lunes, 31 de octubre de 2011

Destino

Descorazonado de aguantar la vida
y en estos tiempos duros a veces me caigo
no encuentro la forma de salir del pozo
y miro para abajo y están mis hermanos.

¿De qué sirve, digo, callarse la boca
y con el silencio se te van los años?
y cuando me callo escucho este ensueño:
antiguas promesas que me están cansando.

Que la vida es dura supe desde chico
cuando en campo ajeno me vi deschalando
y miraba el cielo pa ver si lo hallaba
al Dios de los pobres que aún ando buscando.

Dicen que la culpa la tiene el progreso,
son tiempos modernos computarizados
y digo con bronca que es un genocidio
que se muera de hambre el que no ha estudiado.

Y como no tengo el tiempo del mundo
y ya con promesas me tienen cansado
un día cualquiera rejunto la bronca
y al que me prometa lo mando al carajo!

Mi canto

(Pintura: Luis Scafati)
Mi canto es pobre canción
del que, a lo gaucho ataviado,
está en la huella olvidado
pero sin claudicación.
Templado en el diapasón
que el dolor es clavijero,
va sin mostrarse altanero
con la verdad por divisa,
besando al suelo que pisa
como al trebol el pampero!

Tal vez por ser impulido
puedan hallarse asperezas,
pero encierra sus ternezas
como entre espinas el nido.
De nadie ha sido aprendido
ni de aprender necesita,
nada lo inculto le quita
porque es un don natural,
nadie la enseña al zorzal
y nadie su canto imita.

Él es la humilde expresión
de quien al alma que encierra,
de tanto querer la tierra
lo hizo poeta el corazón.
Surge de cada rincón
donde entre polvo de ausencia,
aun el ayer se evidencia
como una joya perdida,
que brilla al ser encendida
por nuestra propia experiencia.

Él rima en cada rodaja
que en el malambo destella,
y en el sonar que a la huella
le da el cencerro que viaja.
EStá en el techo de paja
junto a la añosa cumbrera.
Es presilla en la asidera
para aguantar tradiciones,
un rescoldo en los fogones
y esperanza en la tapera.

Está en el viejo corral
de palo a pique formado
y en el palenque clavado
donde se afirma un bagual.
Gira en el brazo que el pial
florido en rollos arroja,
está en la alegre coscoja
que tasca el flete tranquilo
y en la pena del estilo
que con lágrimas se moja.

Él se despierta doquiera
que halle de patria el acento,
bajo el azul firmamento
y sobre agreste pradera.
Está en la vincha campera
que altiva frente prefiere,
en el relincho que hiere
de la pampa la quietud.
En la copa del ombú
y en el lucero que muere.

Es en el poncho saludo
y en la golilla caricia,
en el facón la justicia
y en el chambergo un escudo.
En la distancia es el nudo
que ingiere pampa y ocaso,
en el rodeo es el lazo
y en la fiesta el chiripá,
en la llanura el chajá
y entre gauchos el abrazo.

Está en el músculo tenso
del domador que montado,
pega un grito al reservado
de la lucha en el comienzo.
Se hace en los mástiles lienzo
para flamear bicolor,
redobla con el tambor
y es vibrante clarinada,
para esa raza olvidada
que representa el valor!

Está en el tierno rubor
de la moza seductora,
que a los tintes de la aurora
copia su bello color.
Para ella en trinos de amor
besa el sonoro cordaje,
mientras su marco el paisaje
le brinda en plena hermosura,
con la fragancia mas pura
que el viento roba al follaje.

Está en fin, en todo aquello
que a nuestro suelo enaltece,
y que el recuerdo merece
por lo noble o por lo bello.
Es permanente destello
que cual lámpara votiva,
mantiene incólume y viva
junta al altar del pasado:
la fe en el rumbo trazado
por nuestra raza nativa.
(Pintura: Luis Scafati)

Milonga para un carrero

Se ha puesto viejo sin cuento
don Pedro Servando Ríos,
el que antes fue desafío
a la lluvia y a los vientos.
Pasa sus años contento
pero le pesa la vida,
su tiempo es de anochecida
bajo este cielo surero,
ceniza de un trasfoguero
con poca brasa encendida.

Ya no lo veo pasar
como antes por el sendero
en el pescante carrero,
silbando sin descansar.
Hoy tiene que desatar
porque el viaje no es eterno,
percherones sin gobierno
son los años que han pasao
tras los huellones dejao
de cuasi... ochenta inviernos.

Por donde andará su chata
cargada de evocaciones
que ayer deshizo terrones
y marcó huella en la mata.
Se le ha gastao la alpargata
que supo frenarla al vuelo
y al verlo como a un abuelo
con la vistas ya cansadas,
se me hace que su mirada
busca los rumbos del cielo.

Mi amigo Pedro Servando
hombre de campo, carrero,
que de viejo fue puestero
pa no vivir estorbando.
Me gustaría que cuando
se vaya pa descansar,
mirarlo otra vez pasar
como en los años primero:
apurando al cadenero...
¡por gusto de no aflojar!
(Pintura: Tito Saubidet)

Pincelada


(Foto tomada de Flickr de su autor: "El Nacho)


Campo! El sol que ya puntea
incendiado de coraje,
alumbra todo el paisaje
como la luz de una idea.
Allí su vista recrea
quien en mi suelo ha nacido,
y de emoción conmovido
desea, con íntimo goce,
que el corazón le retoce
sobre el pasto florecido.

Campo! Llanura infinita
donde la mente alza el vuelo,
tras invisible señuelo
que a galopar nos invita.
Campo si, tierra bendita
que al labrador agiganta,
cuando en sus brazos levanta
como antorcha del futuro,
el haz de trigo maduro
que a su esperanza le canta!

Campo! Bramido y cornada
cencerro, huella y pampero.
Varón que lleva altanero
la gaucha estirpe heredada.
Moza de gracia enjoyada
y presencia seductora,
la que tierna y soñadora
en su amoroso desvelo,
lleva en los ojos el cielo
y en sus mejillas la aurora.

Campo! Silente y regazo
donde el amor y el empeño,
acunan el noble sueño
de un porvenir sin ocaso.
Eterno, agreste parnaso
de las musas seculares,
donde aún renacen cantares
que al gauchaje enardecía,
cuando la Patria nacía
levantando sus pilares!

A lo mejor domas

Vení pa acá, Cerilo, tengo qui hablarte,
de algo tuyo y de la otra... ¿endivinas?
Di algo de ahy ande vos queres rascarte...
-Y, a lo mejor domas...

Yo se que a vos te gusta la Petrona
pero, andás dele guelta y no soltás,
y la pobre t'espera, anda tristona...
-Y, a lo mejor domas...

Ridepente venis con unas jlores
y cuando eya nu está, se las dejás.
¡Chá muchacho cortón pa los amores!
-Y, a lo mejor domas...

Pero no ves Cerilo que te mira,
que ti habla con los ojos, qu'esperás?
Que se lava, s'empolva, que suspira...
-Y, a lo mejor domas...

Decile una palabra ñiaunque sea,
"Guena mosa, te quiero, u me gustas",
Si esa se anda cayendo sin manea!
-Y, a lo mejor domas...

Mirá, ayá la tenés, aista lavando;
a ver si te golves o ti asustás.
Desile ñiaunque sea tartamudiando!
-Y, a lo mejor domas...
...................................

Poco tiempo despues, una mañana
que Cerilo pasaba en un overo,
la vieja lo llamó desde el alero
con la cara mas seria que una iguana.

-Ché, Cerilo! vení.
-Mande patrona...
-Desime... juiste vos? ¡No me mintás!
¿Sabés... de qu'está "enferma" la Petrona?
Y Cerilo, golpeando la carona:
-Y, a lo mejor domas!

