volvé pronto, te lo ruego,
que si tardás en venir
tendrás que llorarme luego.
Si no volvés, mi viejita,
no va a quedar un capullo;
la ramada se marchita,
se muere el paisano tuyo.
La doma
Nace el paisano argentino
allá en la grandiosa pampa
demostrando con su estampa
ser el más travieso y fino.
Alegre, vivaz, ladino,
de inteligente mirada;
en caso de una domada,
¡la pucha si se florea!
Por más reservao que sea
se pinta en la jineteada.
En cuanto echan al corral
una potrada machaza,
un criollo dentra y enlaza
el más arisco bagual,
otro criollo le echa un pial
pa encima poder voltearlo
y en seguida embozalarlo
y palenquearlo de paso;
y sobre el pucho, amigazo,
lo ensilla para domarlo.
Al saltarlo el domador
larga una criolla indirecta;
mientras otro lo sujeta
de una oreja y el fiador.
¡Aijuna, es un primor
cuando el bagual siente el peso!
Se hace el chiquito y en eso
el criollo le da un chirlazo,
¡Pucha digo si es lindazo
ver domar según me expreso!
El bagual se encoje en vano
y bellaquea con destreza,
escondiendo la cabeza,
por entre medio'e las manos.
Entonces, vienen paisanos
cómo se empieza a hamacar,
mientras le dentra a buscar
el domador las paletas,
y las espuelas le aprieta
castigando sin cesar.
Y después que ha corcoviao,
toma el campo disparando;
el que lo va apadrinando
no se aparta del costao.
En fin, ya el potro cansao,
solito se va entregando;
y él se lo trae tironeando
a dos manos de la boca;
pues como maestro le toca
irlo desde ya enseñando.
Después de esta acción florida
que todo un prodigio encierra,
echa el domador pie a tierra
en el sitio a la salida.
Lo rodean con ardor;
allí todos en seguida
y le brindan con fervor
el aplauso más genuino;
ese es el gaucho argentino
güen criollo y güen domador.
El matrero
(Pintura: Errecaborde)
Vida triste ¡la gran perra!
es la del gaucho matrero
que cruza triste el sendero
con la policía en guerra.
En la solitaria sierra
se oculta con precisión,
desconfiando que a traición
le hagan alguna emboscada;
y eche una chapetonada
por andar sin precaución.
Perdió ese paisano el nombre,
hijos, mujer, la querencia;
él ve su pobre existencia
sin que por eso se asombre.
Comprendiendo que es el hombre
de todo el mundo contrario,
en un punto solitario
formó su triste guarida;
y pasa su amarga vida
de matrero temerario.
Jué como todos honráo,
generoso, güen paisano;
pero su destino vano
la mala suerte ha labráo
pues la ley lo ha derrotáo,
por la ley anda vagando
y en tuitos laos observando
con mirada recelosa,
pues en su vida azarosa
vive alerta y desconfiando.
Busca para mantención
cualquier ave montesina,
a veces se determina
a recorrer la extensión.
Sale y hace una excursión
a lo largo del sendero;
carnea el mejor ternero
que se le cruza a su paso,
y pa no dormir al raso
pone como techo el cuero.
Allá en la pampa se anida
para consolar sus males;
se alberga entre los cardales
como una cosa perdida.
Sosteniendo de la brida
un pingo brioso y ligero;
y cuando juye el matrero,
no hay caballo que lo alcance.
Aunque el policía se lance
en el mejor parejero.
Como conoce baquiano
el sendero donde pisa,
como el humo se desliza
por la sierra o por el llano.
Cruza errante este paisano
la pampa con el ojo experto;
se aclimata en el desierto
como una fiera salvaje,
en el pampeano paraje
por la inmensidad cubierto.
(Pintura: Zavattaro)
Vida triste ¡la gran perra!
es la del gaucho matrero
que cruza triste el sendero
con la policía en guerra.
En la solitaria sierra
se oculta con precisión,
desconfiando que a traición
le hagan alguna emboscada;
y eche una chapetonada
por andar sin precaución.
Perdió ese paisano el nombre,
hijos, mujer, la querencia;
él ve su pobre existencia
sin que por eso se asombre.
Comprendiendo que es el hombre
de todo el mundo contrario,
en un punto solitario
formó su triste guarida;
y pasa su amarga vida
de matrero temerario.
Jué como todos honráo,
generoso, güen paisano;
pero su destino vano
la mala suerte ha labráo
pues la ley lo ha derrotáo,
por la ley anda vagando
y en tuitos laos observando
con mirada recelosa,
pues en su vida azarosa
vive alerta y desconfiando.
Busca para mantención
cualquier ave montesina,
a veces se determina
a recorrer la extensión.
Sale y hace una excursión
a lo largo del sendero;
carnea el mejor ternero
que se le cruza a su paso,
y pa no dormir al raso
pone como techo el cuero.
Allá en la pampa se anida
para consolar sus males;
se alberga entre los cardales
como una cosa perdida.
Sosteniendo de la brida
un pingo brioso y ligero;
y cuando juye el matrero,
no hay caballo que lo alcance.
Aunque el policía se lance
en el mejor parejero.
Como conoce baquiano
el sendero donde pisa,
como el humo se desliza
por la sierra o por el llano.
Cruza errante este paisano
la pampa con el ojo experto;
se aclimata en el desierto
como una fiera salvaje,
en el pampeano paraje
por la inmensidad cubierto.
(Pintura: Zavattaro)
Soy gaucho
(Foto: Aldo Sessa)
Soy el gaucho sin igual
cuando en mi campero basto,
despierto el dormido pasto
al cruzar con mi bagual.
El que en razón es legal,
en apuros servidor,
el que en su alma con ardor
nobleza pura zurquea,
y el que alegre churrasquea
de un cordero al asador.
Soy gaucho que en triste estilo
se lamenta donde existe.
Como la tórtola triste
canta en el monte tranquilo.
Aquél que le sigue el hilo
a la más cruel desventura,
el que con constancia pura
duerme sobre su recao
sin que lo haya amedrentao
ni el tigre con su bravura.
Soy gaucho que al renacer
la brillación del oriente,
sobre el bagual, sonriente,
saluda el amanecer,
el que contento de ser
hijo de la pampa pura,
recorre la ancha llanura
con ademán altanero,
recibiendo del pampero
su delicada frescura.
Soy gaucho al que los dolores
lo castigaron tan fuerte
que sin temerle a la muerte
se ríe de sus rigores.
El que en primeros albores
de una aurora purpulina
canta una cifra ladina
tan triste como un gemido;
ecos de un gaucho nacido
en la gran pampa argentina.
Soy el gaucho sin igual
cuando en mi campero basto,
despierto el dormido pasto
al cruzar con mi bagual.
El que en razón es legal,
en apuros servidor,
el que en su alma con ardor
nobleza pura zurquea,
y el que alegre churrasquea
de un cordero al asador.
Soy gaucho que en triste estilo
se lamenta donde existe.
Como la tórtola triste
canta en el monte tranquilo.
Aquél que le sigue el hilo
a la más cruel desventura,
el que con constancia pura
duerme sobre su recao
sin que lo haya amedrentao
ni el tigre con su bravura.
Soy gaucho que al renacer
la brillación del oriente,
sobre el bagual, sonriente,
saluda el amanecer,
el que contento de ser
hijo de la pampa pura,
recorre la ancha llanura
con ademán altanero,
recibiendo del pampero
su delicada frescura.
Soy gaucho al que los dolores
lo castigaron tan fuerte
que sin temerle a la muerte
se ríe de sus rigores.
El que en primeros albores
de una aurora purpulina
canta una cifra ladina
tan triste como un gemido;
ecos de un gaucho nacido
en la gran pampa argentina.
Desde el alero
(Foto: Eduardo Amorim)
Un ranchito y un sauzal,
dos bellezas argentinas:
es un agreste zarzal
tejido por un rosal,
madreselvas y glicinas.
Sobre de ese criollo alero
guarnecido de colores,
trinó en las tardes de enero
la calandria y el jilguero,
zorzales y ruiseñores.
Allí vivía la hermosa
paisana de mis amores,
tierna cual la mariposa
en un pimpollo de rosa
descollando entre sus flores.
Pero mi paisana un día
dejó el rancho y el vergel;
marchitó su lozanía.
Dejando en el alma mía
amargo trago de hiel.
Ya no ha quedado una flor
en el agreste zarzal
ni trinos de ruiseñor.
Parece que era su amor
la vida de aquél rosal.
Un ranchito y un sauzal,
dos bellezas argentinas:
es un agreste zarzal
tejido por un rosal,
madreselvas y glicinas.
Sobre de ese criollo alero
guarnecido de colores,
trinó en las tardes de enero
la calandria y el jilguero,
zorzales y ruiseñores.
Allí vivía la hermosa
paisana de mis amores,
tierna cual la mariposa
en un pimpollo de rosa
descollando entre sus flores.
Pero mi paisana un día
dejó el rancho y el vergel;
marchitó su lozanía.
Dejando en el alma mía
amargo trago de hiel.
Ya no ha quedado una flor
en el agreste zarzal
ni trinos de ruiseñor.
Parece que era su amor
la vida de aquél rosal.
viernes, 29 de julio de 2011
Allá arriba
-Venga p'acá mi hijo.
-Mande, tata.
-¿Qué le pasa que lo noto atribulao?
¡No me baje los ojos!
¿O es que usted mesmo sabe
que sobran motivos
pa no poder mirarme?
-No... No es eso, tata...
Pero yo no sé hasta dónde
quiere dir con sus palabras.
-Primero decirle que agachar la cabeza...
es cosa'e maulas...
-Tata... pero yo...
-Sí.... Ya sé que usted
es hombre de agayas,
si de eso precisamente
quiero hablarle...
-Mande nomás...
-¿Cuántos años hace
que a los pagos'e Dios
se jué su mama?
-Cuasi son diez, tata...
-¿Diez años?... Cha que jueron largos...
¿Y qué tiempo llevás vos
haciéndole el amor
a la Luciana?
-¡Tata!
-No se sorprienda ni agache la cabeza
ya sabe que eso es cosa 'e maulas.
¡Que me conteste le digo!
¿O se ha olvidao, que
a mí también me sobran agayas?
-Porque es mi tata...
que si no...
-¿Que si no qué?
-Nada...
-Estoy esperando que me diga...
¿Cuánto tiempo hace
que a esa pobre infeliz
la está matando?
Levante esa cara
o aura mesmo
se la cruzo de un planchazo.
Poco trabajo le costó
arrastrarla con engaños
y dispués se olvidó
que ayá arriba está
su mama... avergonzada
de usted... De usted, sí...
Canaya...
Cha que había sido
pobre e'sentimientos la herencia
e'mi sangre.
Tordo me ha salido mi hijo...
de ese rancho...
-Pero con la mirada.
-¿Y qué me dice de esto?
Luciana... Sí... La mesma...
-¿Cómo que no? Cruce la puerta.
Ahí la tiene... yéveselá si quiere,
pero como Dios lo manda
y no en el anca...
Ricuerde m'hijo que ayá arriba...
¡está su mama!
Que no me llore el cristiano
Que no me llore el cristiano,
no quiero su lagrimear,
si el que se muere es un pobre
pa qué lo van a llorar.
Entre el criollo braserío
que me lloren los fogones,
el guitarrear de los peones
escondido entre los yuyos,
la flor del cardo en capullo
y el cereal en los galpones.
Dejen que me llore el monte,
que siempre me quiso bien,
y lagrimee la sombra
de un solitario caldén.
Que me lloren "cardorusos",
sombra'e toros, piquillines;
de un potro las bravas clines,
la reunión en las cuadreras,
los postes de una tranquera
y la luz de los candiles.
Que me recen las antiguas
indias un poco de todo,
pa que en el viaje sin vuelta
yo no me sienta tan solo.
Los ponchos me han de llorar
y el viento con su silbido,
las leguas que he recorrido
y las huellas que he olvidado,
y los pechos colorados
levantándose del nido.
Que me tiren un responso
con la arena de mi Pampa,
y una vidalita nuestra
florezca en una guitarra.
Que me lloren los palenques,
la sombra de un noble alero,
los viejos vientos pamperos,
los médanos de mi tierra,
el perfume de sus yerras
y el pasto de sus potreros.
Que con bichitos de luz
y algún pabilo de estrellas,
el más pobre de los pobres
lleve, goteando, una vela.
La Pampa me vio nacer
y aquí me habrán de enterrar,
si no es mucho molestar
y no es mi pedido vano,
que no me llore el cristiano,
no quiero su lagrimear.
Mi poncho
(Dibujo: Eleodoro Marenco)
Viejo poncho te han cribao
del tiempo, los cimbronazos,
como si fueran lonjazos
en lomo de reserváo.
Pero vos seguís plantáo
y no te sacan ni a cincha,
porque cuando el viento te incha
tendiendo tu trabazón,
sentís a la tradición
como un bagual que relincha.
Vos eras como un consuelo
cuando al tostao frente blanca,
le acariciabas el anca
como peinándole el pelo.
Y cuando en brusco revuelo
lo chicoteabas travieso,
él encorvaba el pescuezo
como mirando la senda,
y te iba pidiendo rienda
mientras bordaba un bostezo.
