(Foto: Eduardo Amorim)
Un ranchito y un sauzal,
dos bellezas argentinas:
es un agreste zarzal
tejido por un rosal,
madreselvas y glicinas.
Sobre de ese criollo alero
guarnecido de colores,
trinó en las tardes de enero
la calandria y el jilguero,
zorzales y ruiseñores.
Allí vivía la hermosa
paisana de mis amores,
tierna cual la mariposa
en un pimpollo de rosa
descollando entre sus flores.
Pero mi paisana un día
dejó el rancho y el vergel;
marchitó su lozanía.
Dejando en el alma mía
amargo trago de hiel.
Ya no ha quedado una flor
en el agreste zarzal
ni trinos de ruiseñor.
Parece que era su amor
la vida de aquél rosal.
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