Criollo y soberano

A vos hermano argentino,
hermano sin distinción
¡que a punta de corazón
estás forjando el destino:
Andemos este camino
de la Patria potestad
esgrimiendo la verdad,
sin soberbia que la mande,
como soñaron los grandes
de nuestra civilidad.

Con sacrificio, coraje
y algo fundamental:
la honradez vertical
sin traiciones ni pillaje.
No te manche el sabalaje
ni dentrando a su chiquero,
aprendamos del hornero,
un señorito adentro del barro,
y jamás trepar al carro
tramposo del ventajero.

Hasta los perros pastores
saben por sabia y por vieja
que una majada no rinde
con más carneros que ovejas.

Que riegue nuestro sudor
por goteo la pradera
y brotaran las banderas
de paz, trabajo y amor,
pero el que siembra dolor
ha de cosechar heridas
y al final de la partida
termina a salto de mata
como veneno con patas
arrastrándose en la vida.

Como en pedigüeña ida
un arroyo de verano
que termina en un pantano
futura agua podrida
renacuajos a medida
de tifoideo paisaje
empilchan con buenos trajes
sin pudor y sin decencia
pero hay un Dios que sentencia
sin fronteras que lo ataje.

Si hasta los perros pastores
saben por sabio y por vieja
que una majada no rinde
con más carneros que ovejas.

¡Basta de sombras rastreras
y de satanes con guantes
Seamos fertilizantes
y también cura bicheras
elijamos la manera
obrando con sensatez
con un Moreno tal vez
o San Martín en su bayo
o con lo mejor de Mayo
de mil ochocientos diez.

Y que nos duelan las mellas
del corvo de los gigantes
que fueron preponderantes
por un cielo con estrellas,
para que nos guíen ellas
con sentido americano,
con urnas y sin tiranos
demagogos infecundos
y que nos conozca el mundo
por Criollos y Soberanos.

Hasta los perros pastores
saben por sabia y por vieja
que una majada no rinde
con más carneros que ovejas.

Por eso ¡juntos paisanos!
Argentinazo rotundo:
Sepan que en sur del mundo
hay Criollos y Soberanos.

Variaciones sobre Vidalita

Carlos Di Fulvio tocando en nuestras Islas Malvinas...


Presa de un mar extraño
no tiene libertad,
parece de otro mundo
su fría "soledad".

Es criolla,
es la muchacha lejana
que alguna vez el gaucho
intentó rescatar.

Aquél gaucho rivero,
heroico y legendario
que dejó para siempre
este corral de pircas
esta esperanza nuestra...
y estas ganas de llegar!

Milonga, cómo le va?

Milonga dame tu acento
que no es muy fácil cantar
ayúdame con las coplas
yo voy a desensillar
traigo un camino milonga
Camino largo que va.

Del norte vengo y si acaso
me topa algún temporal
estando bajo tu alero
deje que llueva nomás
ando de paso milonga
Pero con tiempo de estar.

Milonga para encontrarte
tuve que andar un tirón
entreverao con los versos
guitarra, cuento, fogón
te vi de lejos milonga
Y ahora tan cerca que estoy.

Ayer pasé por la ristra
por una estancia de flor
y te encontré en la matera
en los cantares de un peón
quise tocarte milonga
Pero el humo te cubrió.

Me voy de aquí no sé cuando
ande, tampoco lo sé
pero te vienes con conmigo
de puro triste andaré
ves aquél flete milonga
Andando es todo un placer.

Vamos flete lindo y
suavecito por favor
que llevo en ancas una flor
Milonga ¿cómo le va?.

La milonga perdida


La milonga se ha perdido
No la pueden encontrar
Unos dicen que la vieron
Cerca de San Nicolás.

El resero Gorosito
Surero del lau de Puán,
Asegura que la ha visto
Por la orillita del mar.

Y anda por ahí lo que dice
Don Gabino, el mayoral
Que la sintió muy quejosa
Allá por la paternal.

La milonga se ha perdido
No la pueden encontrar.

No falta quien asegura
Que la escucho en un portal
En labios de una morena
Adorno de soledad.

El aire de la milonga
No se pierde así nomás
Mientras haya una guitarra
Argentina u oriental.

Tal vez ha cambiado un poco
Pero es la misma nomás,
Atardecida en la pampa
Trasnochada en la ciudad.

La milonga se ha perdido
No la pueden encontrar.


Como el vino

Yo soy el gaucho que canta
cuando lo apura un dolor,
tengo alma de payador
pero no tengo garganta;
soy aquella vieja planta
que ya se empieza a secar
porque no puedo aguantar
de la vida la tormenta,
si ya pasé los setenta,
¿de qué me puedo quejar?

Sin envidias ni rencores
en esas lomas benditas
del barrio Las Margaritas
pasé mis años mejores;
y si algunos sinsabores
me ahogaron más de la cuenta,
supo aguantar mi osamenta
-y de esto nadie se asombre-,
porque me siento muy hombre
ya pasados los setenta.

Ahora busco los ochenta
porque tengo la virtud
de tener mejor salud
que cuando tenía sesenta;
por eso saco la cuenta
que aunque tenga algún dolor
puedo marchar sin temor
cumpliendo con mi destino,
porque yo soy como el vino:
cuanto más viejo, mejor.

(Saladillo, 1980)
(Pintura: "La Bodega", Delfina Gimenez)

Flora aborigen

Costa que bordeas el Plata
desde Quilmes a Ensenada...
Allí tu flora variada
su nativismo destaca.

Bajos y altos del bañado
lo mismo que en la barranca,
y en cursos de agua, mil plantas
existen desde el pasado.

Se observan entremezclados
penachos blancos y ceibos,
juncos, sarandíes negros,
como sauces colorados.

Y en el bañado, en lo alto:
paja brava, cortadera,
carriza y enredaderas,
también duraznillos blancos.

En la barranca, a su vera,
como formando corrillos,
hay acacias, porotillos,
calafate y flor de seda.

Tu meseta rica aflora,
álamo Carolina,
espinillo, cina cina,
mimbres, mataojos y mora.

Coronillos colorados,
chañar, talas, algarrobos,
ñapindáes, sombras de toro
y el espino del bañado.

Y amén de los frutales
múltiples y deliciosas
hay en la selva grandiosa
muchas plantas regionales.

En las barrancas del Plata,
atlántico y la provincia,
como una santa delicia
hay diversidad de plantas.

Guinda, laurel, canelón,
jacarandá, tipa, aromo,
lapacho, ombú, coigue, olmo,
maclura, incienso y cedrón.

El maitén, la peperina,
nogales, pitas y tunas,
coníferas con su altura,
el eucaliptus y la encina.

Plátanos, sauce llorón,
sensitiva, aguaribay,
caldén, robles, ñandubay,
arrayanes y malvón.

Y otra vez volviendo al Plata
que motivara este canto,
va mi acento sacrosanto
con la atracción que él desata.

Sitio sumido en retiro
con bastante de sombrío,
que por tu selva y tu río
y por tus aves yo admiro.

Con el canto a tu belleza,
que es belleza natural,
va mi canto inaugural
a tu flora que embelesa.

Cuando en las noches serenas
miríadas de insectos cantan,
parece que se desatan
sobre el bosque mil colmenas.

La noche con su negrura
que te envuelve en sus tinieblas,
marcar parece quisiera
más misterio a tu espesura.

Si castiga el temporal
que llamamos sudestada,
esa furia desatada
es como azote infernal.

Cuando el gris de la tormenta
envuelve toda tu selva,
los espíritus se enervan
y las almas sueñan lentas.

(Quilmes, 1961)

Mi poncho

(Pintura: Francisco Madero Marenco)

Mi poncho es prenda de estima
aún lleno de zurciduras,
y en mis gauchas aventuras
no se me caía de encima.
Siento tan buen compañero,
que, según saco la cuenta,
por cada tajo que ostenta
tiene uno menos mi cuero.

