(Dibujo: Lauren de Bacco)
Cerca del móvil juncal
que con silueta gallarda
limita en forma de guarda
la alfombra del pastizal,
hay un albergue rural
en donde vive sonriente
un ejemplar resistente
de nuestras cosas primeras,
con setenta primaveras
arrugadas en la frente.
Aún sacude su pupila
la estela del tiempo muerto
cuando en el espacio abierto
giró su vida tranquila;
y todo aquello desfila
rebosando de ventajas,
con barullo de sonajas,
columpios de pontezuelas,
bordoneos de vihuelas
y crujidos de rodajas.
Aquél cuerpo modelado
por inmejorable artista
fue aquilón en la conquista
de su derecho vejado;
con el brazo arremangado
sintió el clarín de ordenanza,
y sin amor ni venganza,
sobre el resbaloso lomo,
contestó a la voz del plomo
con los brotes de su lanza.
Nacido para señor
de la selva que domina,
ha sembrado la colina
de hidalguía y de valor.
Hombre de alma superior
supo ser noble y austero,
su palabra fue de acero,
no precisó documentos,
y cumplió sus juramentos
como el mejor caballero.
Hoy no vale una pitada
porque no se necesita,
hoy es de raza maldita
que no sirve para nada.
Si tuvo alguna jornada
de la que quede el reflejo,
es sólo recuerdo añejo
que debe ser olvidado;
aunque sea oro sellado,
es oro... bastante viejo.
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