Nunca más criollo me siento
cuando en el hombro te llevo,
porque sos como un renuevo
que me da vida y aliento.
Y cuando furioso el viento
jugando con tu bondad,
rompe la tranquilidad
moviendo tu ala altanera,
vos sos como una bandera
proclamando libertad.
Poncho de mis campereadas,
mis sueños y mis recuerdos,
que pasan dulces y lerdos
con sus brisas perfumadas.
Al evocar las jornadas
que compartimos los dos,
yo siento como una voz
que desde el fondo me grita:
"¡En esta tierra bendita
el mejor amigo sos!"
Viejo poncho te han cribao
del tiempo, los cimbronazos,
como si fueran lonjazos
en lomo de reserváo.
Pero vos seguís plantáo
y no te sacan ni a cincha,
porque cuando el viento te incha
tendiendo tu trabazón,
sentís a la tradición
como un bagual que relincha.
Vos eras como un consuelo
cuando al tostao frente blanca,
le acariciabas el anca
como peinándole el pelo.
Y cuando en brusco revuelo
lo chicoteabas travieso,
él encorvaba el pescuezo
como mirando la senda,
y te iba pidiendo rienda
mientras bordaba un bostezo.
Nunca más criollo me siento
cuando en el hombro te llevo,
porque sos como un renuevo
que me da vida y aliento.
Y cuando furioso el viento
jugando con tu bondad,
rompe la tranquilidad
moviendo tu ala altanera,
vos sos como una bandera
proclamando libertad.
Poncho de mis campereadas,
mis sueños y mis recuerdos,
que pasan dulces y lerdos
con sus brisas perfumadas.
Al evocar las jornadas
que compartimos los dos,
yo siento como una voz
que desde el fondo me grita:
"¡En esta tierra bendita
el mejor amigo sos!"
El rezongo
(Pintura: Molina Campos)
Y pa esto he luchado tuita la vida,
pa esto he arrendao campos
y los he cultivao
con ansias infinitas,
y en las esquilas y en las cosechas
y en los rodeos, ya verano o invierno,
he trabajao lo mesmo que bestia,
me he roto el cuero, he gastao mis juerzas,
pa ganar el centavo,
pa ganar el puchero,
más que por mí, por ellas y por ellos...
Y áura el fruto de ese sacrificio
¡Así... a manos llenas!
los tiran en paseos y vestidos
los hijos se lo llevan,
¡y les importa un bledo
que vea el pobre viejo
dirse muy fácil lo que vino a juerza
de mucha privación y mucha pena!
¿Por ventura, no saben
tuito lo que he sufrido
pa conseguir lo poco
o lo mucho que tengo?
Y que es mío, sí, mío...
También tuyo, mi vieja,
porque a mi lao has sufrido conmigo
tuita una vida de trabajo duro,
de privaciones largas,
durmiendo en pobres jergas,
tumbiando carnes negras,
sin que nunca nos diéramos el lujo
de gastar lana pa colchones nuestros,
o comer un cordero
o algún lechón de leche...
pa no apocar la hacienda,
esa hacienda que cuidábamos tanto
pa que juera en aumento siempre, siempre
aumento de gorduna,
de número y tamaño...
¡Y cómo nos parecía, Rosaura,
que el ganado aumentaba
en proporción a nuestras privaciones,
degolviendo con creces
tuito lo que hiciere
nuestro cuidao y nuestra vigilancia
y nuestras atenciones!...
¿Lo recuerdas Rosaura?
No me llamara Pantaleón Rivas
si a tuito no le pusiera rimedio...
Cuantito güelvan, lo mesmo que a perros,
los echo de la casa,
les aferro la puerta...
Ya lo verás, Rosaura,
cómo los dejo ajuera... ¡Como perros!
......................................
Tenés razón, Rosaura...
Güeno... No he dicho nada.
Si yo también los quiero...
¡Mucho más que a mí mesmo!
Tanto como a vos, vieja...
No he dicho nada... No ves... Estoy viejo.
Si rezongo, hacé cuenta
que estoy rezando... por vos... y por ellos.
Y pa esto he luchado tuita la vida,
pa esto he arrendao campos
y los he cultivao
con ansias infinitas,
y en las esquilas y en las cosechas
y en los rodeos, ya verano o invierno,
he trabajao lo mesmo que bestia,
me he roto el cuero, he gastao mis juerzas,
pa ganar el centavo,
pa ganar el puchero,
más que por mí, por ellas y por ellos...
Y áura el fruto de ese sacrificio
¡Así... a manos llenas!
los tiran en paseos y vestidos
los hijos se lo llevan,
¡y les importa un bledo
que vea el pobre viejo
dirse muy fácil lo que vino a juerza
de mucha privación y mucha pena!
¿Por ventura, no saben
tuito lo que he sufrido
pa conseguir lo poco
o lo mucho que tengo?
Y que es mío, sí, mío...
También tuyo, mi vieja,
porque a mi lao has sufrido conmigo
tuita una vida de trabajo duro,
de privaciones largas,
durmiendo en pobres jergas,
tumbiando carnes negras,
sin que nunca nos diéramos el lujo
de gastar lana pa colchones nuestros,
o comer un cordero
o algún lechón de leche...
pa no apocar la hacienda,
esa hacienda que cuidábamos tanto
pa que juera en aumento siempre, siempre
aumento de gorduna,
de número y tamaño...
¡Y cómo nos parecía, Rosaura,
que el ganado aumentaba
en proporción a nuestras privaciones,
degolviendo con creces
tuito lo que hiciere
nuestro cuidao y nuestra vigilancia
y nuestras atenciones!...
¿Lo recuerdas Rosaura?
No me llamara Pantaleón Rivas
si a tuito no le pusiera rimedio...
Cuantito güelvan, lo mesmo que a perros,
los echo de la casa,
les aferro la puerta...
Ya lo verás, Rosaura,
cómo los dejo ajuera... ¡Como perros!
......................................
Tenés razón, Rosaura...
Güeno... No he dicho nada.
Si yo también los quiero...
¡Mucho más que a mí mesmo!
Tanto como a vos, vieja...
No he dicho nada... No ves... Estoy viejo.
Si rezongo, hacé cuenta
que estoy rezando... por vos... y por ellos.
El lazo
(Dibujos: Eleodoro Marenco)
Apretao en cuatro tientos
en las ancas de un picazo,
va chicoteando mi lazo
al compás de un trote lento.
Guardián alerta y atento,
lleva despierta su armada
por si alguna res alzada
a su cruce se atraviesa
de la punta'e la cabeza
sobre las guampas cerrada.
Lazo cuando yo te miro
de la yapa a la presilla
como en una pesadilla
pasan jornadas que almiro.
Y te veo en cada tiro
con certera precisión
en un seco, en un cimbrón,
sin dejarte ramaleao
y hasta en un pial de volcao
lujo de acierto y acción.
En las patriadas tremendas
junto al facón y a la lanza,
juiste sembrando confianza
en lo peor de la contienda
y dando a los potros rienda
en un galope triunfal
o en la bravura oriental,
poniendole temple al brazo,
la que sacó a tiro'e lazo
más de un cañón imperial.
Está en tus tientos sellada
la estampa fiel de lo criollo
y en cada uno de tus rollos
hay una fecha grabada.
Tu vida va señalada
por una huella machaza,
ya nada borra tu traza
porque quedaste en la historia
cuando pialaste a la gloria
en las gestas de la raza.
Apretao en cuatro tientos
en las ancas de un picazo,
va chicoteando mi lazo
al compás de un trote lento.
Guardián alerta y atento,
lleva despierta su armada
por si alguna res alzada
a su cruce se atraviesa
de la punta'e la cabeza
sobre las guampas cerrada.
Lazo cuando yo te miro
de la yapa a la presilla
como en una pesadilla
pasan jornadas que almiro.
Y te veo en cada tiro
con certera precisión
en un seco, en un cimbrón,
sin dejarte ramaleao
y hasta en un pial de volcao
lujo de acierto y acción.
En las patriadas tremendas
junto al facón y a la lanza,
juiste sembrando confianza
en lo peor de la contienda
y dando a los potros rienda
en un galope triunfal
o en la bravura oriental,
poniendole temple al brazo,
la que sacó a tiro'e lazo
más de un cañón imperial.
Está en tus tientos sellada
la estampa fiel de lo criollo
y en cada uno de tus rollos
hay una fecha grabada.
Tu vida va señalada
por una huella machaza,
ya nada borra tu traza
porque quedaste en la historia
cuando pialaste a la gloria
en las gestas de la raza.
Mate amargo
Mate amargo que naciste
en la rueda de un fogón,
derramando tradición
entre un estilo y un triste.
Mate amargo que trajiste
entre tu yerba sabrosa
la suavidad primorosa
de una mano de mujer
y el embrujo de un querer
con que te cebó una moza.
Sos el amigo sincero
con quien a solas proseando
pasás las horas rodando
en un galope ligero.
Sos sereno consejero
que escuchamos con halago,
y entre un trago y otro trago
mientras la pava se queja,
nos hablás de cosas viejas,
de la querencia y el pago.
El más bravo se arrocina
al paladear tu amargura,
sos sabroso como achura
y querendón como china.
Sos alma de la cocina
que alegra reunión sencilla
y mientras la llama brilla
vos vas con tierno embeleso,
como si fueras un beso
aleteando en la bombilla.
Y cuando ya galopeao
como pájaro sin pluma,
el agua no forma espuma
y estás del todo lavao.
Tenés siempre algún costao
pa’ que el hombre te aproveche,
te da vuelta, y sin que te eche
yerba, quedás de primera,
sos como vaca mañera
que sabe esconder la leche.
Flor del monte
Yo soy la dulce trigueña
la de los ardientes ojos,
la que nacida entre abrojos
quiere soñar y no sueña.
La que en el llano y la breña
posa atrevida su planta;
la palomita que canta
cuando ninguno la mira,
la que se queja y suspira
desde que el sol se levanta.
Yo soy la que el payador
canta en endechas sonoras,
la que al rayo de la aurora,
roba su luz y color.
La que en la lid del dolor
les gana a todas la palma,
la que no encuentra su calma
desde que sueña en amores,
la que en la sien lleva flores
y espinas dentro del alma.
Yo soy la de alma de fuego
que para amar ha nacido,
la que jamás ha tenido
horas de paz y sosiego.
La flor que muere sin riego
porque el dueño la abandona,
la que su nívea corona
muestra siempre inmaculada,
la que se ve desdeñada
y en vez de matar, perdona.
Yo soy la agreste violeta
crecida entre los breñales;
la que de amores ideales
guarda su pena secreta.
Yo soy la gacela inquieta
que persigue el cazador;
la que al sentir el dolor
de la bala que la hiere,
inclina la frente y muere
bendiciendo al matador.
Tata Juancho
Quiso morir de a caballo
y se hundió en la soledá.
Se iba muriendo despacio
pa' quedarse un poco más...
Ninguno se fue tan solo
después de tanto guapiar...
Tumbas del aire los cuervos
le hicieron el funeral...
Era tan viejo el tata Juancho...
El hizo todo lo que hay:
desde el brocal hasta el rancho,
todo lo hizo el viejo Juan.
Las noches le dieron hijos,
los días le dieron pan,
los surcos le dieron pena
cuando ya no pudo arar...
Hombreaba una estiba de años,
¡cómo no se iba a cansar!
Se había secao en el surco
lo mesmito que una ráiz...
En su vida sin domingos
nunca tuvo un guitarriar.
La raíz del árbol no canta,
canta la copa nomás...
Le reclamaron la tierra
y la tuvo que entregar...
Se iba muriendo despacio
pa' quedarse un poco más...
Quiso morir de a caballo
y se hundió en la soledad.
Tumbas del aire, los cuervos
le hicieron el funeral...
Se fue despacio... despacio...
¡pa' quedarse un poco más!
Dorotea, la cautiva
(Pintura: Malena Berrueta)
Yo no soy huinca, capitán,
hace tiempo lo fui.
Deje que vuelva para el sur,
dejeme ir allí.
Mi nombre casi lo olvidé,
Dorotea Bazán.
Yo no soy huinca, india soy
por amor, capitán.
Me falta el aire pampa y el olor
de los ranqueles campamentos,
el cobre oscuro de la piel de mi señor
en ese imperio de gramilla, cuero y sol.
Usted se asombra, capitán,
que me quiera volver:
un alarido de malón
me reclama mi piel.
Yo me hice india y ahora estoy
más cautiva que ayer.
Quiero quedarme en el dolor
de mi gente ranquel.
Yo no soy huinca, capitán,
hace tiempo lo fui.
Deje que vuelva para el sur,
dejeme ir allí.
Mi nombre casi lo olvidé,
Dorotea Bazán.
Yo no soy huinca, india soy
por amor, capitán.
Me falta el aire pampa y el olor
de los ranqueles campamentos,
el cobre oscuro de la piel de mi señor
en ese imperio de gramilla, cuero y sol.
Usted se asombra, capitán,
que me quiera volver:
un alarido de malón
me reclama mi piel.
Yo me hice india y ahora estoy
más cautiva que ayer.
Quiero quedarme en el dolor
de mi gente ranquel.
Allá...
(Pintura: Molina Campos)
Yo canto allá en los rincones,
en donde naide me escucha,
allá donde no se lucha
por encontrar afecciones.