Porque en el caso más rudo
que me llegara a pasar,
sin hacerse de rogar
supo servirme de escudo,
parando lindo el facón
que con rabia y altanero
buscaba hacerme un aujero
en medio del corazón.

Pa'los calores y el frío,
los aguaceros y el viento,
ha sido en todo momento
el mejor amparo mío,
y no siempre fueron ruinas;
en otros tiempos mejores
tenía un aroma de flores
del perfume de las chinas.

Pero pa'que no se quede
sin decir una verdad,
confesaré que ahora, ya
lo mismo que potro jede.
Hoy mi querido ponchito
como su gaucho patrón
es de hilachas un montón
y sólo un triste proscrito.

(San Justo, 1952)

viernes, 28 de octubre de 2011

Discúlpeme, soy paisano

(Dibujo: Luis García Mariño)
Todo el criollismo se encierra
en mi corazón paisano,
y se agiganta un hermano
por ser hijo de esta tierra,
el que me tiempla y me aferra
a este orgullo de ser pampa.
Indio y gaucho es quien acampa
en mi corazón por lecho,
y van dentro de mi pecho
representando una estampa.

Mi ropa a la usanza criolla
me sirve de documento,
porque muestro el sentimiento
que adentro mío descolla.
Y este argentino no arrolla
al defender su terreno,
soy cual león rugiendo a pleno
cuando digo con aplomo,
no hay letreros en mi lomo
con lengua de pueblo ajeno.

Mi guitarra compañera
musicaliza las huellas,
la tiempla el sol, las estrellas
de mi ruta fogonera,
mis dedos se hacen clineras
y en seis potros las engancho,
pero no lastimo o mancho
su dignidad intachable,
mi guitarra no usa cable,
es templada en cualquier rancho.

A veces le canto al viento
pa'que se lleve mi voz,
y vamos juntos los dos
con su fuerza y con mi aliento,
será por eso que siento
este orgullo campechano.
Dejo tendida la mano
que clava la taba en suerte,
si el apretón es muy fuerte
discúlpeme, soy paisano.

El canto del sur no ha muerto

Muchos me han dicho que ha muerto
el canto del Sur, ¡mentira!
Yo bordoneando estas tiras
les vi'a mostrar que no es cierto;
con esta milonga, el resto,
guitarra, juguemosnós,
juremos siempre los dos
defenderlo con empeño,
si muere el canto sureño
con él morirá mi voz.

Cantores de otras banderas
si vienen en avalancha,
queriendo copar la cancha
de nuestra raza campera;
pero no encuentran manera
al ver que les muestra el filo
el facón de algún estilo,
vidalita, cifra o huella,
que empuña el criollo sin mella
más pronto que un refusilo.

Siga, poeta, en su rima
hablándonos del paisano,
que a nuestros versos del llano
naides les pone el pie encima;
de la bordona a la prima
tiempló parejo el que canta
y altivo muestro mi estampa
pa'que vean esos señores
que hay tropillas de cantores
pa'defender nuestra pampa.

No canto por ser mezquino,
tampoco buscando guerra,
sólo defiendo mi tierra
que es mi deber de argentino;
cuando el lazo del destino
me piale el último aliento,
sobre el pecho de los vientos
mis seis cuerdas vibrarán,
cantando por mí dirán
que el canto del Sur no ha muerto.


Yo llevo en mí el alma extraña

Yo llevo en mí el alma extraña
de un cisne de la laguna,
yo soy un rayo de luna
que se extravió en las montañas.
La palidez que me baña
es palidez de dolor
y si en mi diáfano albor
hay algo triste y doliente
es porque soy solamente
una lágrima hecha flor.

En las notas cristalinas
y en las mañanas nubladas
se esconden amedrentadas
las almas de las neblinas.
Al pie de aquella colina
donde rodó el español,
ante el último arrebol
que tiñe de rojo el cielo,
soy como un blanco pañuelo
que se despide del sol.

Yo florezco entre las brumas
donde ignorados y juntos
lloran los indios dijuntos
y se lamentan los pumas;
yo brillo como as de espuma
sobre el oscuro chamán
y en las noches sin igual
de las indígenas trenzas
quedan mis notas suspensas
como estrellas de cristal.

Olvidadas y escondidas,
al borde de las barrancas,
se agrupan mis flores blancas
como palomas dormidas.
Rayos de estrellas perdidas,
dan trasparencia a mi albor,
y si en mi triste color
el rojo ya no resalta,
no es que la sangre me falta
es que me sobra el dolor.

Saludando a la alborada

Quiere asomar la mañana
con su encanto primoroso
y es la roldana del pozo
que suelta al aire su diana;
el sol su luz desparrama
pa'los laos de la lomada
y en el brocal asomada,
pialando sueños la moza,
se siente como una diosa
cuando se ve reflejada.

Si hasta el ombú pesaroso
despierta llegando el día,
oyendo la algarabía
de un hornero laborioso;
que anda buscando afanoso
para su nido un rincón,
envuelto por la pasión
de aquel tatuaje sencillo
donde alguien grabó a cuchillo
dos letras y un corazón.

Un flete picazo overo
prolijamente ensillao'
espera que haya mateao'
su dueño, allá en el alero
que al montar florea certero
una décima a su amada
mientras que ella, enamorada,
le brinda en el del estribo
la dicha del ser querido
como el sol de la alborada.


jueves, 27 de octubre de 2011

Me quedo con mi criollito



Ya tengo el "Gato" y el "Mancha"
y mi "Moro" pa empezar,
una tropilla a entablar
de respeto en cualquier cancha.
Yo se que la tierra es ancha
más bien errada y liviana,
a la parte más lejana
si yo me permiten voy
pingo de ensillarlo hoy
y desensillarlo mañana.

El caballo criollo tiene
parecidas condiciones
a los que nacen pa piones
que a más de un criollo conviene:
a cualquier clima se aviene,
con poco llena la panza,
si hay que ir pa'delante, avanza
conforme con ser bañao,
no piensa si está castrao
y el que no piensa, descansa.

Usted lo larga un ratito,
se pega una revolcada,
una hermosa carranchada
unos bocaos quinuaditos.
de 'carre' cae justito
que es criollo como el zapallo
y aunque zorro, si algún rayo
en un violín de chicharra:
le vuelve a apartar las garras
y otra vez tiene caballo.

Así nomás sin cuidar
en trescientos, bien largao;
con cualquier mal enfrenao
ah! no me le van a ganar.
Aunque él es pa trabajar
honrao destino, aparcero,
y ande lo ensille un campero
se viene en una tropeada:
de Artigas a La Tablada
y vuelve al trote chasquero.

Que no tiene fin, no es cierto,
aunque pa entregarse es duro;
y no llega como él puro
a punto de caerse muerto;
pero atraviesa el desierto
y en los bares se entierra,
come el pasto hasta la tierra
adonde el pasto es escaso,
y al tener de mula el vaso
estriba el monte y la sierra.

Si es medio de buena jeta,
pa apuntárselo dejao
a cualquier toro pesao
le entrará con la peineta.
A la punta'e la paleta
viene el encuentro a calzar,
tiene en el guay qué pechar
en algún pura canilla
que pecha con la rodilla
y suelen los tres rodar.

Y es vivo, y escarceador,
cola al garrón, bien tusao
le sienta igual un chapiao
que un recadito cantor.
Pa'l gaucho domingueador
es más chiche que el domingo
y ande no lo monte un gringo,
si alguna moza suspira,
se inora si mucho mira
si es al de arriba o al pingo.

