"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
lunes, 25 de julio de 2011
El rastriador (de Alejandrino Victoria)
Ha servido el rastriador
pa'saber, en paz o en guerra,
qué rumbo sobre la tierra
ha seguido un resertor,
pa'comprobarle a un traidor
las güeltas y las andadas,
pa'saber las caballadas
de un ejército enemigo
y cuándo lleva consigo
carretas y armas pesadas.
El que lleva lo que sabe
hasta el fondo del olvido,
por mucho que háiga sabido
en cualquier "guayaca" cabe;
se hundirá con él la nave
y su precioso carguero.
Mas el que cruzó el sendero
aprendiendo y enseñando
jué'n bien de tuitos sembrando
como un santo milagrero.
Te vi'á dejar por herencia,
y en pago de tu bondá
mi poncho, mi chiripá,
mi saber y mi esperiencia.
Escuchame con pacencia
pa'saber lo qu'ella encierra:
el rastriador en la guerra
es secreto militar
y un soldao lo ha de llevar
hast'abajo de la tierra.
Pero te lo dejo a vos...
(mi conciencia lo dispone)
que la patria me perdone,
que ha de perdonarme Dios.
Mas, que quede entre los dos
guardáo en el corazón,
y, aunque estas cosas no son
pa'salir nunca de aquí,
no sé por qué sos pa'mi
mi propia continuación.
No usé ni una brujería
pa'en un rastro borroniáo
saber cuándo había pasáo
gent'el pago o polecía.
Supe decir quién vestía
"tapa rabo" o chiripá.
Quien no estudie de verdá
esa cencia, te aseguro,
qu'es buscar en cuart'oscuro
gato negro que no está.
Le arrancó al mont'el matrero
muchas cosas inoradas,
y el baquiano, a las quebradas,
la cencia del derrotero;
el rastriador tesonero
se inclinó sobre las güellas,
y anduvo rastriando en ellas
largamente y una a una,
mil veces, con luz de luna,
de rejucilos o estrellas.
Y le aprendió los caminos
de nuestro campo anchuroso
un lenguaje misterioso
escrito en extraños sinos;
los arroyos cristalinos
sus secretos revelaron;
todas las sendas hablaron,
los pasos y los esteros,
y los hábiles cuatreros
ante un rastriador temblaron.
Hay de "lomos" un montón
pero son los más usáos
el de "chancho", el de "venáo",
el "derecho" y el "sillón";
está el largo, de "porrón"
y está el corto, de "tinaja",
"Lunanco" de "cruces bajas"
"cacunda" y alto, de "alzada",
el de orilla, ramaliada
y el "lomo'e cobra" (con fajas).
Sé, en un resto de baguales,
si va madrina o padrillo,
y, sobr'el renglón del trillo
marco sinos desiguales;
descubro en los arenales
la ranilla con "tramojo",
y marco en cualquier rastrojo,
a'nde se hunda la pisada,
"vejigas", "taba cargada",
"cuerda tensa" o "ñudo flojo".
"Sepan que un vaso vetiáo
se gasta en la parte blanca
y que un defecto en el anca
le imprime forma al candáo.
Con el ojo ejercitáo
se descubren maravillas;
siempre crecen las ranillas
según del pingo el color,
y áhi deduce el rastriador
el pelo de las tropillas.
Conozco el caballos espiáo...
Ni qué hablar del andador,
el tuerto o testeriador,
el que va suelto o montáo;
sé también si va ensilláo
y con la cincha'apretada...
y, a'nde pase una cañada
o atraviece algún bañáo,
si tiene el "marlo" quebráo
o lleva la cola atada.
Pingo de vasos caldiáos
marca "lomos" con costillas
y es, pa mí, cosa sencilla
conocer si vá cansáo,
si lleva freno o bocáo,
si es de campo o parejero
y a'nde s'empriest'el sendero,
me animo a reconocer
si lo monta una mujer
o se va en él un matrero.
Si es del sur, vaso extendido,
del norte, vaso estilláo,
chapin duro y mal gastáo;
de arenas, vaso pulido.
Mas no falla un entendido
que venga "enredando" el trillo,
y, aunque no es nada sencillo,
si el hombr'es conocedor
embarulla al rastriador
cambiando un vaso a cuchillo.
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