Yo busco los albardones
solitarios del recuerdo;
yo del pasado me acuerdo
con entusiasmo y lo quiero,
y siguiendo su sendero
entre sus brumas me pierdo.
Yo canto en noche callada
cuando todo es sentimiento
y el eco de mi lamento
corre a perderse en la nada.
Soy ave mal emplumada
que por subir aletea
y que el viento la ladea
sin permitirle ascender...
¡Cuando Dios quita el poder
debiera matar la idea!
Yo cruzo arroyos y zarzas
sin salpicar con el lodo
mi plumaje blanco, al modo,
como lo cruzan las garzas.
Soy refractario a las farsas,
me gusta la soledad,
prefiero la tempestad
que los bosques despedaza,
que ver indigna mi raza
viviendo en la falsedad.
Yo duermo en los matorrales
como duermen las perdices,
paso mis horas felices
contemplando los sauzales.
Yo busco los pajonales
y me interno en la espesura:
cruzo también la llanura
cuando quema el sol ardiente,
sin marchitar en mi frente
del recuerdo la frescura.
Ya no se escucha al cantor
con el deseo vehemente
con que hoy escucha la gente
al extranjero tenor.
Ya no se le hace el honor
de dispensarle un momento;
escuchando el sentimiento
con que entona alguna endecha...
¡Planta en miñangos deshecha
por los azotes del viento!
Hoy veo con gran pesar
que todo desaparece;
es ley que lo que envejece
se tiene que terminar.
La tradición al pasar
busca el frío de los polos;
rondan los recuerdos solos,
pues ya en los campos no quedan
¡ni cardales donde puedan
anidarse los chingolos!
Yo canto allá en los rincones,
en donde naide me escucha,
allá donde no se lucha
por encontrar afecciones.
Yo busco los albardones
solitarios del recuerdo;
yo del pasado me acuerdo
con entusiasmo y lo quiero,
y siguiendo su sendero
entre sus brumas me pierdo.
Yo canto en noche callada
cuando todo es sentimiento
y el eco de mi lamento
corre a perderse en la nada.
Soy ave mal emplumada
que por subir aletea
y que el viento la ladea
sin permitirle ascender...
¡Cuando Dios quita el poder
debiera matar la idea!
Yo cruzo arroyos y zarzas
sin salpicar con el lodo
mi plumaje blanco, al modo,
como lo cruzan las garzas.
Soy refractario a las farsas,
me gusta la soledad,
prefiero la tempestad
que los bosques despedaza,
que ver indigna mi raza
viviendo en la falsedad.
Yo duermo en los matorrales
como duermen las perdices,
paso mis horas felices
contemplando los sauzales.
Yo busco los pajonales
y me interno en la espesura:
cruzo también la llanura
cuando quema el sol ardiente,
sin marchitar en mi frente
del recuerdo la frescura.
Ya no se escucha al cantor
con el deseo vehemente
con que hoy escucha la gente
al extranjero tenor.
Ya no se le hace el honor
de dispensarle un momento;
escuchando el sentimiento
con que entona alguna endecha...
¡Planta en miñangos deshecha
por los azotes del viento!
Hoy veo con gran pesar
que todo desaparece;
es ley que lo que envejece
se tiene que terminar.
La tradición al pasar
busca el frío de los polos;
rondan los recuerdos solos,
pues ya en los campos no quedan
¡ni cardales donde puedan
anidarse los chingolos!
La luz mala
-Parate, ¿no me ves? ¿qué diantres pasa
que parecés ñandú pa las cuerpiadas?
-Es... sabe, tata... ayí atrás'e las casas...
¡yo vide la luz mala!
-Arrimate, escuchá, y si mi palabra
no tiene el "enchapao" que da la sensia,
lo que te viá brindar es esperensia
qu'he comprao con la plata de mis canas:
El hombre qu'es'e lay, ¡siempre es luz güena!
aquel que no es honrao, ¡siempre es lus mala!
Arrosinate, m'hijo, a los primeros,
pero a los otros... mesquiná la cara.
Los "sobones" que de noche a la lomada
van con sus perros a buscar quirquinchos
y se tráin un ajeno que de "visio"
se metió'e cabesa entre l'armada...
los que al no trabajar les hace cuenta
ganarse su tabaco a puñaladas...
a ésos sí, m'hijo, dales cara'e güelta.
¡Esas son luces malas!
Los qu'en los balquinasos de la taba
van dejando las latas de la esquila,
y sobr'el mostrador de las "esquinas"
se chupan el dinero'e la "juntada"...
mientras que la mujer, flaca y hambrienta,
va rastriyar un "achura" en la "carniada"...
a ésos sí, m'hijo, dales cara'e güelta.
¡Esos son luces malas!
Que cuando el crioyo odie las jugadas,
no cambée su mujer por la giñebra,
cuando mande sus hijos a l'escuela
pa'que aprendan a ser como Dios manda...
sepa "clavar" la reja del arao
en lugar de la "calsa" de la taba...
entonces, en los campos'e la patria,
¡Ya no habrá luces malas!
Estampa pampeana
(Pintura: Blanes)
Bien tempranito mateando,
contemplo la tierra arada
y la blanca gaviotada
sobre las melgas volando.
Veo un potrillo mamando
tras una verde lomada,
a toda la caballada
tranquilamente pastando
y una volanta pasando
por dos caballos tirada.
Apenas el sol refleja,
se oyen relinchos, mugidos.
Los perros a los ladridos
por alguna comadreja.
Una lechuza se aleja
desde un poste a los chistidos,
las gallinas desde el nido
cacarean alborotadas,
unas nubes coloradas
y un fresco manto e’ rocío.
Cerca del camino real,
detrás de los bebederos,
se escucha gritar un tero
que está cuidando el nidal;
y al ladito del corral
donde se encierra el nochero,
está el galpón con aperos
y un montón de cosas viejas:
Cencerros, maneas, rejas
lazos, tientos y unos cueros.
Y después de haber mateao
con tanta belleza junta,
voy preparando una yunta
de pingos para el arao.
Toda la vida he pasao
en el campo, compañero,
y le voy a ser sincero:
Allí me quiero morir
cuando cansao de vivir
vaya camino del cielo.
...........................
Agradezco dende veras, con un abrazo machaso, el aporte de este verso a don Fernando A. Gomez Tulaj. Quién además de regalarme este campero "cuadro" hecho verso; en pocas y sentidas palabras me ha reavivao las ganas de seguir colgando versos criollos pal que le guste. Gracias don Fer desde lo más hondo de mis achuras! Del gauchoguacho
Bien tempranito mateando,
contemplo la tierra arada
y la blanca gaviotada
sobre las melgas volando.
Veo un potrillo mamando
tras una verde lomada,
a toda la caballada
tranquilamente pastando
y una volanta pasando
por dos caballos tirada.
Apenas el sol refleja,
se oyen relinchos, mugidos.
Los perros a los ladridos
por alguna comadreja.
Una lechuza se aleja
desde un poste a los chistidos,
las gallinas desde el nido
cacarean alborotadas,
unas nubes coloradas
y un fresco manto e’ rocío.
Cerca del camino real,
detrás de los bebederos,
se escucha gritar un tero
que está cuidando el nidal;
y al ladito del corral
donde se encierra el nochero,
está el galpón con aperos
y un montón de cosas viejas:
Cencerros, maneas, rejas
lazos, tientos y unos cueros.
Y después de haber mateao
con tanta belleza junta,
voy preparando una yunta
de pingos para el arao.
Toda la vida he pasao
en el campo, compañero,
y le voy a ser sincero:
Allí me quiero morir
cuando cansao de vivir
vaya camino del cielo.
...........................
Agradezco dende veras, con un abrazo machaso, el aporte de este verso a don Fernando A. Gomez Tulaj. Quién además de regalarme este campero "cuadro" hecho verso; en pocas y sentidas palabras me ha reavivao las ganas de seguir colgando versos criollos pal que le guste. Gracias don Fer desde lo más hondo de mis achuras! Del gauchoguacho
jueves, 28 de julio de 2011
¡Volvete, Juan!
(Foto de Pulpería vieja)
A Juan Quiroz... en pueblo... Los Horcones,
pulpería... "La Cola de la Iguana".
Juan: es la última carta que te escribo
rogándote que vuelvas a las casas.
Yo sé que es grande el odio que te lleva
buscando al hombre que mató a tu tata
y hace tres años que morimos todos
al saber que vivís pa esa venganza.
Vieras el rancho cómo está de cáido,
del jardín ya no queda ni una planta,
el horno, sueltas las ovejas,
abandonaos los toros y las vacas.
Y todos padeciendo este tormento,
porque te ha enceguecido la venganza;
Isabel, nuestra hija, me habló anoche:
anda noviando con el hijo'e Gauna.
Me dijo que el muchacho está nervioso,
conoce tu carácter y tu fama,
y no quiere arrimarse a esta tranquera
pa no tener con vos una topada.
Pa mejor en el pueblo se comenta
que lo pasás en bailes y tabiadas,
empujando borrachos y mirones
por el gusto nomás de hacer pata ancha.
¡Volvé, mi Juan!... Hacelo por nosotros,
los que nada ganamos con tu fama;
por tus hijos, que tanto te precisan
pa sacar enseñanzas de su tata.
Queremos que volvás a ser el de antes,
el más guapo pa cualquier hazaña
empuñando el arao, sembrando trigo,
pialando de volcao o de payanca.
Yo te ofrezco volver a ser la novia
y esperarte otra vez a la ventana.
¡Volvete, Juan!... Salvando el nido
cumplirás a lo gaucho tu venganza:
no manchando el facón en un cobarde,
que ésa no es ley del hombre de las pampas,
y verás en la noche, en una estrella,
el alma agradecida... de tu tata.
A Juan Quiroz... en pueblo... Los Horcones,
pulpería... "La Cola de la Iguana".
Juan: es la última carta que te escribo
rogándote que vuelvas a las casas.
Yo sé que es grande el odio que te lleva
buscando al hombre que mató a tu tata
y hace tres años que morimos todos
al saber que vivís pa esa venganza.
Vieras el rancho cómo está de cáido,
del jardín ya no queda ni una planta,
el horno, sueltas las ovejas,
abandonaos los toros y las vacas.
Y todos padeciendo este tormento,
porque te ha enceguecido la venganza;
Isabel, nuestra hija, me habló anoche:
anda noviando con el hijo'e Gauna.
Me dijo que el muchacho está nervioso,
conoce tu carácter y tu fama,
y no quiere arrimarse a esta tranquera
pa no tener con vos una topada.
Pa mejor en el pueblo se comenta
que lo pasás en bailes y tabiadas,
empujando borrachos y mirones
por el gusto nomás de hacer pata ancha.
¡Volvé, mi Juan!... Hacelo por nosotros,
los que nada ganamos con tu fama;
por tus hijos, que tanto te precisan
pa sacar enseñanzas de su tata.
Queremos que volvás a ser el de antes,
el más guapo pa cualquier hazaña
empuñando el arao, sembrando trigo,
pialando de volcao o de payanca.
Yo te ofrezco volver a ser la novia
y esperarte otra vez a la ventana.
¡Volvete, Juan!... Salvando el nido
cumplirás a lo gaucho tu venganza:
no manchando el facón en un cobarde,
que ésa no es ley del hombre de las pampas,
y verás en la noche, en una estrella,
el alma agradecida... de tu tata.
Milonga para mi china
(Foto tomada a Pedro Tocci)
Yo soy Juan Cuello, paisana,
mezcla de aire y de cielo,
chingolo para el cariño
¡y pa defenderte, fierro!
Yo soy Juan Cuello, mi china,
mezcla de cardo y de trébol.
Las cuerdas de mi guitarra
son viriles como acero,
si defienden a los héroes,
y se ablandan como rezos
cuando cantan este amor
que malambea en mi pecho.
Yo soy Juan Cuello, mi prenda,
un peón de tus sentimientos,
pero¡patrón! si defiende
este suelo que es tu suelo
y que ganamos luchando
en veinte mil entreveros.
Yo soy Juan Cuello, paisana,
mezcla de cielo y de viento...
un sol en tu firmamento,
una canción en tu alma
que se ha llenado de luz
y está anhelosa de versos...
Yo soy Juan Cuello, mi china,
medio paisano y porteño,
pero ¡gaucho! hasta el delirio
pa defender tus ensueños
y esa cinta azul y blanca
que está flameando en tu pelo.
Yo soy Juan Cuello, paisana,
mezcla de aire y de cielo,
chingolo para el cariño
¡y pa defenderte, fierro!
Yo soy Juan Cuello, mi china,
mezcla de cardo y de trébol.
Las cuerdas de mi guitarra
son viriles como acero,
si defienden a los héroes,
y se ablandan como rezos
cuando cantan este amor
que malambea en mi pecho.
Yo soy Juan Cuello, mi prenda,
un peón de tus sentimientos,
pero¡patrón! si defiende
este suelo que es tu suelo
y que ganamos luchando
en veinte mil entreveros.
Yo soy Juan Cuello, paisana,
mezcla de cielo y de viento...
un sol en tu firmamento,
una canción en tu alma
que se ha llenado de luz
y está anhelosa de versos...