Inteligante y gran flete,
en un rodeo apartando,
buen refugo pa' atajando
se le adelanta al jinete
solo se para, arremete,
concentrao en su trabajo
y es ligero como tajo
de zurdo corriendo yegua;
bueno, se ve dende legua
según de quién vaya abajo.

Corcoviando se hace un rollo
no es pa andar los maturrangos,
ni paisanos de tamango
el habla de criollo a criollo;
mas cuando agranda el escollo
y el ñudo no se desata,
le saca alguna alpargata
al que lo va jineteando,
y como el chancho nadando
se degüella con la pata.

Mas de una noche aceituna,
de verano la tropeada,
se emborrachó a testereada
en altos chifles de luna.
Si una moza por fortuna
se difusó en una espera,
y el llamador de puntera
le habló sin tiempo de apearse
se rascó pa demorarse
una oreja en la tranquera.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Mi alazán

(Foto: Eduardo Amorim)
Yo tuve un alazán,
media res del lao'del lazo,
tranqueaba de sobrepaso
y le gustaba escarcear;
en él me solía arrimar
hasta el boliche'e los gringos,
donde se hablaba de pingos,
guitarreadas y cuadreras,
porque se hacían carreras
casi todos los domingos.

Muchas carreras corrí
con mi caballo alazán,
unas me tocó ganar
y algunas también perdí;
mansito, andaba el gurí,
en él traiba las lecheras,
de arriba abría la tranquera,
practicaba la maroma,
... pensar que ahora anda en las domas,
ya no anda más en cuadreras.

Resulta que lo presté
a un paisano conocido,
pues su flete lo había ido
y él se había quedao'de a pie;
le dije: échelo, es de usted
y largueló en el potrero,
le puso el freno, y un cuero
sobre el lomo le tiró,
y ni bien se le sentó
entró a corcovear mañero.

El hombre, como pegao'
los primeros arrastrones,
se sentaba de garrones
el pingo desesperao';
quizás se le haya asustao',
tal vez lo desconoció
y -pobre hombre-, lo bajó
mi caballito alazán
y ahora no lo puede andar
ni el gurisito ni yo.

Le dije: -Largueló, amigo,
mañana vamos a ver,
y aunque no lo quieran creer
también corcoveó conmigo,
me cuesta creerlo, mi amigo,
que se me haya puesto malo,
tuve ganas de engancharlo
y luego me arrepentí,
porque me dijo el gurí:
- No, viejo, ahura dejalo.

Luego cayó un comprador
que andaba en busca de fletes,
llevaba unos seis o siete
en la caja de un camión;
le pregunté en la ocasión
si eran fletes pa'matar,
me dijo: -No, pa'montar,
pa'armar una caballada,
le di la última mirada
y al camión lo hice marchar.

Triste el gurí se quedó
al verlo al flete marchar
y se descolgó a llorar
pero luego reaccionó;
me dijo: -Viejo, si yo
fuera grande me hubiese gustao'
chantarle el cuero doblao',
jinetearlo con afán
a tu caballo alazán
que ahora ya es reservao'.

A la sombra de un alero

(Pintura: Carlos Montefusco)
A la sombra de un alero
nací como nace un criollo
en el pago'e Tres Arroyos,
la cuna de los boyeros;
mi destino guitarrero
y cantor de nuestra raza,
del indio yo soy la lanza
y del gaucho cimarrón,
y cantando la tradición
voy sembrando una esperanza.

Madrugón tras madrugón
cuando pioné en una estancia,
y a pesar de la distancia
de la época del peón,
llevo el canto como horcón
que soporta todo el peso,
sin pensar en el progreso,
sólo tratando 'e vivir,
voy surcando mi sentir
por la pampa que regreso.

Mi canto no es cumplimiento
ni es agravio sin motivo,
mi canto es el estribo
del hombre del sufrimiento;
cuando nombro el sur, lo siento
porque el sur me vio primero
llevando el canto surero
por la pampa y los escollos,
en el pago'e Tres Arroyos
y a la sombra de un alero.

La loca del Bequeló

(Recuerdos de la Guerra de Nueve años, 1843-1851)



En la enramada de un rancho viejo,
nido de gauchos cerca del Yí,
guitarra antigua, tierna lloraba
la triste historia que escribo aquí:

- ¿Sabéis paisanos, por qué ando errante
bajo estos bosques del Bequeló?
Me llaman loca; pero es mentira:
es que no tengo ya corazón.

Venid, paisanos, venid conmigo;
Diré mi historia junto al fogón.
¿Veis mis cabellos? Eran muy negros
Más que las alas del cuervo, más,
Están muy secos...tan blancos, blancos
como las flores del arrayán.

¿Veis estos ojos? No tienen vida.
Pues antes puros como el cristal,
fueron dos luces que se encendieron
en una aurora del Uruguay.

Tristes mis labios, son amarillos
Como corteza del butihá:
¡Ay! Los tenía rojos y alegres
como el penacho del cardenal.

Allá en la loma como un calvario
Veréis ruinas y un triste ombú;
Fueron mi cuna, fueron mi estancia,
Fueron mi nido verde y azul.

Cuando yo muera, clavad, paisanos,
Bajo aquel árbol mi humilde cruz;
Que allí murieron mis dichas todas;
Allí he perdido mi juventud.

Tenía un esposo que ardiente amaba
y un hijo bello que era mi Dios.
¡Ah, qué contenta perdiera el cielo
¡si yo pudiera ver a los dos!

Una mañana... !Maldita sea!
Cuando esta guerra se pronunció,
mi esposo tierno me dio un abrazo,
llorando mucho su hijo besó:

pálido el rostro tomó su lanza,
montó a caballo triste, y partió.
Aún me parece, lo ven mis ojos
de lejas lomas, haciendo ¡adiós!
¡Ay! mis paisanos, en ese día
Perdí un pedazo del corazón...

Pasaron meses, pasaron años,
llorando siempre, siempre peor,
cuando una tarde que al hijo amado
de mis entrañas contaba yo
del pobre padre, que no volvía,
la ausencia larga, su último adiós,

cruzando un campo llegó un sargento,
de su caballo se desmontó,
y al solo rayo de mi esperanza
estas palabras le dirigió:

¿Ves esta lanza?, fue de tu padre;
por su divisa bravo murió.
Tómala y vamos, no te demores,
Que en las cuchillas se duerme el sol.

Llorando mi hijo, me dió un abrazo,
montó a caballo triste y partió.
¡Ay! Mis paisanos, en esa tarde
quedó mi pecho sin corazón.

Ya van dos veces que las torcazas
dulces arrullan en el sauzal,
y los boyeros, cantando alegres,
Cuelgan sus nidos del ñandubay;
pero no he visto más a mi hijo
desde esa tarde negra y fatal.

Allá en la loma, como un calvario,
veréis ruinas y un triste ombú;
cuando yo muera, clavad paisanos,
bajo aquel árbol mi humilde cruz...

Esta es la historia que en la enramada
de un rancho viejo, cerca del Yí,
sobre las cuerdas estremecidas
de una guitarra llorar oí.

Y al escucharla, con honda pena
mi labio trémulo triste exclamó:
¡Ay, Cuántas locas habrá en mi patria
como la loca del Bequeló!



martes, 25 de octubre de 2011

Fogón de "La Porteña" (Estilo)

(Pintura: Julián Althabe)

Viejo fogón, ya dormido,
de la estancia "La Porteña",
ya no tenés ni una leña
pa'quitarte un poco el frío;
te acordás que antes has sido
del paisano la reunión,
te acordás, viejo fogón,
a todos veías contentos
arrimando sus asientos
pa'tomar un cimarrón.

Te acordarás cuando reunida
a toda la paisanada
Nicasio Cano, Taguada,
Barragán y Echeverría.
También a Gaute lo vías
Miguel Castro, Pedro Gómez
y todos aquellos hombres
que hoy ya han desaparecido
y que solo queda vivo
el recuerdo de sus nombres.

