(Pintura: Errecaborde)
Vida triste ¡la gran perra!
es la del gaucho matrero
que cruza triste el sendero
con la policía en guerra.
En la solitaria sierra
se oculta con precisión,
desconfiando que a traición
le hagan alguna emboscada;
y eche una chapetonada
por andar sin precaución.
Perdió ese paisano el nombre,
hijos, mujer, la querencia;
él ve su pobre existencia
sin que por eso se asombre.
Comprendiendo que es el hombre
de todo el mundo contrario,
en un punto solitario
formó su triste guarida;
y pasa su amarga vida
de matrero temerario.
Jué como todos honráo,
generoso, güen paisano;
pero su destino vano
la mala suerte ha labráo
pues la ley lo ha derrotáo,
por la ley anda vagando
y en tuitos laos observando
con mirada recelosa,
pues en su vida azarosa
vive alerta y desconfiando.
Busca para mantención
cualquier ave montesina,
a veces se determina
a recorrer la extensión.
Sale y hace una excursión
a lo largo del sendero;
carnea el mejor ternero
que se le cruza a su paso,
y pa no dormir al raso
pone como techo el cuero.
Allá en la pampa se anida
para consolar sus males;
se alberga entre los cardales
como una cosa perdida.
Sosteniendo de la brida
un pingo brioso y ligero;
y cuando juye el matrero,
no hay caballo que lo alcance.
Aunque el policía se lance
en el mejor parejero.
Como conoce baquiano
el sendero donde pisa,
como el humo se desliza
por la sierra o por el llano.
Cruza errante este paisano
la pampa con el ojo experto;
se aclimata en el desierto
como una fiera salvaje,
en el pampeano paraje
por la inmensidad cubierto.
(Pintura: Zavattaro)
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