Yo soy Juan Cuello, mi china,
medio paisano y porteño,
pero ¡gaucho! hasta el delirio
pa defender tus ensueños
y esa cinta azul y blanca
que está flameando en tu pelo.
Machura
(Ilustraciones: Esteban Tolj)
Si no es nada, tata...
¿No ve que me río?
Apenas un dedo
me dentró el cuchillo...
Deme un jarro de agua
y estése tranquilo,
que no es nada malo:
un simple tajito...
Sí, tata. Por eso.
¡Por eso mesmito!...
¡Si usté hubiera óido
las cosas que ha dicho!...
¡Qué linda está l'agua!
Y así ha sucedío...
El que habla mal d'ella
¡si hai topar conmigo!
Yo lo reté fiero
¡y áhi nomás salimos!
El ha sío más guapo,
tatita, que su hijo...
¡Eso no, tatita!
El asunto es mío...
En cuantito sane
volveré hasta el río
pa decirle al churo
que lo que él ha dicho
sobra en este mundo
mientras yo esté vivo.
Y áhi nomás, si puede,
¡que acabe conmigo!
Écheme su poncho,
que me dentra frío...
¿Que ella no me quiere?
Basta mi cariño...
y es pa defenderlo
que tengo el cuchillo.
Otro poco de agua...
no llore, viejito...
¿No ve que no es nada?
¿No ve... que... me... río?
(Ilustración: Esteban Tolj)
Si no es nada, tata...
¿No ve que me río?
Apenas un dedo
me dentró el cuchillo...
Deme un jarro de agua
y estése tranquilo,
que no es nada malo:
un simple tajito...
Sí, tata. Por eso.
¡Por eso mesmito!...
¡Si usté hubiera óido
las cosas que ha dicho!...
¡Qué linda está l'agua!
Y así ha sucedío...
El que habla mal d'ella
¡si hai topar conmigo!
Yo lo reté fiero
¡y áhi nomás salimos!
El ha sío más guapo,
tatita, que su hijo...
¡Eso no, tatita!
El asunto es mío...
En cuantito sane
volveré hasta el río
pa decirle al churo
que lo que él ha dicho
sobra en este mundo
mientras yo esté vivo.
Y áhi nomás, si puede,
¡que acabe conmigo!
Écheme su poncho,
que me dentra frío...
¿Que ella no me quiere?
Basta mi cariño...
y es pa defenderlo
que tengo el cuchillo.
Otro poco de agua...
no llore, viejito...
¿No ve que no es nada?
¿No ve... que... me... río?
(Ilustración: Esteban Tolj)
Cartas gauchas (Fragmento de la carta 1ª)
(Foto de Plaza Constitución "1895")
Mi muy querida Benita:
aunque bichoco y despiao
de tanto haber caminao
en esta ciudá bendita,
le pego una cuerpeadita
al cansancio que me aplasta
y, haciendo honor a la casta
de criollo guapo y curtido,
a escrebirte me decido
tuito el día si me basta.
¡Qué ha de bastar! Ni en un año
creo podría escrebirte
cuanto tengo que decirte,
de embarullao y de extraño,
como entre un susto tamaño
he visto en esta ciudá,
que como borracha está,
gritona y embanderada,
florida e iluminada
que's una barbaridá!
Después de andar en prisión
un día en fierro carril,
llegué como un perejil
a la mentada estación
que llaman Constitución
y que es un galpón grandote,
ande dentramos al trote,
echando un humo jediondo,
y metiendo un batifondo
que daba al diablo un cerote.
Yo bajé medio entumido
y ansina como almariao;
de la vista encandilao
y del mate dolorido,
cuando un mozo que me vido
y se hizo cuenta, dejuro,
de que estaba en un apuro
en aquel corral ajeno,
vino a refalarme el freno
y a ayudarme, comedido.
-Veo que usté es pajuerano
(me dijo con güenos modos).
Mirá Benita: no a todos
les cái del cielo un hermano
que venga a darle la mano
en un trance como el mío,
¡pues me encontraba en un lío
mesmamente soberano!
-¡Ha adevinao, amigazo!-
le dije al mozo pueblero;
¡estoy como un hormiguero
al que le han dao un humazo!
Había sido fierazo
hallarse de sopetón
en medio a una población
ansina, deste tamaño...
mesmo que en un pago extraño
suele hallarse un mancarrón.
-¿Y trai equipaje?
-Ese lío
que son mis pilchas camperas;
unas maletas fuleras
y pa fumar el avío...
¿De qué se rái?
-Pues me río
de verlo a usté tan confiao
largarse ansí, sin cuidao
con su talero en la mano...
-¿Y no sabe quel paisano
nació para ser soldao?
¿No sabe que esta nación,
hoy tan grande y tan ufana,
nació de un toque de diana
y un disparo de cañón?
¿Que un valiente pelotón
de paisanos argentinos,
más valientes que ladinos,
más patriotas que valientes,
levantaron, imponentes,
esos colores devinos?
¿Ya no se acuerda, paisano,
de los Patricios mentaos,
de los bravos Coloraos,
de los Blandengues, del llano
en que con sable en mano
y garabina terciada,
bajaba a la disparada
con su gauchaje atrevido
aquel Güemes tan temido,
el de la fama mentada?
¿Y no saben los puebleros
que fueron gauchos, al fin,
los bravos de San Martín,
los heroicos granaderos,
los audaces, los primeros
que al cóndor de la montaña
asustaron con la hazaña
de llegar hasta sus nidos
y allí lanzar, atrevidos,
su protesta contra España?
¿No saben que si hoy tenemos
patria, riqueza, fortuna,
se la debemos ¡ahijuna!
al gaucho... ni más ni menos.
Que ellos, valientes y güenos
pa trabajar ande quiera,
custodiando la frontera,
en el rodeo o sembrando,
siempre se les vio formando
al pie de nuestra bandera?
Como en misa se quedó
aquel pueblero, Benita,
al oír esa licioncita
que ni en sueños esperó
de un gaucho que, como yo,
se la diera de memoria,
pues ellos saben la historia
como yo de hablar en gringo,
o como puede a mi pingo
montar cualquier zanagoria.
-¡Había sido dotor!
(me dijo riyendo el mozo),
-Antes de salirme el bozo
ya era en mi pago cantor
y ya echaba un "¡de mi flor!"
a cualesquier atrevido,
aunque me dijera, "¡envido!"
con un bramido de toro,
porque el gaucho Martín Oro
jamás se dio por vencido.
(Ilustración: Esteban Tolj)
Mi muy querida Benita:
aunque bichoco y despiao
de tanto haber caminao
en esta ciudá bendita,
le pego una cuerpeadita
al cansancio que me aplasta
y, haciendo honor a la casta
de criollo guapo y curtido,
a escrebirte me decido
tuito el día si me basta.
¡Qué ha de bastar! Ni en un año
creo podría escrebirte
cuanto tengo que decirte,
de embarullao y de extraño,
como entre un susto tamaño
he visto en esta ciudá,
que como borracha está,
gritona y embanderada,
florida e iluminada
que's una barbaridá!
Después de andar en prisión
un día en fierro carril,
llegué como un perejil
a la mentada estación
que llaman Constitución
y que es un galpón grandote,
ande dentramos al trote,
echando un humo jediondo,
y metiendo un batifondo
que daba al diablo un cerote.
Yo bajé medio entumido
y ansina como almariao;
de la vista encandilao
y del mate dolorido,
cuando un mozo que me vido
y se hizo cuenta, dejuro,
de que estaba en un apuro
en aquel corral ajeno,
vino a refalarme el freno
y a ayudarme, comedido.
-Veo que usté es pajuerano
(me dijo con güenos modos).
Mirá Benita: no a todos
les cái del cielo un hermano
que venga a darle la mano
en un trance como el mío,
¡pues me encontraba en un lío
mesmamente soberano!
-¡Ha adevinao, amigazo!-
le dije al mozo pueblero;
¡estoy como un hormiguero
al que le han dao un humazo!
Había sido fierazo
hallarse de sopetón
en medio a una población
ansina, deste tamaño...
mesmo que en un pago extraño
suele hallarse un mancarrón.
-¿Y trai equipaje?
-Ese lío
que son mis pilchas camperas;
unas maletas fuleras
y pa fumar el avío...
¿De qué se rái?
-Pues me río
de verlo a usté tan confiao
largarse ansí, sin cuidao
con su talero en la mano...
-¿Y no sabe quel paisano
nació para ser soldao?
¿No sabe que esta nación,
hoy tan grande y tan ufana,
nació de un toque de diana
y un disparo de cañón?
¿Que un valiente pelotón
de paisanos argentinos,
más valientes que ladinos,
más patriotas que valientes,
levantaron, imponentes,
esos colores devinos?
¿Ya no se acuerda, paisano,
de los Patricios mentaos,
de los bravos Coloraos,
de los Blandengues, del llano
en que con sable en mano
y garabina terciada,
bajaba a la disparada
con su gauchaje atrevido
aquel Güemes tan temido,
el de la fama mentada?
¿Y no saben los puebleros
que fueron gauchos, al fin,
los bravos de San Martín,
los heroicos granaderos,
los audaces, los primeros
que al cóndor de la montaña
asustaron con la hazaña
de llegar hasta sus nidos
y allí lanzar, atrevidos,
su protesta contra España?
¿No saben que si hoy tenemos
patria, riqueza, fortuna,
se la debemos ¡ahijuna!
al gaucho... ni más ni menos.
Que ellos, valientes y güenos
pa trabajar ande quiera,
custodiando la frontera,
en el rodeo o sembrando,
siempre se les vio formando
al pie de nuestra bandera?
Como en misa se quedó
aquel pueblero, Benita,
al oír esa licioncita
que ni en sueños esperó
de un gaucho que, como yo,
se la diera de memoria,
pues ellos saben la historia
como yo de hablar en gringo,
o como puede a mi pingo
montar cualquier zanagoria.
-¡Había sido dotor!
(me dijo riyendo el mozo),
-Antes de salirme el bozo
ya era en mi pago cantor
y ya echaba un "¡de mi flor!"
a cualesquier atrevido,
aunque me dijera, "¡envido!"
con un bramido de toro,
porque el gaucho Martín Oro
jamás se dio por vencido.
(Ilustración: Esteban Tolj)
miércoles, 27 de julio de 2011
El mate
(Foto: Valcir Siqueira)
El mate es de origen pampa,
semilla de mi terruño,
redondo, no es más que un puño
su casquito cimarrón;
y como la yerba es india
de exhuberancia salvaje,
su casquito es un brevaje
de profunda tradición.
El mate amargo fue siempre
un agasajo casero,
brindis para el forastero
y un deleite familiar;
hizo ambientes de tertulias
en las tardes campesinas,
bajo el zarzo de glicinas
y del ombú secular.
La madre naturaleza
nos dio su santo regalo,
en yerba de polvo y palo
de exquisito paladar;
como es gaucha por esencia
en cualquier parte es sociable,
agúita verde agradable,
halago de cada hogar.
Entre los dotes genuinos
tiene la de ser sabrosa,
el don de ser espumosa
y fragancioso el verdor;
compuesta de tres virtudes,
de las tres a cuál más bellas,
porque hay, en cada una de ellas,
sabor, olor y color.
Humilde como la malva
su verde es de la pintura,
del pasto de la llanura
y el viejo sauce llorón;
es gaucha porque es indígena,
porque han nacido sus ráices
donde nacieron los máices
y el gaucho clavó el horcón.
Madrina de mi memoria
de jugo con espumita,
sabor donde el ser medita
y acuden recuerdos mil;
de unos ojos, de una imagen,
del nombre de un ser querido,
del beso que dio escondido
cuando se apagó el candil.
A veces ensillo un verde
y entro a campiar cosas idas,
entre las prendas perdidas
de mi noble corazón;
llego a las puertas de un nombre
y me responde el olvido:
la Rumualda tiene nido,
la Fausta es de otro varón.
De pronto trae mi memoria
tropillitas de recuerdos,
de citas y desacuerdos
arriados por su sabor;
de los celos de Ruperta
cuando me vido con Clara,
alzarla en mi malacara
entre un coloquio de amor.
En los líos amorosos
lo usaron para hacer daños,
para cobrar desengaños
y cazar tordos alzaos;
pero como el mate es gaucho,
aunque su almita es de palo,
nadie pudo hacerlo malo
y al fin quedaron chaquiaos.
Un mate y dos ojos pardos
me atormentaron la calma,
cuando se me entró en el alma
el amor de mi Asunción;
desde entonces hasta aquí
llevo en el alma engarzadas
el fuego de sus miradas
y el sabor de un cimarrón.
Tengo en mi poder un mate
como reliquia del suelo,
que a mi viejo tata abuelo
se lo regaló un mensú;
un día un golpe impensado
le agrietó su casco pampa,
y le retobé la estampa
con el buche de un ñandú.
(Foto: Keven Law)
El mate es de origen pampa,
semilla de mi terruño,
redondo, no es más que un puño
su casquito cimarrón;
y como la yerba es india
de exhuberancia salvaje,
su casquito es un brevaje
de profunda tradición.
El mate amargo fue siempre
un agasajo casero,
brindis para el forastero
y un deleite familiar;
hizo ambientes de tertulias
en las tardes campesinas,
bajo el zarzo de glicinas
y del ombú secular.