Y cuando iban a marchar
los piones de alguna tropa
calentándose la ropa
se ponían a churrasquiar;
las cosas a preparar
para la huella con ansias,
luciendo con arrogancia
sus espuelas nazarenas,
que iban llorando de pena
de alejarse de esa estancia.

Más tarde cuando tenías
toda la gente sentada
Ricardo era el que puntiaba
en su guitarra querida.
Allí pasaba la vida
para el paisano observar
y vos supiste inspirar
con tus escenas de sobra
motivos para sus obras
que lo hicieron inmortal.

Vos fuiste, fogón hermano,
que diste vida y calor,
inspirastes al cantor
y alegrastes al paisano.
Volverte a hacer es en vano
pues sos de ayer un pedazo,
y dormirme en tu regazo
quisiera, viejo fogón,
arrullado por el son
de tus últimos chispazos.



Mi pingo moro

(Pintura: Eleodoro Marenco)
Martín Fierro lloró un día
por perder su pingo moro,
yo también, pingo, te lloro,
pero no es por cobardía;
tanto es lo que te quería
que a veces pienso y no creo,
los ojos cierro y te veo
tan ágil como oportuno
tumbar al cruce un vacuno
trabajando en un rodeo.

Te imagino en la pasada
bajo el arco'e la sortija
y sin que nadie te exija
emprender tu atropellada;
recuerdo cuando mi amada
el anca te iba adornando
y vos tranquilo, escarceando,
lucías bien el chapeado
por toditos codiciado
en los pagos desfilando.

Y como eras ligero
en alguna fiesta criolla
te veo entrar en la polla
y también salir puntero;
así cruzar el rayero
sin chirlos, sin ganador,
jamás vi nada mejor
que tu estampa, pingo moro,
para mí fuiste un tesoro
que me dio plata y honor.

No hubo yuyo ni ciencia
que aquel mal te conjurara
y la vida te salvara
remediando esa dolencia;
lamento hoy esta ausencia
incansable compañero,
hay momentos que te espero
y tal es la confusión,
que voy corriendo al galpón
y hasta salgo con tu apero.

Yo canto a los cuatro vientos

(Foto: Also Sessa)
Yo canto a los cuatro vientos
porque me sobra garganta,
y el alma se me agiganta
cuando pulso el instrumento;
largo el aire lo que siento
sin medida ni patrón,
puntudos como facón
son mis versos orejanos,
por eso que a mis paisanos
les llego hasta el corazón.

No hago aparte en el cristiano
como si fuera una hacienda,
cara al sol, en cualquier senda
a tuitos les doy la mano;
enterrao'en el pantano,
para cinchar, el primero,
no le aflojo al entrevero
pues no me tengo por lerdo,
no reculo ni me pierdo
cuando hay que jugarse entero.

Me entristece ver al hombre
maneao'por la conveniencia,
muerto en vida y sin conciencia
por un puñado de cobres;
de su miseria, si es pobre,
sin tener para matear,
como macho ha de aguantar
a lo macho la estaqueada,
... se es rico sin tener nada
si nada lo hace hocicar.

Yo soy mensual como muchos
y aunque al patrón no le cuadre,
sólo mi tata y mi madre
me hicieron sentir el chucho;
soy como brasa de pucho
que aunque parezco apagada
va a pegar flor de espantada
al que me quiera olfatear,
porque lo vi'a hacer quejar
mesmo que yegua apretada.

Y ahora me voy campo afuera,
más libre que un alarido,
que el que canta no ha nacido
pa'ser monta de cualquiera;
mi grito es enredadera
que trepa así al firmamento,
soy atadura de tiento
que aguanta cualquier tirón
y ceniza de fogón
que va jineteando el viento.

Por la huella de la tarde (Huella)



Cuando muere la tarde
por los caminos
se desangran las coplas
del peregrino.

Cuando muere el silencio,
la rosa blanca
suspiran en el aire
las esperanzas.

En los ojos de Mayo
la luna sueña
madurando guitarras,
matando penas.

Cantorcito que empiezas
un tiempo nuevo,
no te quedes ahora
mirando el cielo;
en las nubes rosadas
de alguna tarde
volverás peregrino
como las aves.

Por el dolor antiguo
de mis abuelos,
andan siempre conmigo
mis pobres versos.

Campesinos que esperas
la lluvia buena
por el pan de tus hijos
trabaja y sueña.

Cuando pasa cantando
mi viejo amigo,
me recuerda las tardes
de un tiempo niño.

Cantorcito que empiezas
un tiempo nuevo,
no te quedes ahora
mirando el cielo;
en las nubes rosadas
de alguna tarde
volverás peregrino
como las aves.


No me hago ni me deshago


No me hago ni me deshago,
soy como soy compañero,
en las dulces madrugadas
converso con el lucero.

Compartí buenos momentos
con el linyera y el peón
y en algunas ocasiones
comí asao con el patrón.

José Larralde me dijo:
"Yo no apuro las cuestiones,
porque vos sabés que existen
razones y sin razones".

Los pueblos y sus razones
luchan y tienen porqué,
entre mano y contramano,
al derecho y al revés.

En el campo "El Corralito"
refugio de la amistad
don Mario Santamaría,
florece con la verdad.

Estoy raspando la olla
a la orilla de un fogón,
ya vendrán tiempos mejores
¡no aflojemos corazón!

Con Horacio Guaraní
también raspamos la olla,
andando en tierras lejanas
sin ajo y sin cebolla.

No me hago ni me deshago,
ni jilguero ni zorzal,
ando peleando el destino:
más allá del bien y el mal.

Apenas el día amanece...


Apenas el día amanece,
abandonando el fogón,
uno ensilla un redomón
y para el campo rumbea.
Otro sigue en su tarea,
en el establecimiento;
todos, todos van contentos
para trabajar con ganas,
¡lindo es ver por la mañana
de una estancia el movimiento!

En un zaino malacara
que se está haciendo vidrioso
va relinchando orgulloso
con amor a la tropilla.
Va un paisano por la orilla
del almabrado de afuera,
recorre en horas primeras
por si en la noche pasao
hay un alambre cortao
y salió un ternero afuera.

Lindo es sentir el rumor
de la loma y la cuchilla,
donde viene la tropilla
del criollo que es domador.
Es lindo y es un primor
ver puntear a la madrina
que a silbido la domina
el criollo con arrogancia
esto se ve en las estancias
de nuestra pampa Argentina.
...............................
Canta Oscar "el Mosco" Pereyra de San Antonio de Areco

Estamos averiguando el autor de esta milonga.

lunes, 24 de octubre de 2011

La ronda

(Pintura: Carlos Montefusco)
I
Humos en los montes pa el lao del Mangrullo,
pa el lao de Las Flores la punta de un juego.
Diban los novillos lerdiando en el yuyo
y la noche caiba con desasosiego.

¿Ande hacer la ronda? ¿Ande armar cocina?
Empezó a dentrarnos susto a los paisanos.
Pa pior, del salitre ¡se alzó una ñeblina!
que a gatas, de escuro, se vían las manos.

¡Toro-guay de mi vida!
De hambre no veo.
¡Güelta torito bayo,
güelta al rodeo!

Toro-guay con dos cuernos
pa que me mate.
¿Ande estará mi prenda
tomando mate?

II
Ladiamos la tropa pa prender jogones
y buscar arrimo contra la barranca.
Las aguas crecían a los borbotones:
era un hervidero tuito el Vallimanca.

Agua y juego juntos nos traiban sitiando;
se oiban como voces juriosas del río,
y pa hacer coraje yo seguía cantando
y engüelto en el poncho tiritaba e frío.

