Costa que bordeas el Plata
desde Quilmes a Ensenada...
Allí tu flora variada
su nativismo destaca.
Bajos y altos del bañado
lo mismo que en la barranca,
y en cursos de agua, mil plantas
existen desde el pasado.
Se observan entremezclados
penachos blancos y ceibos,
juncos, sarandíes negros,
como sauces colorados.
Y en el bañado, en lo alto:
paja brava, cortadera,
carriza y enredaderas,
también duraznillos blancos.
En la barranca, a su vera,
como formando corrillos,
hay acacias, porotillos,
calafate y flor de seda.
Tu meseta rica aflora,
álamo Carolina,
espinillo, cina cina,
mimbres, mataojos y mora.
Coronillos colorados,
chañar, talas, algarrobos,
ñapindáes, sombras de toro
y el espino del bañado.
Y amén de los frutales
múltiples y deliciosas
hay en la selva grandiosa
muchas plantas regionales.
En las barrancas del Plata,
atlántico y la provincia,
como una santa delicia
hay diversidad de plantas.
Guinda, laurel, canelón,
jacarandá, tipa, aromo,
lapacho, ombú, coigue, olmo,
maclura, incienso y cedrón.
El maitén, la peperina,
nogales, pitas y tunas,
coníferas con su altura,
el eucaliptus y la encina.
Plátanos, sauce llorón,
sensitiva, aguaribay,
caldén, robles, ñandubay,
arrayanes y malvón.
Y otra vez volviendo al Plata
que motivara este canto,
va mi acento sacrosanto
con la atracción que él desata.
Sitio sumido en retiro
con bastante de sombrío,
que por tu selva y tu río
y por tus aves yo admiro.
Con el canto a tu belleza,
que es belleza natural,
va mi canto inaugural
a tu flora que embelesa.
Cuando en las noches serenas
miríadas de insectos cantan,
parece que se desatan
sobre el bosque mil colmenas.
La noche con su negrura
que te envuelve en sus tinieblas,
marcar parece quisiera
más misterio a tu espesura.
Si castiga el temporal
que llamamos sudestada,
esa furia desatada
es como azote infernal.
Cuando el gris de la tormenta
envuelve toda tu selva,
los espíritus se enervan
y las almas sueñan lentas.
(Quilmes, 1961)
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