La madre naturaleza
nos dio su santo regalo,
en yerba de polvo y palo
de exquisito paladar;
como es gaucha por esencia
en cualquier parte es sociable,
agúita verde agradable,
halago de cada hogar.
Entre los dotes genuinos
tiene la de ser sabrosa,
el don de ser espumosa
y fragancioso el verdor;
compuesta de tres virtudes,
de las tres a cuál más bellas,
porque hay, en cada una de ellas,
sabor, olor y color.
Humilde como la malva
su verde es de la pintura,
del pasto de la llanura
y el viejo sauce llorón;
es gaucha porque es indígena,
porque han nacido sus ráices
donde nacieron los máices
y el gaucho clavó el horcón.
Madrina de mi memoria
de jugo con espumita,
sabor donde el ser medita
y acuden recuerdos mil;
de unos ojos, de una imagen,
del nombre de un ser querido,
del beso que dio escondido
cuando se apagó el candil.
A veces ensillo un verde
y entro a campiar cosas idas,
entre las prendas perdidas
de mi noble corazón;
llego a las puertas de un nombre
y me responde el olvido:
la Rumualda tiene nido,
la Fausta es de otro varón.
De pronto trae mi memoria
tropillitas de recuerdos,
de citas y desacuerdos
arriados por su sabor;
de los celos de Ruperta
cuando me vido con Clara,
alzarla en mi malacara
entre un coloquio de amor.
En los líos amorosos
lo usaron para hacer daños,
para cobrar desengaños
y cazar tordos alzaos;
pero como el mate es gaucho,
aunque su almita es de palo,
nadie pudo hacerlo malo
y al fin quedaron chaquiaos.
Un mate y dos ojos pardos
me atormentaron la calma,
cuando se me entró en el alma
el amor de mi Asunción;
desde entonces hasta aquí
llevo en el alma engarzadas
el fuego de sus miradas
y el sabor de un cimarrón.
Tengo en mi poder un mate
como reliquia del suelo,
que a mi viejo tata abuelo
se lo regaló un mensú;
un día un golpe impensado
le agrietó su casco pampa,
y le retobé la estampa
con el buche de un ñandú.
(Foto: Keven Law)
¡Si estos gringos!
Eche una copa, pulpero;
Viá sentar el mate amargo
y en seguidita me largo
como tatú pa su aujero.
No le mezquine, aparcero,
a ese vasito culón...
Había sío este nasión,
fiero... es que yo se lo diga,
lo mesmito que una hormiga
pa la casa del patrón.
¡Si estos gringos! ¡Ni que hablar!
Pa vender, mezquinos de uña,
pero clavan... la pezuña
cuando tocan a cobrar.
A poco de negociar
y cuando usté ni se sueña,
se le atracan a la dueña
del potrerito arrendáo
y le pagan al contáo
casa y campo y monte y leña.
Y toditos son ansina;
mientras no hayan güena suegra
se arranchan con cualquier negra
que de balde les cocina.
No quieren comer gayina
porque no les hace cuenta,
pero adoban la pulenta
con pajaritos guisáos,
porque estando amontonáos
de un tiro matan cincuenta.
En lo que no son mezquinos
-se entiende pa su provecho-
es en trasegar p'al pecho
lo mejor que viene en vinos.
En eso sí, son ladinos
estos gringos apestáos;
eyos comerán guisáos,
si a mano viene, de garras;
pero ¡hijos de una! en sus farras
p'al vino son delicáos.
Ahura digamé, paisano,
¡con semejantes padriyos
han de salir los potriyos
como pa parar la mano!...
Por eso hay cada orejano
con el lomo como cerro,
que no da descanso al fierro
cuando algún patacón filia,
y degueya a una familia
sin que se escape ni el perro.
Y dispués dice la gente
que es un indio el matador...
¿Indio? Acaso po el color
al yamarle indio no miente;
pero no es dejuramente
de la indiada de mis pagos,
que si en la guerra hace estragos
y mata en propia defensa,
pa la persona indefensa
nunca tuvo sino halagos.
Sanos consejos
(Pintura: Carlos Montefusco)
Güeno, amigo, arrimesé
si es que se cree pal amargo
criollazo y de tiro largo
como para una de a pie;
yo también lo seguiré
hocio a hocico ¡canejo!
volcándole algún reflejo
de mi experiencia oportuna,
como hace el sol con la luna
al contemplarla de lejos.
Veo que es muy cachorrito,
ladra fuerte y sin gobierno,
que vive en su hogar paterno
con sus padres y hermanitos.
Si algún día ¡Dios bendito!
los llegara a abandonar
y se lanzara a rodar
los caminos desparejos,
recuerde de estos consejos
humildes que le viá dar.
Nunca se haga el pendenciero
ni se achique demasiado;
cuando se vea mal parado,
no dispare, compañero,
nunca se haga de un ladero
para sostener su nombre,
de los guapos no se asombre
ellos saben lo que hacen:
ande hay yeguas potros nacen,
no hay distancia de hombre a hombre.
No se envicie en ningún juego
porque él labrará su ruina.
Y si pretende una china,
no se aboque ni sea ciego,
no se chamusque en el fuego
devorador del querer,
trátela de conocer
bien a fondo, compañero,
que suele ser embustero
el amor de la mujer.
Júyale a los adulones,
tienen ponzoña en el alma,
estime con fe y con calma
sólo a los sanos varones.
Si llega a ser padre un día,
haga de su hogra un templo,
legando el más rico ejemplo
a sus hijos como guía.
Deles paz, sabiduría
de la que ofrece la escuela,
como la madre lo anhela
para bien de su futuro,
la instrucción es pan seguro
que sustenta y no desvela.
Deles carrera y oficios,
que no se hagan haraganes,
si se convierten en truhanes
darán malos beneficios;
júyale a los artificios
de la gran vida moderna,
adore la sempiterna
y fértil Naturaleza,
que en ella está la grandeza
que da vida y nos gobierna.
Tenga por fe la doctrina
de Cristo y su religión,
templo sea su corazón
y altar su alma argentina,
porque el cielo la ilumina
a vuestra alma sincera
que en perpetua primavera
sigue su existencia en pos;
no hay más amigo que Dios
y un canario en la cartera.
Güeno, amigo, arrimesé
si es que se cree pal amargo
criollazo y de tiro largo
como para una de a pie;
yo también lo seguiré
hocio a hocico ¡canejo!
volcándole algún reflejo
de mi experiencia oportuna,
como hace el sol con la luna
al contemplarla de lejos.
Veo que es muy cachorrito,
ladra fuerte y sin gobierno,
que vive en su hogar paterno
con sus padres y hermanitos.
Si algún día ¡Dios bendito!
los llegara a abandonar
y se lanzara a rodar
los caminos desparejos,
recuerde de estos consejos
humildes que le viá dar.
Nunca se haga el pendenciero
ni se achique demasiado;
cuando se vea mal parado,
no dispare, compañero,
nunca se haga de un ladero
para sostener su nombre,
de los guapos no se asombre
ellos saben lo que hacen:
ande hay yeguas potros nacen,
no hay distancia de hombre a hombre.
No se envicie en ningún juego
porque él labrará su ruina.
Y si pretende una china,
no se aboque ni sea ciego,
no se chamusque en el fuego
devorador del querer,
trátela de conocer
bien a fondo, compañero,
que suele ser embustero
el amor de la mujer.
Júyale a los adulones,
tienen ponzoña en el alma,
estime con fe y con calma
sólo a los sanos varones.
Si llega a ser padre un día,
haga de su hogra un templo,
legando el más rico ejemplo
a sus hijos como guía.
Deles paz, sabiduría
de la que ofrece la escuela,
como la madre lo anhela
para bien de su futuro,
la instrucción es pan seguro
que sustenta y no desvela.
Deles carrera y oficios,
que no se hagan haraganes,
si se convierten en truhanes
darán malos beneficios;
júyale a los artificios
de la gran vida moderna,
adore la sempiterna
y fértil Naturaleza,
que en ella está la grandeza
que da vida y nos gobierna.
Tenga por fe la doctrina
de Cristo y su religión,
templo sea su corazón
y altar su alma argentina,
porque el cielo la ilumina
a vuestra alma sincera
que en perpetua primavera
sigue su existencia en pos;
no hay más amigo que Dios
y un canario en la cartera.
La carreta
(Pintura: Laroche)
Cantando a la patria amada
pasé mis años mejores,
y ahora siento los rigores
de aquella gloria pasada;
porque hoy que no tengo nada
paso la vida penando,
como quien va manotiando
entre pura agua salobre,
que llegar a viejo y pobre
es casi como irse ahogando.
El consuelo que me queda
es el del gaucho de garra,
que solloza en la guitarra
mientras la bola le rueda.
Y el de que, cuando no pueda
tocar siquiera un estilo
me quedará el refosilo
que da el acero templao,
como machete mellao
que en un tiempo tuvo filo.
Para el trabajo, soy franco,
aunque con poca fortuna,
trabajando a sol y a luna
no he sido lerdo ni manco;
a las faenas del campo
me aficioné de muchacho
y aunque hoy no me les agacho
como antes, con tanta gana,
suelo empuñar la picana
y encasquetarme mi gacho.
Esa afición de carrero
no he perdido ni un poquito,
y puedo, aunque sea al tranquito,
picar a un buen delantero.
La carreta que prefiero
es la antigua, la toldada,
que aunque de marcha pesada
ha de andar siempre distante
llevando yuntas de aguante
de quedarse empantanada.
Pues bueno; hace ya un tirón
que pico en una carreta
que por lo linda y paqueta
va llamando la atención;
de tan buena construcción
que en viaje de largo trecho,
siempre marchando derecho
en ninguna parte escolla;
la carreta es "La Criolla"
que va salvando el repecho.
Pronto tendremos, quizás,
la toldada en la cuchilla,
que no ha de ser maravilla
mientras sigamos en paz,
y mientras que el capataz
Braulio Araujo la maneje;
basta con que Dios nos deje
dos cosas en la bolada:
el aumentar la boyada
y el juntar sebo pal peje.
Y con esto me despido
saludando al auditorio
que a esta velada o velorio
como siempre ha concurrido;
y al despedirme les pido
que si el volver les es grato
desde ahora me cierren trato
para venirse en montón,
y pegarle... un coscorrón
al viejo Calisto el ñato.
Cantando a la patria amada
pasé mis años mejores,
y ahora siento los rigores
de aquella gloria pasada;
porque hoy que no tengo nada
paso la vida penando,
como quien va manotiando
entre pura agua salobre,
que llegar a viejo y pobre
es casi como irse ahogando.
El consuelo que me queda
es el del gaucho de garra,
que solloza en la guitarra
mientras la bola le rueda.
Y el de que, cuando no pueda
tocar siquiera un estilo
me quedará el refosilo
que da el acero templao,
como machete mellao
que en un tiempo tuvo filo.
Para el trabajo, soy franco,
aunque con poca fortuna,
trabajando a sol y a luna
no he sido lerdo ni manco;
a las faenas del campo
me aficioné de muchacho
y aunque hoy no me les agacho
como antes, con tanta gana,
suelo empuñar la picana
y encasquetarme mi gacho.
Esa afición de carrero
no he perdido ni un poquito,
y puedo, aunque sea al tranquito,
picar a un buen delantero.
La carreta que prefiero
es la antigua, la toldada,
que aunque de marcha pesada
ha de andar siempre distante
llevando yuntas de aguante
de quedarse empantanada.
Pues bueno; hace ya un tirón
que pico en una carreta
que por lo linda y paqueta
va llamando la atención;
de tan buena construcción
que en viaje de largo trecho,
siempre marchando derecho
en ninguna parte escolla;
la carreta es "La Criolla"
que va salvando el repecho.
Pronto tendremos, quizás,
la toldada en la cuchilla,
que no ha de ser maravilla
mientras sigamos en paz,
y mientras que el capataz
Braulio Araujo la maneje;
basta con que Dios nos deje
dos cosas en la bolada:
el aumentar la boyada
y el juntar sebo pal peje.
Y con esto me despido
saludando al auditorio
que a esta velada o velorio
como siempre ha concurrido;
y al despedirme les pido
que si el volver les es grato
desde ahora me cierren trato
para venirse en montón,
y pegarle... un coscorrón
al viejo Calisto el ñato.
Oro viejo
(Dibujo: Lauren de Bacco)
Cerca del móvil juncal
que con silueta gallarda
limita en forma de guarda
la alfombra del pastizal,
hay un albergue rural
en donde vive sonriente
un ejemplar resistente
de nuestras cosas primeras,
con setenta primaveras
arrugadas en la frente.
Aún sacude su pupila
la estela del tiempo muerto
cuando en el espacio abierto
giró su vida tranquila;
y todo aquello desfila
rebosando de ventajas,
con barullo de sonajas,
columpios de pontezuelas,
bordoneos de vihuelas
y crujidos de rodajas.
Aquél cuerpo modelado
por inmejorable artista
fue aquilón en la conquista
de su derecho vejado;
con el brazo arremangado
sintió el clarín de ordenanza,
y sin amor ni venganza,
sobre el resbaloso lomo,
contestó a la voz del plomo
con los brotes de su lanza.
Nacido para señor
de la selva que domina,
ha sembrado la colina
de hidalguía y de valor.