¡Toro-guay con las aspas
como dos eses!
Han dentrao a hacer punta
los yaguaneses.

Se me yelan las manos
que es un castigo...
¿Ande estará mi prenda
con güen abrigo?

III
Dejuro toriaban perros cimarrones
dende la espesura de los pajonales;
porque a los bramidos y a los encontrones
pasaban juyendo los toros baguales.

Era óirse en la ñebla trotes repentinos
y cruzar vislumbros como de tormenta:
se vían clarito los lomos barcinos
y el gosque cerrado de la cornamenta.

¡Toro-guay de mi vida,
güelta a la ronda!
Ñeblina colorada.
Luna redonda.

¡Torito con las aspas
a los reveses!...
Han dentrao a aquietarse
los yaguaneses.

IV
No al ñudo es que se oiba bufar la madrina
y a las disparadas andar los potrillos:
¡brillaban dos ojos entre la ñeblina
que se me clavaban como dos cuchillos!

Con garuga y ñebla, ¿de ande armar un chala?
Tráibamos toditos mojaos los yesqueros.
¡Noche de mis penas pa andar en la mala,
hecha ni de encargo pa gauchos troperos!

Toro-guay con las aspas
como alfileres:
¡Muy más pior que las fieras
son las mujeres!

Como voy, gaucho pobre,
tras del ganao,
¡siguro que mi prenda
ya me ha olvidao!

jueves, 20 de octubre de 2011

Mateando con el Patrón

(Pintura: Bernabé De María)

Ya volcando los setenta
estaba el viejo Zenón
con don Ambrosio el patrón
que rumbea pa los ochenta.
Mateando echaron la cuenta
del tiempo que jineteando
de los años reseriando,
tiempos que jueron pa risa
y que por ahí se desliza
y a uno lo deja pagando.

"Qué cosa linda, aparcero"
decía riyendo Zenón
"que esté mateando el patrón
con este humilde puestero".
Caían al entrevero
historias que barajaban
cosas que por ahí quedaban
redormida en las molleras
y hasta de algunas polleras
travesuras afloraban.

Algún recuerdo quedaba
aplastao por el porrón
y se quedó un cimarrón
recostao contra la pava
mientras el fogón bramaba
por tanta leña encendida.
Entre frases compungidas
entraron a lamentarse
que era una pena fijarse
que se les iba la vida.

Yo nunca me encuentro solo

(Dibujo: Bellocq)

Aunque me haye en soledad
nunca me he encontrado solo
estando aislado enarbolo
a mi amplia libertad;
deslindo mi vanidad,
me enriedo en la fantasía
marginado de alegría
vuelco mi ideal en la sombra
y como nada me asombra
vivo en completa armonía.

Cuando recuesto al cantor
en los acordes dulzones
da mi guitarra en sus sones
fuertes chispazos de amor,
y si vibra el payador
que por mi mente se traza,
le enciendo al fogón la brasa
y en criterio que arguyo,
dejo en el pueblo un capullo
simbolizando la raza.

Al tanir de mi laud
dejo por su tetracordio
al bálsamo del escordio
a mi vieja juventud.
La apasionante acritud
que hay en mis pobres renglones
son las tristes ilusiones
de algo que está en el pasado
o algo que está adelantado
por lógicas reflexiones.

Cuántas veces al fogón
le hundí la vista en el fuego
quedándome como ciego
perdido en la cerrazón
pero al volver la razón
que rescaté del abismo
vislumbraba mi purismo
mágico por las estrellas
alumbrándome las huellas
para encontrarme yo mismo.

Si adornara mi vejez
con claras policromías
o entristeciera mis días
de mísera dejadez,
sería tan solo el revés
de las horas venturosas
de las pasiones fogosas
de las dichas encantadas,
de aquellas noches amadas
de las mujeres hermosas.

Cuando se apague el clamor
de mi sueño guitarrero
y no ande tras del sendero
dándole vida al cantor,
cuando no luzca al creador
músico que yo enarbolo
o el estilo que acrisolo
se esfume sin darme cuenta
recién sacaré la cuenta
que me estoy quedando solo.

Templando la bordona


Le templaré la bordona
a mi campero cantar,
y no vayan a pensar
que me molesta el que entona.
Si alabancean mi persona
me empiezo a poner arisco,
y si copando pellizco
algún "zorzal" al tropiezo,
no es porque yo me atravieso
como mirada de bizco.

Y ya que tengo templao
mi canto y mi inspiración,
señores en la ocasión
cortaré del mesmo lao,
siempre me encuentro inspirao
con un verso bien florido,
y como cantor pulido
que supo encontrar su estrella
soy pa andar entre la güeya
lo mesmo que preso juido.

No piensen que yo me meto
hablando así de chambón,
que saque la conclusión
aquél que se encuentre inquieto.
Y pa'serles más concreto
no quiero que otro me sobre,
y si me ven sin un cobre
ansí clinudo a lo potro,
es por no ir de un lao pal otro
como encomienda de pobre.

No es que quiera hacer alarde
de todo lo que aprendí
por lo que anduve y viví
"Dios me libre y Dios me guarde"
y si a veces llego tarde
es por ciertas fechorías,
me culpo de las porfías
de andar engolosinao,
y por andar trajinao
metido en las romerías.

Igual que alazán tostao
muchas veces me brindé,
pero nunca me entregué
"antes muerto que cansao".
Ansí ya sabe "cuñao"
aquí les cantó un surero,
que si viste de pueblero
no usa chafalonías,
y sé que la mayoría
se va a sacar el sombrero.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Entre el bayo y el gateao

Corría el bayo asafranao
de la estancia "Las Marías"
contra el gatiao de Farías
por un cordero ensillao.
Todo se había preparao
sin dar más explicaciones,
y en unos entretelones
pa que no se armen protestas,
depositaron apuestas
de unos buenos patacones.

Farías la tarde entera
la pasó hablando al oído,
que todo era pan comido
si era a largar sin bandera,
que al convite la carrera
se le hacía más segura,
que iba a quedar pata dura
como gayaretas viejas,
pa que después a las quejas
vaya a dárselas al cura.

Otras carreras se hacían
arregladas mano a mano,
porque siempre los paisanos
algo escondido traían.
A la cancha le llovían
apuestas contra el gatiao
de un lao y del otro lao
no las tomaba cualquiera,
porque estaba la carrera
para el bayo asafranao.

-"¡Largaron... juira, abran cancha...!"
se siente un criollo gritando,
que había venido apostando
en busca de una revancha.
Otro que hizo "pata ancha"
jugando todo al gatiao,
miraba petrificao
la tremenda algarabía,
porque el bayo'e "Las Marías"
ganó al galope cortao.

Y lo eché a los pisaderos


Al patrón le negocié
por un tordillo rodao,
un overo y un gatiao
que con cuidado le amansé.
La güelta que lo ensillé
después de una palenquiada,
por darle una galopiada
no sé si por distraído,
quedé en el suelo tendido
clavao como en tierra arada.

Tan furioso me paré
que quería degollarlo,
que cuando quise tantearlo
el cuchillo, lo extravié.
Y cuando reflexioné
como no ha pasado nada,
por taparme la pisada
ya ni soné con el freno,
porque por ahí sale güeno
pa echarlo a la jineteada.

Y hasta la Verde fuí a dar
de los hermanos Ferreyra,
que por los pagos de Almeyra
tenían que ir a jinetear.
Lo empezaron a mirar
tranquilos y muy campante,
era un día de sol radiante
uno de ellos lo estudiaba,
y entre dientes murmuraba
-capaz que va pa delante.

Lo imaginé un gran bagual
y me resultó un sancocho,
de las ganas quedé mocho
mirándolo en el corral.
Cuando le pelé el bozal
descarté los entreveros,
la envidia en los tropilleros
se me apagó aquella tarde,
por suerte de él no hice alarde
y lo eché a los pisaderos.

Don Salusiano Quinteros

(Pintura: Eleodoro Marenco)
Andaba con veinte pingos
todos rosillos overos,
clinudos a decir basta
pero todos criollos netos.
Lucía un poncho calamaco
corto a lo pampa, sin flecos,
flaco, alto, melenudo,
mal trazao, con poco apego,
a perder tiempo en posturas
y en “etiquetas” de pueblo.

De desteñido era verde
su chiripá largo, negro,
de punto, su camiseta,
y calzoncillo sin flecos.
Calzaban sus pies desnudos
grandes espuelas de fierro,
que arrastraba en los boliches
Don Salustiano Quinteros,
y a caballo parecía
un centauro de mi suelo.

Su risa de horno encendido
le hacía un lindo juego
a un pañuelo que fue rojo
suelto al descuido en el cuello.
Un sombrero ‘panza ‘e burro’
anochecedor de sueños,
y una faja ancha largona
sostiene con gran respeto,
su cuchilla marca “Chancho”
Don Salustiano Quinteros.

Lucía entre tantas cosas
con su recado hilachento,
dos pares de avestruceras
a cintura Don Quinteros.
Se güarecía en los contornos
bien alejao de los pueblos,
pasando días tranquilos
en puntos muy estratégicos,
lejos de la policía
más por cuidao que por miedo.

Había que ver a este gaucho
con sus rosillos overos,
sacar sin gritos un toro
y sin lonjas de un ‘un rodeo’.
Echar al medio, y ‘de un saque’
llevarlos hasta el señuelo,
y los pingos ni sudaban
aunque estaban bien rellenos…
Claro que el hombre había sido
del tiempo de Martín Fierro.

jueves, 13 de octubre de 2011

De balde

Si yo te contara
no habías de creyer,
de cómo de macho
m’hei güelto mujer,

de cómo estos ñiervos
de runa atrevido,
en vez de estirarse
se han hecho un ovillo,

cuando a rempujones
me sacó tu tata,
dejando sus manos
marcaus en mi cara.

Si ¡pucha! yo digo
lo que es el amor,
capaz de hacer agua
del mejor alcohol.

Si ya me volvía
con los brazos tiesos…
cuando tu retrato
se prendió en mi pecho.

El era tu pagre;
no habiá que tocarlo.
(Al dueño de tu alma,
cuchillo de palo.)

Bajé la cabeza
como un pagre guajcho,
m’inqué de rodillas,
le pedí llorando;

le hablé d’estas manos,
d’estas manos rudas;
d’esta frente humilde
tostao por el fuego
del sol de la Puna.

Pero ha siu de balde,
¡de balde! mi ñata.
Habiá siu de piegras
el pecho e tu tata.

De balde, mi vida,
que los ojos míos
hayan dau di pena
más agua que el río.

De balde mi boca
si’a hecho boca’í cura,
y a largao palabras
llenas de amargura.

¡De balde!... ¡De balde!
Si ¡pucha! yo digo:
pa qué sería pobre,
pa qué sería indio…

Pero eso no importa,
noviecita’e mi alma
qui al amor del indio,
ni el frío,ni el cerro,
ni el huaira lo ataja.

Tomá mi pañuelo,
secá tus pestañas,
qu’esas gotas, prienda,
son huaicas del alma.

Tomá mi rebenque,
mi poncho, mi manta…
¡Vámonos juyendo
por las huellas largas!

Vámonos juyendo
que la virgencita
de Punta Corral,
con las dos velitas
de su cara blanca,
nos ha’i alumbrar.

¡Malhaya!

No vuelvo a mi casa,
pa qui vo’a volver
si sé que mi tata
me v’a sobar bien.

La máquina grande
del tren pasajero,
pitiando, pitiando,
dejó con sus ruedas
chancaus mis corderos,

blanqueando los güesos
encima la vía,
lo mismo que polvo
de harina cocida.

La lana con sangre,
con motas redondas;
no sirve siquiera
ni pa hacerse una honda,

ni pa’hilar en puisca
ni mismir en palo;
’ta pior que talega
comíu por gusanos…

¡Malhaya, los hombres
que han hecho tuito esto,
pa matar la hacienda
de los campos nuestros.

¡Malhaya, los gringos!
Pero y’han di ver
si no soy guapa
pa voltearlo al tren:

le pongo estas piegras
encima la vía,
y caye antarquita…
la panza p’ arriba.

domingo, 9 de octubre de 2011

La galponera



Un resabio de gauchismo
quedó a la orilla de los fogones;
casi en cualquier parte se ven aun,
una espuela rota, un lazo ramaleao,
una lanza olvidada entre las tijeras de una quincha
y en toda guitarra: una milonga,
la más humilde, la más piona,
la galponera...

........................................
La llaman "la galponera"
y es milonga de fogón,
que lo mismo vive a monte
si le niegan el galpón.

La arrostró la montonera
cuando el llano corcovió
y hubo un ñudo de orientales,
lanza, trabuco y facón.

Fuel el capataz de sargento,
de comandante el patrón,
y los piones de melicos...
salga de ai si era un primor!

Y ande hubiera una guitarra
y algún pardo trovador,
"la galoponera" pa'tuitos,
General de División!

En la paz, como en las guerras,
apeligrando vivió
entre guampas de franqueros
y horqueteada a un redomón;

el carriño'e los mensuales,
le hizo un sitio en el galpón
con las pilchas domingueras
y el recadito cantor...

En ella mojan mis indios
los ojos de su canción,
cruda pa'los sacrificios
y curtida pa'l amor;

la llaman "la galponera"
y es milonga de fogón,
que lo mismo vive a monte
si le niegan el galpón.

El montaraz

(Pintura: Lucas Braulio Areco)

Por el húmedo verde sombrío,
la arena del río
y el sarandisal,
he dejado mi huella perdida,
costeando la vida
monteando un pesar...

Me conocen, el hondo sendero
que nunca el lucero
descubre al pasar,
y el gran sauce que llora crecido
silencio, nacido
de su soledad...
***
Hacha, hacha, hacha
que'l árbol no tiene penas;
penando lo tala el hombre
para qu'l fuego no muera.
Penando lo tala el hombre
para qu'l fuego no muera....

Crecí enredao en el monte
lo mismo que las enviras,
y soy el que con el hacha
le abre picadas al día.
***
Levantando las copas del monte
toma el horizonte
su vino final
y madura la tarde tranquila
color que destila
goteando el chalchal.

Por su boca de luna me nombra,
guitarra de sombras,
la noche lunar;
y es entonces mi canto, el lamento
del árbol que el viento
conmueve al pasar.
***
Monte, monte, monte,
la muerte nos viene hachando;
leñitas para la vida
somos el hombre y el árbol.
Leñitas para la vida
somos el hombre y el árbol...

Paisanos cuando me vaya,
si m'entierran monte adentro,
tal vez un gajito verde
salga'gritar que no he muerto.