Hombre de alma superior
supo ser noble y austero,
su palabra fue de acero,
no precisó documentos,
y cumplió sus juramentos
como el mejor caballero.
Hoy no vale una pitada
porque no se necesita,
hoy es de raza maldita
que no sirve para nada.
Si tuvo alguna jornada
de la que quede el reflejo,
es sólo recuerdo añejo
que debe ser olvidado;
aunque sea oro sellado,
es oro... bastante viejo.
Cerca del móvil juncal
que con silueta gallarda
limita en forma de guarda
la alfombra del pastizal,
hay un albergue rural
en donde vive sonriente
un ejemplar resistente
de nuestras cosas primeras,
con setenta primaveras
arrugadas en la frente.
Aún sacude su pupila
la estela del tiempo muerto
cuando en el espacio abierto
giró su vida tranquila;
y todo aquello desfila
rebosando de ventajas,
con barullo de sonajas,
columpios de pontezuelas,
bordoneos de vihuelas
y crujidos de rodajas.
Aquél cuerpo modelado
por inmejorable artista
fue aquilón en la conquista
de su derecho vejado;
con el brazo arremangado
sintió el clarín de ordenanza,
y sin amor ni venganza,
sobre el resbaloso lomo,
contestó a la voz del plomo
con los brotes de su lanza.
Nacido para señor
de la selva que domina,
ha sembrado la colina
de hidalguía y de valor.
Hombre de alma superior
supo ser noble y austero,
su palabra fue de acero,
no precisó documentos,
y cumplió sus juramentos
como el mejor caballero.
Hoy no vale una pitada
porque no se necesita,
hoy es de raza maldita
que no sirve para nada.
Si tuvo alguna jornada
de la que quede el reflejo,
es sólo recuerdo añejo
que debe ser olvidado;
aunque sea oro sellado,
es oro... bastante viejo.
De güelta al pago
(Pintura: Errecaborde)
-¡Adiós, amigo Nicasio!
-¿Qué me cuenta don Besaires?
-Ya me ve, de Güenos Aires
rumbiando pa mi jogón.
Vengo enfermo y almirao
de ver cosas, aparcero,
que ni recordarlas quiero
porque me da comezón.
-¡Pucha que lo han cinchao flojo!
No lo créiba tan mulita,
cuando hay cosas tan bonitas
allá, sigún me han contao...
-Es verdá, pero amigaso,
me acaloro por instantes...
No es el Güenos Aires de antes,
está todito cambiao.
Viera el hembraje, cuñao,
se han güelto unas muñequitas,
con las polleras cortitas,
tusadas a lo varón.
Los vestidos transparentes
y sin ninguna bajera,
y en la trompa, si usté viera,
se han pintao un corazón.
Las pestañas encrespadas
como pa mirar p'arriba
y no es nada ¡virgen mía!
¡Vieja qué ojeras, cuñao!
Y a dos por tres, en la calle,
abren una maletita
y sacan de una cajita
un menjunje colorao.
Y entran a darle a la trompa
como a mancarrón ajeno
y se acomodan el pelo
de un modito encantador.
Se miran en el espejo
que train en la maletita,
y aparece en la trompita
jugueteando el corazón.
Todas andan como el tero,
las canillitas peladas
y las uñas bien pintadas
todas de color punzó.
Un zapatito de tientos
que van los pieses ajuera
y caminan, si usté viera,
¡qué tranco más llamador!...
Los mozos, es para rairse,
ninguno lleva sombrero,
es de almirarse, aparcero,
han cambiao de sopetón.
Todos andan en cabeza
con el pelo bien tirante,
de grasa bien relumbrante
para lucirla mejor.
Han traído de las Uropas
todo eso los estranjeros
y el hembraje, compañero,
se ha enancao en esa moda;
no hay morochas ni pa muestra;
todas son ruanas, cuñao,
todas de pelo encrespao
como patito son cola.
Y en los cafeses, si viera,
hay bandas de señoritas
a cuál de ellas más bonitas,
arregladas con primor.
Y en el salón, muchas mozas
con el vermute servido,
se prienden a un cigarrillo
que ni Dios sufre el jedor.
¿Y ésa es moda, don Nicasio?
¡Si es pa perder el sentido!
Al criollo ya lo ha estinguido
el progreso en su favor.
En nuestra tierra, amigaso,
gobiernan los europeos
y ya no es criollo el pueblero;
se ha convertido en nación.
-No dudo que tenga razón
en su juicio, don Besaires,
pero dirse a Güenos Aires
y volverse como jué,
permítame que le diga
que no es criollo verdadero.
Si yo entro en ese entrevero
no me güelvo como usté.
Me cuesta creer que hay güelto
sin haber echo una entrada...
-Esa es fruta reservada
para el pueblero, cuñao...
Al gaucho sólo le queda
desiar al fruta pintona
y no pensar ni por broma
que es para él ese bocao...
-Pues le aseguro que yo
voy a vender mi tropilla;
me visto de cajetilla
y rumbeo pal poblao.
Dejaré de ser Nicasio
si al correr esta carrera,
no me traigo una pueblera
de esas ruanas que he contao...
-¡Adiós, amigo Nicasio!
-¿Qué me cuenta don Besaires?
-Ya me ve, de Güenos Aires
rumbiando pa mi jogón.
Vengo enfermo y almirao
de ver cosas, aparcero,
que ni recordarlas quiero
porque me da comezón.
-¡Pucha que lo han cinchao flojo!
No lo créiba tan mulita,
cuando hay cosas tan bonitas
allá, sigún me han contao...
-Es verdá, pero amigaso,
me acaloro por instantes...
No es el Güenos Aires de antes,
está todito cambiao.
Viera el hembraje, cuñao,
se han güelto unas muñequitas,
con las polleras cortitas,
tusadas a lo varón.
Los vestidos transparentes
y sin ninguna bajera,
y en la trompa, si usté viera,
se han pintao un corazón.
Las pestañas encrespadas
como pa mirar p'arriba
y no es nada ¡virgen mía!
¡Vieja qué ojeras, cuñao!
Y a dos por tres, en la calle,
abren una maletita
y sacan de una cajita
un menjunje colorao.
Y entran a darle a la trompa
como a mancarrón ajeno
y se acomodan el pelo
de un modito encantador.
Se miran en el espejo
que train en la maletita,
y aparece en la trompita
jugueteando el corazón.
Todas andan como el tero,
las canillitas peladas
y las uñas bien pintadas
todas de color punzó.
Un zapatito de tientos
que van los pieses ajuera
y caminan, si usté viera,
¡qué tranco más llamador!...
Los mozos, es para rairse,
ninguno lleva sombrero,
es de almirarse, aparcero,
han cambiao de sopetón.
Todos andan en cabeza
con el pelo bien tirante,
de grasa bien relumbrante
para lucirla mejor.
Han traído de las Uropas
todo eso los estranjeros
y el hembraje, compañero,
se ha enancao en esa moda;
no hay morochas ni pa muestra;
todas son ruanas, cuñao,
todas de pelo encrespao
como patito son cola.
Y en los cafeses, si viera,
hay bandas de señoritas
a cuál de ellas más bonitas,
arregladas con primor.
Y en el salón, muchas mozas
con el vermute servido,
se prienden a un cigarrillo
que ni Dios sufre el jedor.
¿Y ésa es moda, don Nicasio?
¡Si es pa perder el sentido!
Al criollo ya lo ha estinguido
el progreso en su favor.
En nuestra tierra, amigaso,
gobiernan los europeos
y ya no es criollo el pueblero;
se ha convertido en nación.
-No dudo que tenga razón
en su juicio, don Besaires,
pero dirse a Güenos Aires
y volverse como jué,
permítame que le diga
que no es criollo verdadero.
Si yo entro en ese entrevero
no me güelvo como usté.
Me cuesta creer que hay güelto
sin haber echo una entrada...
-Esa es fruta reservada
para el pueblero, cuñao...
Al gaucho sólo le queda
desiar al fruta pintona
y no pensar ni por broma
que es para él ese bocao...
-Pues le aseguro que yo
voy a vender mi tropilla;
me visto de cajetilla
y rumbeo pal poblao.
Dejaré de ser Nicasio
si al correr esta carrera,
no me traigo una pueblera
de esas ruanas que he contao...
martes, 26 de julio de 2011
El volvedor
(Pintura: Rodolfo Ramos)
El caballo volvedor
dicen algunos, que nace,
también se enseña y se hace
si es costante el domador.
Es más fácil y mejor
si está bien amadrináo
y a la vez aquerenciáo.
Con un manso, hasta aprender
se larga y se hace volver
cada vez más alejáo.
No hay nada que lo aventaje
si se enseña con pasencia
sirvió en nuestra independencia
pa volver con un mensaje.
Se lleva de tiro en viaje,
se "vicha" la madriguera,
y cuando el baquiano quiera
lo larga con el trienzáo
en un lugar acordáo
y oculto de la clinera.
El mensaje en la clinera
de un caballo volvedor
siempre ha sido lo mejor
qu'en la guerra se tuviera.
Se hace en distintas maneras,
un río, grueso trienzáo,
un arroyo, un deriváo,
y a una de esas ramazones
un ñudo a las posiciones
que el enemigo ha ocupáo.
Pingo habituado a volver
casi nunca galopea,
largo y parejo trotea
sin tomar agua o comer.
Corta campo sin saber
por instinto rumbeador
y si algún conocedor
de su misión lo persigue,
cruza a nado un río y sigue
como hace el chasque mejor.
Me decía una hechicera
que al caballo volvedor
le puso alas el Creador,
de paloma mensajera;
sabe esconderse a'nde quiera.
De día no anda la loma,
el agua al trote la toma,
despunta al trote una mata.
Tiene la yel en la pata
lo mesmo que la paloma.
Hubo un volvedor mentáo
un picazo gargantilla
que tenía en la rodilla
un lobanillo colgáo.
Volvedor muy afamáo
de resitencia infinita
y por una jugadita
anduvo en noche cerrada,
entre oración y alborada
setenta leguas justitas.
El caballo volvedor
dicen algunos, que nace,
también se enseña y se hace
si es costante el domador.
Es más fácil y mejor
si está bien amadrináo
y a la vez aquerenciáo.
Con un manso, hasta aprender
se larga y se hace volver
cada vez más alejáo.
No hay nada que lo aventaje
si se enseña con pasencia
sirvió en nuestra independencia
pa volver con un mensaje.
Se lleva de tiro en viaje,
se "vicha" la madriguera,
y cuando el baquiano quiera
lo larga con el trienzáo
en un lugar acordáo
y oculto de la clinera.
El mensaje en la clinera
de un caballo volvedor
siempre ha sido lo mejor
qu'en la guerra se tuviera.
Se hace en distintas maneras,
un río, grueso trienzáo,
un arroyo, un deriváo,
y a una de esas ramazones
un ñudo a las posiciones
que el enemigo ha ocupáo.
Pingo habituado a volver
casi nunca galopea,
largo y parejo trotea
sin tomar agua o comer.
Corta campo sin saber
por instinto rumbeador
y si algún conocedor
de su misión lo persigue,
cruza a nado un río y sigue
como hace el chasque mejor.
Me decía una hechicera
que al caballo volvedor
le puso alas el Creador,
de paloma mensajera;
sabe esconderse a'nde quiera.
De día no anda la loma,
el agua al trote la toma,
despunta al trote una mata.
Tiene la yel en la pata
lo mesmo que la paloma.
Hubo un volvedor mentáo
un picazo gargantilla
que tenía en la rodilla
un lobanillo colgáo.
Volvedor muy afamáo
de resitencia infinita
y por una jugadita
anduvo en noche cerrada,
entre oración y alborada
setenta leguas justitas.
No hay suegra como la mía...
Mi suegra es la viejecita
mas sutil y encantadora,
tiene un trato que enamora
¡viera qué linda joyita!
Juega al fútbol, trota, grita;
jamás se calla un segundo,
con el loro la confundo,
levanta pesas, torea
y hay que ver como boxea:
parece un campeón del mundo.
Todas las dulces mañanas
simpática me despierta,
me tira abajo la puerta,
me prende fuego la cama,
la ropa me desparrama,
me esconde los pantalones,
me da cada mordiscones,
me araña, parece un gato,
y dentro de los zapatos
siempre esconde unos ratone.
Al llegar al mediodía,
reunidos en nuestra mesa,
con suave acento así empieza:
"¡Qué yerno de porquería,
¿porqué no se moriria?..."
y se expresa en alaridos
mas luego toda en cumplidos
me dice la viejecita:
"%Tome yerno la sopita
que es todo vidrio molido".
Yo no me puedo explicar
como hay yernos que se olvidan
de sus suegras... las cuidan
y no les suelen versear,
mas yo no he de claudicar
tendrá mi galantería.
La vida me jugaría
por ella en todo momento
soy el yerno más contento:
¡no hay suegra como la mia!
lunes, 25 de julio de 2011
El peludo Francisco
Cuando el peludo Francisco,
compadre del zorro Juan,
desde unos montes que están
sobre los campos del fisco;
pensaron que algún arisco
habría nomás que voltear
porque al ponerse a mirar
de la última carneada,
ya no les quedaba nada,
ni un hueso pa sancochar.
Por eso ni bien pintó
la campaña entre dos luces,
rodió el zorro sus ñanduces
y un "moro" grande ensiyó.
El peludo embozaló
de su tropilla'e guanacos
un gatiao fino y macaco,
pero que era ligerazo
pa correr en campo raso
como entre los alpatacos.
Como una heroica figura
salió el peludo en su esfera,
con dos pares de potrera
bien ceñida a la cintura.
Y el zorro con más holgura
sobre su moro machazo,
dijo: "Vi'alzar por si acaso
el trenzáo que usted me dió
porque la verdá es que yo
me tengo más fe pa'l lazo".
No habían andáo una legua,
cuando vieron a lo lejos,
con un padrillo azulejo
una manada de yeguas.
-"Como aquí no hay que dar tregua",
dijo el zorro sin imploro,
"Usted Francisco que es toro
si me las pudiera echar,
yo alguna vi'acollarar
a la asidera del moro".
El peludo sin complejo
le dijo: -"Usted estése atento
que yo, no dándome el viento,
me le vi'árrimar de lejos".
Y pa cuando el azulejo
quiso alertar su yeguada
ya el peludo a carcajadas
venía gritando: "¡¡Juan,
no erres por Dios que allí van
toditas amontonadas!!"
Salió el zorro revoleando
con barrios royos y armada,
grande como una alborada
que al campo va despertando.
Y al tirarle carculando
a una potranca rosilla,
sólo enlazó una jarilla
y allí quedó un alma criolla
golpeándose con la argolla
de rabia en las carretillas.
El peludo desbocáo
pasó por la polvadera,
revoleando las potreras
sobre su pingo inclináo.
y al ver al zorro enredáo
le gritó: -"¡Saque las botas!",
y mientras que el viento azota
de los baguales el tuse
le juntó los caracuses
a una tordilla grandota.
Y al peludo degollara
tenía la yegua en el suelo,
cuando el zorro caido en pelo
llegó arroyando la armada.
Y al tenerla desollada
desde el lomo hasta las patas,
cuando Juan decía: -"¡A gaaatas
le erré el tiro por descuido"...,
se oyeron unos gruñidos
que hacían tiritar las matas.
-"Qué desgracia", dijo el zorro,
"¡Qué negro el destino mío,
parece de que mi tío
nos mira de cada morro!..."
Era el león que en un matorro
había estáo echando un sueño
y al sentir el desmpeño
de inmensa yegua voleada
presintiendo la carneada
se arrimó frunciendo el seño.
Juancito temblando entero
lo saltó al moro apuráo,
y el peludito empacáo
solo dió vuelta el talero.
Y en cuanto el león carnicero
empezó a comer de pié,
gritó el peludo con fe:
-"¡Pare don León, los mordiscos,
porque al peludo Francisco
naides le ensucia la res!"
Le tiró el león un zarpazo
que el peludo muy ligero,
le paró con el talero
pero igual cayó fieraso.
Entonces el zorro gauchaso
empezó a gritar sin yerro,
"¡Compadre! ahí vienen diez perros
así que una cueva gane",
y el león temiendo a los canes
juyó también a los cerros.
Reiba el zorro a carcajadas
viendo al tío disparar,
y el peludo al dispertar
le victorió la cargada.
Y con la yegua carniada
sobre los recados chatos,
el zorro en sus arrebatos
decía rumbo a la cueva:
-"¡Ahura sí que truene y llueva
que aquí hay carne para rato!".
El rastriador (de Alejandrino Victoria)
Ha servido el rastriador
pa'saber, en paz o en guerra,
qué rumbo sobre la tierra
ha seguido un resertor,
pa'comprobarle a un traidor
las güeltas y las andadas,
pa'saber las caballadas
de un ejército enemigo
y cuándo lleva consigo
carretas y armas pesadas.
El que lleva lo que sabe
hasta el fondo del olvido,
por mucho que háiga sabido
en cualquier "guayaca" cabe;
se hundirá con él la nave
y su precioso carguero.
Mas el que cruzó el sendero
aprendiendo y enseñando
jué'n bien de tuitos sembrando
como un santo milagrero.
Te vi'á dejar por herencia,
y en pago de tu bondá
mi poncho, mi chiripá,
mi saber y mi esperiencia.
Escuchame con pacencia
pa'saber lo qu'ella encierra:
el rastriador en la guerra
es secreto militar
y un soldao lo ha de llevar
hast'abajo de la tierra.
Pero te lo dejo a vos...
(mi conciencia lo dispone)
que la patria me perdone,
que ha de perdonarme Dios.
Mas, que quede entre los dos
guardáo en el corazón,
y, aunque estas cosas no son
pa'salir nunca de aquí,
no sé por qué sos pa'mi
mi propia continuación.
No usé ni una brujería
pa'en un rastro borroniáo
saber cuándo había pasáo
gent'el pago o polecía.
Supe decir quién vestía
"tapa rabo" o chiripá.
Quien no estudie de verdá
esa cencia, te aseguro,
qu'es buscar en cuart'oscuro
gato negro que no está.
Le arrancó al mont'el matrero
muchas cosas inoradas,
y el baquiano, a las quebradas,
la cencia del derrotero;
el rastriador tesonero
se inclinó sobre las güellas,
y anduvo rastriando en ellas
largamente y una a una,
mil veces, con luz de luna,
de rejucilos o estrellas.
Y le aprendió los caminos
de nuestro campo anchuroso
un lenguaje misterioso
escrito en extraños sinos;
los arroyos cristalinos
sus secretos revelaron;
todas las sendas hablaron,
los pasos y los esteros,
y los hábiles cuatreros
ante un rastriador temblaron.
Hay de "lomos" un montón
pero son los más usáos
el de "chancho", el de "venáo",
el "derecho" y el "sillón";
está el largo, de "porrón"
y está el corto, de "tinaja",
"Lunanco" de "cruces bajas"
"cacunda" y alto, de "alzada",
el de orilla, ramaliada
y el "lomo'e cobra" (con fajas).
Sé, en un resto de baguales,
si va madrina o padrillo,
y, sobr'el renglón del trillo
marco sinos desiguales;
descubro en los arenales
la ranilla con "tramojo",
y marco en cualquier rastrojo,
a'nde se hunda la pisada,
"vejigas", "taba cargada",
"cuerda tensa" o "ñudo flojo".
"Sepan que un vaso vetiáo
se gasta en la parte blanca
y que un defecto en el anca
le imprime forma al candáo.
Con el ojo ejercitáo
se descubren maravillas;
siempre crecen las ranillas
según del pingo el color,
y áhi deduce el rastriador
el pelo de las tropillas.
Conozco el caballos espiáo...
Ni qué hablar del andador,
el tuerto o testeriador,
el que va suelto o montáo;
sé también si va ensilláo
y con la cincha'apretada...
y, a'nde pase una cañada
o atraviece algún bañáo,
si tiene el "marlo" quebráo
o lleva la cola atada.
Pingo de vasos caldiáos
marca "lomos" con costillas
y es, pa mí, cosa sencilla
conocer si vá cansáo,
si lleva freno o bocáo,
si es de campo o parejero
y a'nde s'empriest'el sendero,
me animo a reconocer
si lo monta una mujer
o se va en él un matrero.
Si es del sur, vaso extendido,
del norte, vaso estilláo,
chapin duro y mal gastáo;
de arenas, vaso pulido.
Mas no falla un entendido
que venga "enredando" el trillo,
y, aunque no es nada sencillo,
si el hombr'es conocedor
embarulla al rastriador
cambiando un vaso a cuchillo.
Mi moro
(Pintura: Francisco Madero Marenco)
Como sé que hay en'to'avía
caballos por más de un láo
gÚenos y a nombre ganáo
a baliza y pulpería,
yo por mi parte quedría
-si me permiten dentrar-
con tiempo de alivianar
a mi moro parejero
qu'está de campo, y prefiero
el poderlo engalponar.
Un poco conocedor,
no me es trabajo pensar
que en fija voy a topar
parejeros de mi flor.
¿Temerles?... Ni por error,
pues no es la costumbre mía,
más desventaja tendría
porque el mío, en las tropiadas,
lo apronté a cincha apretada
y freno en las pulperías.
Y así y todo, compañeros,
tiene la familia ganada
en donde la paisanada
embrujó sus parejeros.
Siempre entró entre los primeros
en las pencas d'elegidos
y las veces que he corrido
mano a mano, en cualquier tiro,
jue, más que un viento un suspiro,
por la baliza tendido.
No lo mento porque sí;
son testigos los paisanos
de Mariscala, Lascano,
Blanquiada y Arazatí;
ganó en Polanco del Yí
con recargo de algún quilo,
de punta a punta, en su estilo,
sin rebenque y sin espuela,
a uno como el de Portela
que el ganó a "Rejucilo".
Con ese triunfo enancáo
sobre triunfos anteriores
los tapé en tierra, en Tambores,
y crucé pa'l otro láo.
Allá le gané a un bragáo
de un estanciero entrerriano.
Y un famoso porcelano
de un jugador correntino
(como hondazo, en el camino)
"comió cola", mano a mano.
De ese caballo decía
la gente d'esos lugares
que a fantásticos altares
lo elevó su aparecería.
Desde Corrientes venía
siempre ganando y ganando,
con la plata reventando
tiradores y maletas,
que precisaban carretas
pa'dir el "botín" cargando.
Acampaban a'nde quiera
estaquiando el carperío
con tan lindo chinerío
qu'entusiasmaba a cualquiera;
pronto, la comarca entera
s'empezaba a preparar,
y tráiban, pa'redotar
al caballo porcelano,
lo más ligero que al llano
soltó Dios a disparar.
En el Chaco lo corrieron
los Luna con su gatíao,
los Yánes con un tostáo
muy güeno... y también perdieron!
En dispués lo persiguieron
con un zaino los Macieles,
y allá en los andariveles
de una cancha brasilera
la dio puesta con "Pantera",
del cuarterón Chico Véles.
Y yo le gané cortáo
en el tiro qu'eligieron
p'ahorcarlo -según dijeron-
a lazo bien estiráo.
Si los vieran!... enojáos,
rayando los redomones;
largaban los patacones
como con rabia y gritando,
a lo pampa revoliando
los ponchos y los facones.
El dueño andaba juído
(a pique el sombrero gacho)
lo mesmo qu'el ñandú macho
de la bandada corrido.
Lo imaginé un forajido
duro de alma y de colmillo.
P'atracarse a este caudillo
será mejor, (malicié)
peliar un yaguareté
que ya ha probado el cuchillo.
El hombre debe peliar
cuando es, peliar un deber;
mas debe un esfuerzo hacer
por er si puede evitar.
Desgracia grande es matar,
comparada con vivir,
mas del paso hay que salir,
así lo entiendo y lo explico:
de dos males, el más chico
elijo, si hay qu'elejir.
-o0o-
De riendas, le corrí a un mozo
con fama de pendenciero,
hijo de un rico estanciero,
en un oscuro precioso.
Tráiba un chapiáo asombroso
engarzáo en plata y oro,
y aunque el mío estaba "loro"
no me asustó la presencia.
Al llegar a la sentencia
asomó el fiador, mi moro.
En la costa del Pescáo
otra ocasión cayó un viejo
que tráiba un flete azulejo
con trompeta y enmantáo,
parejero muy mentáo
que ya naides le corría,
fama de güeno tenía
en diez pagos, por lo menos.
"Al que le pongan el freno!"
gritaba el viejo, ese día.
Despacio me le acerqué
por ojiarlo, al parejero,
y le dije: "Compañero,
plata y tiro marquemé"
Me pesó, porque me hallé
más seco que legua'e loro;
el viejo me tapó en oro,
yo hasta el facón empeñé...
Ese día, cuasi pelié
por haber ganáo mi moro.
Más tarde, siendo animal
con tres posturas de freno,
le gané a un tostao muy güeno
de un comisario rural;
era un lindo semental
más codiciáo que un tesoro.
El gauchaje gritó en coro:
"El tostáo, y no hay que hablar"
y yo tuve que arrollar,
pero había ganáo mi moro.
-o0o-
En él, iba repechando
alta cuesta del camino
en donde Airala y Justino
cayeron, los dos, peliando.
En él, andaba rodando
en toda cancha o terreno,
ya en lo malo, ya en lo güeno,
ya en la doma, ya en la trilla,
cuando largué al tal Bonilla
en pelo, sobre un ajeno.
Pingo amigo y "de mi flor"
que tanto me acompañó
y un pago entero paró
allá en mi tiempo mejor.
Sin plata en el tirador
me agarró la paisanada
aquella tarde dorada
cuando el indio triste y frío
"contemplaba aquél gentío
con su gran tristeza aindiada".
En él, llegué a Retamosa
cuando un toro pa'novillo
cornió al niño lazarillo
de un tal Pantalión Reinosa;
una carrera preciosa
había, ese día, atáo...
Perdí lo depositáo
y triste empecé a ensillar,
al ver al ciego llorar,
del niño muerto abrazáo.
Mi pingo moro cruzó
la inmensa noche sin luz,
con la ayuda de Jesús,
y una carpeta engrilló.
Jué el mismo que atravesó
por sobre campos aráos,
cerrilladas y alambráos,
como un apuro d'estrella
pa'tráirle un remedio a ella,
qu'en el rancho había quedáo.