Relato de un mayoral

¡Las leguas que m'he tragau
con la galera de Vargas!
Como que van treinta largas
de Barracas al Salau...
Y diez más desde el Venau
que n'ues paso de los peores,
a la Posta'e Miraflores
en la laguna'e las Yeguas;
total: cuarentiséis leguas
hasta el pueblo de Dolores.
Venían después los uncales
de la Cañada 'el Vecino,
¡Mi Dios, qué flor de camino
pa rematar animales!
Unos bañaos fatales
que pasábamos por fin
a costa de gran trajin
y de embarrarnos muy mucho
pa dentrar en Ayacucho
al sonar de mi clarín.
Porque he sido mayoral
en la Estrella del Desierto,
en todito el Sur, por cierto,
empresa muy principal.
Luis Vargas, un oriental,
fue su dueño y mi patrón,
muy colorau de opinión
y hombre recto y sin engaños,
que no bien cumplí doce años
me tomó de postillón.
¡Si habrá volcau mi galera!
¡Si habré sufrido encajadas!
¡Y si habré pegau rodadas
en la cuarta delantera!
Esa es la cosa más fiera
que a uno le pueda ocurrir,
aunque peor, en mi sentir,
porque se cae como en trampa,
es toparse con el pampa
cuando ha salido a invadir.
Nunca me olvido el día aquél
que, lleno de gente el coche,
llegamos a boca'e noche
a lo de Pablo Esquivel.
Veré si de modo fiel,
pues me parece oportuno,
mis recuerdos les reúno:
veníamos del Tandil
y era pa fines de abril
del año sesenta y uno.
Yo me quería quedar...
No me gustaba la cosa
porque allá en la Barrancosa
algo me dio que pensar.
¡Era una de pasar
gamas, yeguas y avestruces
como pa hacerle hacer cruces
y llamarle la atención
al gringo más chapetón
o al criollo de menos luces!
Andaban indios, seguro,
y eso le dije al pasaje,
pero todos seguir viaje
me pidieron con apuro,
pa peor, del campo'e Goyburo
traiba un mocito quebrau;
un inglés endemoniau
se quejaba'e la demora,
y a más, venía una señora
qu'iba salir de cuidau.
Por estas razones fue,
y otras varias que me dieron,
que al cabo me convencieron
y en mala hora aflojé.
Con todo, yo me alegré
porque luna llena había,
y esto bien me suponía
con caminos superiores
poder estar en Dolores
con el aclarar del día.
Y ya caballos mudamos
sin perder un solo instante;
me acomodé en el pescante
y ya también arrancamos.
La doble zanja cruzamos
de la Posta que les hablo,
y saludando a don Pablo
que supo ser maistro d'ella,
tomamos por esa huella
como alma que lleva el diablo.
¿Quién diría que la suerte
del cristiano está suspensa
y, cuando menos se piensa,
en desgracia se convierte?
Como digo, íbamos fuerte,
meta brinco y sacudones,
yo, atento a los postillones,
el pasaje entredormido,
y galopiando tendido
nuestros ocho mancarrones.
Linda la noche, sin viento,
el campo, blanco de luna,
y las leguas, una a una,
yéndose qu'era un contento.
De pronto, y justo al momento
d'ir costeando un fachinal
que, junto al camino real,
se alzaba como una valla,
por todas parte estalla
un vocerío infernal.
Y tras él, muchos jinetes
- más de doscientos, presumo-
que se nos vienen al humo
a media rienda'e sus fletes.
Salieron como chijetes
del pajal que les decía
y con atroz gritería
a las cuartas atropellan,
y por poco no se estrellan
contra la mensajería.
¡Los indios! ¡Santos benditos!
¡Señor, no nos abandones!
¡Partían los corazones
las mujeres con sus gritos!
Y llegaron los malditos
rodeándonos con presteza,
y a favor de la sorpresa
al postillón Elizondo
¡Me lo hicieron cair redondo
de un bolazo en la cabeza!
Y no hubo más que hablar.
Quedó parau el carruaje;
había, pues, que hacer coraje
y resolverse a pelear.
El primero en empezar
fue el inglés con su fusil;
apagó como candil
a uno que montaba un bayo
y a otro bajó del caballo
con un chumbo en el cuadril.
Los infieles al ver esto
dentraron a retirarse
pa después organizarse
y venirse echando el resto.
Ya nosotros, por supuesto,
perdimos toda esperanza
porque en su afán de matanza
pasaban a la carrera
y hasta dentro'e la galera
nos llegaban con la lanza.
Para peor, armas de fuego,
solo había unas pocas buenas,
y municiones, apenas,
como se verá más luego.
Hasta el día de hoy reniego
de un balazo que le erré
con mi vieja Lafuché
a un pampa, que abajo'el brazo,
vino y me encajó un lanzazo
en cuanto me descuidé.
Con más pulso, un pasajero
que viajaba en la "berlina",
voltió con su carabina
a un chino de poncho overo.
Yo, desangrándome entero,
porque me chucearon mucho,
del pescante, sobre el pucho,
me escurrí como luz mala,
dispuesto a meterles bala
hasta el último cartucho.
¡Pero qué! No bien me asomo
deande me había atrincherau,
viene un indio condenau
y me lancea en el lomo.
Me dejé cair como plomo
e igualito que lombriz,
me fui arrastrando, en un tris
que alguno me descubriera,
y atrás de una cortadera
conseguí hacerme perdiz.
Y siguiendo mi relato,
diré qu'ntre la maciega,
a una cuadra'e la refriega
me acurruqué como un gato.
Los tiros, al poco rato,
ya no se escucharon más,
pero siguieron nomás
vibrando los alaridos
y oyéndose unos quejidos
que no olvidaré jamás.

¡Cosa triste y afligente
era estar sin hacer nada
de mientras tanto la indiada
se cebaba con mi gente!
No podía enteramente
moverme siquiera un poco,
y aunque yo nunca me apoco
esta vez fallé fierazo,
pues el dolor del lanzazo
me tenía medio loco.
También me hacía parecer
remordiendo mi conciencia,
esa terrible imprudencia,
que acababa'e cometer.
Yo nunca debí atender
los pedidos del pasaje
prestándome a seguir viaje
ansí, sin más precaución,
bajo anuncios de invasión
y en semejante paraje.
Cuando se dentró la luna,
pasada la medianoche,
del lau en que estaba el coche
no se oiba ya bulla alguna.
La indiada, pa mi fortuna,
un redepente se fue,
su galopear escuché
perdiéndose a la distancia,
hasta que me vino un ansia
y ahi no más me desmayé.
No tengo idea completa
del tiempo que estuve ansí,
hasta que al fin volví en mí
en un catre de loneta.
Me hallaba en una carreta
de la tropa de Irazú
que del Puerto del Tuyú
iba con mercadería
pa no sé qué pulpería
en la costa'e Langueyú.
Según yo me lo imagino
y lo creo de verdá,
Dios en su inmensa bondá
puso al vasco en mi camino.
Pero pa'otros el destino
se mostró por demás fiero,
como que del entrevero
según lo supe enseguida
¡No logró salir con vida
ni tan solo un compañero!


Hallaron a los finaus
-dijeron los de la tropa-
sin una pilcha de ropa
y toditos degollaus;
sus equipajes robaus
y quemada la galera...
¡No se salvó tan siquiera
del asalto, un expediente,
qu'el alcalde'e San Vicente
me pidió que le trujera!
Si no acierta por ventura
a encontrarme el capataz,
me hubiera muerto ahí nomás
tirado como basura.
Soy de buena carnadura,
y con yuyos y a su modo,
un viejo - "Miche", de apodo-
curandero cordobés,
me atendió tan bien, que al mes
estaba sano del todo.
Al Azul me fui derecho
en cuantido pude andar
para ver de interesar
al ejército del hecho.
Pero no se tomó a pecho
mi denuncia y con razón:
principiaba una función
qu'iba a terminar de prisa
con la derrota de Urquiza
en el arroyo Pavón.
Ansí con guerra civil
y el país, hech'un vivo infierno,
a la final d'ese invierno
me volví para Tandil.
Al cacique Cañumil
se culpaba por allá
de ser el mesmo quizá
que mandó el malón aquél...
También se habló de Catriel
y el viejo Calfulcurá...
Pero quienquiera que fuese,
el asunto quedó en la nada
sin castigarse a la indiada
por más que lo mereciese...
Los mesmos pampas, parece,
fueron los que'n Lobería
cautivaron a María,
la mujer de Pedro Iriarte...
pero esa es historia aparte
que les contaré otro día.