La acostumbré en los guadales
a cruzar sin enterrarse
y a tranquiar sin fatigarse
en los flojos arenales.
Lo hundía en los esterales,
qu'es pior que correr bolíao;
a saltar acostumbráo
-porqu'en eso lo costiaba-
como un pájaro cruzaba
zanjas, cercos y alambráos.
Como pingo nadador,
era un remo cada pata
y lo ha visto el ancho Plata
brillar, sobre él, con primor.
Mi chapiáo dominguiador
valió un Potosí en su lomo,
y sobre el lindo azul plomo
de su pelaje lustroso
jué, mi poncho, un fabuloso
tendido alón policromo.
-o0o-
Si juega a mi parejero,
de mi pago caulisquiera
me alienta d'esa manera
como si juera el pampero.
Si se me une un compañero,
que soy Fierro... me parece;
mi valor se duebla, y crece
de mi gran pingo la estampa.
ENTRE DOS, NO DIGO A UN PAMPA...
A LA TRIBU, SI SE OFRECE!
No va a ser la vez primera
qu'enfrente solo, en mis días,
resecas aparcerías
de gente toda estanciera.
Decía Iyazuiré: "Ande quiera
habrá un Dios que nos ampare.
No disparo ni dispare,
compañero, que no hay chucho.
VAMOS, EN UN MISMO PUCHO,
A PRENDERLE HASTA QUE ACLARE.
Y no es alabanza mía,
tengo pa'decir razón:
mi moro, de redomón,
pueden creer que yo corría.
Iyazuiré me decía:
"Tienen que correrle en yunta
a las cabezas les junta,
de riendas y sin cuidar.
LA ESPINA QUE VA A PINCHAR
DENDE CHICA TIENE PUNTA.
Y cruzó mi maravilla
diez años sobre el recáo,
al tranco tras el ganáo
o suelto con la tropilla,
siempre sembrando semilla
de fama, por sierra o llano.
Menos mal que ni un paisano,
comandante o polecía
me dijo QUE LO QUERÍA
PA'ENSEÑARLO A COMER GRANO.
Corrí en él, y correré,
en todos los pagos míos,
en Río Grande, en Entre Ríos,
y hasta Misiones llegué.
He ganáo, y ganaré,
sin achicar la parada;
no hay plata, gancho ni nada
que me lo haga echar p'atrás
Y HE JURADO QUE JAMÁS
ME LA HAN DE LLEVAR ROBADA.
Si llego a perder rodando
no faltará alguna china
pa'sentarle al moro encima
(qu'es también salir ganando).
No me han de doblar jugando,
un "güeso" lo sé tirar,
y nunca suele faltar
un "monte" donde seguir,
UN PAJAL DONDE DORMIR
NI UN MATAMBRE QUE ENSARTAR.
Hasta el alma jugaría,
en ésta o en la otra Banda,
qu'el que en pago ajeno anda
tiene poca aparcería.
He quemáo, con valentía,
hasta el último cartucho,
mas no juego el moro. Es mucho!
Antes, la última pilchita...
SIEMPRE EL GAUCHO NECESITA
UN PINGO PA'FIARLE UN PUCHO.
En mi gran moro sentáo
juí dos veces orejano,
capitán de monte y llano
diez años sobre el recáo.
A sus patas he jugáo
lo qu'en amores perdí;
ni el gran cerro Potosí
dio tanto. Si lo largaba,
EN CUANTO YO LE SILBABA
VENÍA A RECOSTARSE EN MÍ.
Hoy, es pingo de leyenda;
lo ensillo cuando un amor
me saca cabrestiador,
a rastriar alguna senda.
Va jugando con las riendas
como un guía en mis malones.
¿Quién pierde esas ocasiones
cuando un camoatí lo asalta?
PUES NO ESTÁ LIBRE DE FALTAS
QUIEN NO ESTÁ DE TENTACIONES.
Como sé que hay en'to'avía
caballos por más de un láo
gÚenos y a nombre ganáo
a baliza y pulpería,
yo por mi parte quedría
-si me permiten dentrar-
con tiempo de alivianar
a mi moro parejero
qu'está de campo, y prefiero
el poderlo engalponar.
Un poco conocedor,
no me es trabajo pensar
que en fija voy a topar
parejeros de mi flor.
¿Temerles?... Ni por error,
pues no es la costumbre mía,
más desventaja tendría
porque el mío, en las tropiadas,
lo apronté a cincha apretada
y freno en las pulperías.
Y así y todo, compañeros,
tiene la familia ganada
en donde la paisanada
embrujó sus parejeros.
Siempre entró entre los primeros
en las pencas d'elegidos
y las veces que he corrido
mano a mano, en cualquier tiro,
jue, más que un viento un suspiro,
por la baliza tendido.
No lo mento porque sí;
son testigos los paisanos
de Mariscala, Lascano,
Blanquiada y Arazatí;
ganó en Polanco del Yí
con recargo de algún quilo,
de punta a punta, en su estilo,
sin rebenque y sin espuela,
a uno como el de Portela
que el ganó a "Rejucilo".
Con ese triunfo enancáo
sobre triunfos anteriores
los tapé en tierra, en Tambores,
y crucé pa'l otro láo.
Allá le gané a un bragáo
de un estanciero entrerriano.
Y un famoso porcelano
de un jugador correntino
(como hondazo, en el camino)
"comió cola", mano a mano.
De ese caballo decía
la gente d'esos lugares
que a fantásticos altares
lo elevó su aparecería.
Desde Corrientes venía
siempre ganando y ganando,
con la plata reventando
tiradores y maletas,
que precisaban carretas
pa'dir el "botín" cargando.
Acampaban a'nde quiera
estaquiando el carperío
con tan lindo chinerío
qu'entusiasmaba a cualquiera;
pronto, la comarca entera
s'empezaba a preparar,
y tráiban, pa'redotar
al caballo porcelano,
lo más ligero que al llano
soltó Dios a disparar.
En el Chaco lo corrieron
los Luna con su gatíao,
los Yánes con un tostáo
muy güeno... y también perdieron!
En dispués lo persiguieron
con un zaino los Macieles,
y allá en los andariveles
de una cancha brasilera
la dio puesta con "Pantera",
del cuarterón Chico Véles.
Y yo le gané cortáo
en el tiro qu'eligieron
p'ahorcarlo -según dijeron-
a lazo bien estiráo.
Si los vieran!... enojáos,
rayando los redomones;
largaban los patacones
como con rabia y gritando,
a lo pampa revoliando
los ponchos y los facones.
El dueño andaba juído
(a pique el sombrero gacho)
lo mesmo qu'el ñandú macho
de la bandada corrido.
Lo imaginé un forajido
duro de alma y de colmillo.
P'atracarse a este caudillo
será mejor, (malicié)
peliar un yaguareté
que ya ha probado el cuchillo.
El hombre debe peliar
cuando es, peliar un deber;
mas debe un esfuerzo hacer
por er si puede evitar.
Desgracia grande es matar,
comparada con vivir,
mas del paso hay que salir,
así lo entiendo y lo explico:
de dos males, el más chico
elijo, si hay qu'elejir.
-o0o-
De riendas, le corrí a un mozo
con fama de pendenciero,
hijo de un rico estanciero,
en un oscuro precioso.
Tráiba un chapiáo asombroso
engarzáo en plata y oro,
y aunque el mío estaba "loro"
no me asustó la presencia.
Al llegar a la sentencia
asomó el fiador, mi moro.
En la costa del Pescáo
otra ocasión cayó un viejo
que tráiba un flete azulejo
con trompeta y enmantáo,
parejero muy mentáo
que ya naides le corría,
fama de güeno tenía
en diez pagos, por lo menos.
"Al que le pongan el freno!"
gritaba el viejo, ese día.
Despacio me le acerqué
por ojiarlo, al parejero,
y le dije: "Compañero,
plata y tiro marquemé"
Me pesó, porque me hallé
más seco que legua'e loro;
el viejo me tapó en oro,
yo hasta el facón empeñé...
Ese día, cuasi pelié
por haber ganáo mi moro.
Más tarde, siendo animal
con tres posturas de freno,
le gané a un tostao muy güeno
de un comisario rural;
era un lindo semental
más codiciáo que un tesoro.
El gauchaje gritó en coro:
"El tostáo, y no hay que hablar"
y yo tuve que arrollar,
pero había ganáo mi moro.
-o0o-
En él, iba repechando
alta cuesta del camino
en donde Airala y Justino
cayeron, los dos, peliando.
En él, andaba rodando
en toda cancha o terreno,
ya en lo malo, ya en lo güeno,
ya en la doma, ya en la trilla,
cuando largué al tal Bonilla
en pelo, sobre un ajeno.
Pingo amigo y "de mi flor"
que tanto me acompañó
y un pago entero paró
allá en mi tiempo mejor.
Sin plata en el tirador
me agarró la paisanada
aquella tarde dorada
cuando el indio triste y frío
"contemplaba aquél gentío
con su gran tristeza aindiada".
En él, llegué a Retamosa
cuando un toro pa'novillo
cornió al niño lazarillo
de un tal Pantalión Reinosa;
una carrera preciosa
había, ese día, atáo...
Perdí lo depositáo
y triste empecé a ensillar,
al ver al ciego llorar,
del niño muerto abrazáo.
Mi pingo moro cruzó
la inmensa noche sin luz,
con la ayuda de Jesús,
y una carpeta engrilló.
Jué el mismo que atravesó
por sobre campos aráos,
cerrilladas y alambráos,
como un apuro d'estrella
pa'tráirle un remedio a ella,
qu'en el rancho había quedáo.
La acostumbré en los guadales
a cruzar sin enterrarse
y a tranquiar sin fatigarse
en los flojos arenales.
Lo hundía en los esterales,
qu'es pior que correr bolíao;
a saltar acostumbráo
-porqu'en eso lo costiaba-
como un pájaro cruzaba
zanjas, cercos y alambráos.
Como pingo nadador,
era un remo cada pata
y lo ha visto el ancho Plata
brillar, sobre él, con primor.
Mi chapiáo dominguiador
valió un Potosí en su lomo,
y sobre el lindo azul plomo
de su pelaje lustroso
jué, mi poncho, un fabuloso
tendido alón policromo.
-o0o-
Si juega a mi parejero,
de mi pago caulisquiera
me alienta d'esa manera
como si juera el pampero.
Si se me une un compañero,
que soy Fierro... me parece;
mi valor se duebla, y crece
de mi gran pingo la estampa.
ENTRE DOS, NO DIGO A UN PAMPA...
A LA TRIBU, SI SE OFRECE!
No va a ser la vez primera
qu'enfrente solo, en mis días,
resecas aparcerías
de gente toda estanciera.
Decía Iyazuiré: "Ande quiera
habrá un Dios que nos ampare.
No disparo ni dispare,
compañero, que no hay chucho.
VAMOS, EN UN MISMO PUCHO,
A PRENDERLE HASTA QUE ACLARE.
Y no es alabanza mía,
tengo pa'decir razón:
mi moro, de redomón,
pueden creer que yo corría.
Iyazuiré me decía:
"Tienen que correrle en yunta
a las cabezas les junta,
de riendas y sin cuidar.
LA ESPINA QUE VA A PINCHAR
DENDE CHICA TIENE PUNTA.
Y cruzó mi maravilla
diez años sobre el recáo,
al tranco tras el ganáo
o suelto con la tropilla,
siempre sembrando semilla
de fama, por sierra o llano.
Menos mal que ni un paisano,
comandante o polecía
me dijo QUE LO QUERÍA
PA'ENSEÑARLO A COMER GRANO.
Corrí en él, y correré,
en todos los pagos míos,
en Río Grande, en Entre Ríos,
y hasta Misiones llegué.
He ganáo, y ganaré,
sin achicar la parada;
no hay plata, gancho ni nada
que me lo haga echar p'atrás
Y HE JURADO QUE JAMÁS
ME LA HAN DE LLEVAR ROBADA.
Si llego a perder rodando
no faltará alguna china
pa'sentarle al moro encima
(qu'es también salir ganando).
No me han de doblar jugando,
un "güeso" lo sé tirar,
y nunca suele faltar
un "monte" donde seguir,
UN PAJAL DONDE DORMIR
NI UN MATAMBRE QUE ENSARTAR.
Hasta el alma jugaría,
en ésta o en la otra Banda,
qu'el que en pago ajeno anda
tiene poca aparcería.
He quemáo, con valentía,
hasta el último cartucho,
mas no juego el moro. Es mucho!
Antes, la última pilchita...
SIEMPRE EL GAUCHO NECESITA
UN PINGO PA'FIARLE UN PUCHO.
En mi gran moro sentáo
juí dos veces orejano,
capitán de monte y llano
diez años sobre el recáo.
A sus patas he jugáo
lo qu'en amores perdí;
ni el gran cerro Potosí
dio tanto. Si lo largaba,
EN CUANTO YO LE SILBABA
VENÍA A RECOSTARSE EN MÍ.
Hoy, es pingo de leyenda;
lo ensillo cuando un amor
me saca cabrestiador,
a rastriar alguna senda.
Va jugando con las riendas
como un guía en mis malones.
¿Quién pierde esas ocasiones
cuando un camoatí lo asalta?
PUES NO ESTÁ LIBRE DE FALTAS
QUIEN NO ESTÁ DE TENTACIONES.