"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
jueves, 30 de abril de 2009
Variya de fierro.
Vieja variya de fierro
por la utilidá que has dao
casi casi has igualao
al cuchiyo y al cencerro.
En la apreciación no yerro
y le hago esta comparancia
porque'n el puesto, la estancia,
en la chacra y en la güeya
seguro se hizo uso de eya
en alguna circunstancia.
Naciste pa´l alambrao
pero a más de tu misión
serviste en cada ocasión
que'l hombre te ha precisao.
En cada uso que te ha dao
cumpliste sus exigencias
casi siempre en emergencias
lo sacaste del apuro
y en muchas partes seguro
todavía tenés vigencia.
Por tus nobles condiciones
te vi en el dintel de un rancho,
doblada en forma de gancho
de perchero en los galpones.
Fuiste treve en ocasiones
en los fogones camperos
cuando crotos y reseros
en forma de "U" te doblaban
y ayí en la güeya matianban
o hacían algún puchero.
Fuiste asta en la bandera
de abrir melga el arador
y mango del quemador
de la paja vizcachera.
Y en las chacras donde era
difícil pagar la triya,
en una forma senciya
que hasta hoy se hará, presumo,
todo el maíz pa'l consumo
se desgranaba a variya.
Hecha estaca ha sujetao
desde un chancho a un parejero
y de tramojo a un mañero
muchas veces te han atao.
Te vi en un cuero estaquiao,
de palanca en las tranqueras
y hasta en las fiestas camperas
sosteniendo el hilo aquél,
que servía de andarivel
en las carreras cuadreras.
Aunque vieja y oxidada
por útil y por senciya
a mi recuerdo, variya,
quiero dejarte maneada.
Porque ya con su pechada
el olvido se avecina
y aunque tu valor declina
tanta utilidá has dao
que un lugarcito has ganao
en nuestra historia ARGENTINA.
Con el mismo tono
- Al picazo pico blanco
vaya poniéndole precio,
que su condición le aprecio
con solo vérselo al tranco.
Además, pa serle franco,
apenas lo hube mirao
su estampa y su buen estao
a mí me han llenao el ojo,
y tengo como un antojo
que me luzca el emprendao...
... No se me quede cortón
y diga cuanto le debo,
que lo pago y me lo llevo
sin entrar en discusión.
Mi capricho o pretensión
por plata no se me ataja,
y sin pedirle rebaja
como que soy cumplidor
pa dar vuelta el tirador
nunca he mirao la ventaja.
Ansí, con altanería,
le hablaba un rico estanciero
a un gaucho pobre, resero,
que llegó a la pulpería.
Y tal cual lo merecía
por soberbio y mal hablao
le dijo el gaucho, entonao,
golpeándose la alpargata:
- Usté tendrá mucha plata
pero de estos no ha montao...
...Como no estoy pa jaranas
me le vuelvo sobre el lazo,
y si le gusta el picazo
se va a quedar con las ganas.
Soy hombre que peino canas
y sé dentrar en razones,
pero arisco a tentaciones
también le digo muy franco:
¡vale más el "pico blanco"
que todos sus patacones!
Patio de rancho.
Patio criollo, tradición,
que entre dos ceibos floridos
está de brazos caídos
un viejo sauce llorón.
Cautivo allí, un charabón
se va y vuelva a las gambetas,
y en esas horas tan quietas
en busca de algún charquito
un pato criollo, al tranquito,
va entre tinas y macetas.
Tiene un pozo con brocal
y una roldana chillona,
que aunque a veces desentona
su música es nacional.
Más que un pozo, es manantial
en su dar agua parejo,
y del fondo, que es espejo,
cuando lo están precisando
sube el balde cabrestiando
del trozo de un lazo viejo.
El horno, como de encargo,
para que alguno lo advierta
está con la boca abierta
en un bostezo muy largo.
Saboreando un mate amargo
contemplo unas torcacitas,
y si en muchas mañanitas
el horno traga más leña
es señal de que la dueña
espera muchas visitas.
Ese es el patio del rancho
donde yo me empecé a criar,
y ahí supe diferenciar
a un chimango de un carancho.
Un viento que cruza a lo ancho
me trae su recordación,
pues viendo al sauce llorón
añoro tardes inquietas
en que corrí a las gambetas
lo mismo que el charabón.
Como los toros.
Don Abelardo Rufino
Estancia "La Santa Marta":
le hago llegar esta carta,
que lo haye bien, me imagino.
Y ya que somos vecinos
y como tal lo valoro,
casi en mis líneas le imploro
que me acepte sin tranquera,
mi disculpa más sincera
por la cuestión de los toros.
Mi muchacho me ha contao
que, de los nuestros, el overo;
se ha pasao a su potrero
arruinando un alambrao.
Y aunque en las casas se ha criao,
de grande se ha puesto malo;
y en cuantito me refalo
le da por hacer baruyo
como aura que con el suyo
peleando, han roto los palos.
También se habrá anoticiao
que hace poco un mancarrón
me dió un tremendo apretón
y estoy en cama postrao.
Pero en cuanto esté sanao,
ya que algo mejor me noto;
y el dotor le ponga coto
a tanto ungüento y emplasto;
iré a cubrirle los gastos
y a arreglar lo que se ha roto.
También mi hijo me contó,
que cumpliendo mi pedido
al ir a ver lo ocurrido
medio mal me lo trató.
Y si es que el chico entendió,
perdone que lo rebaje,
usted que es puro linaje
debe saber se me antoja,
que cuando un toro se enoja
no hay alambrao que lo ataje.
Es que los toros también
sienten amor a su modo
y a guampa resuelven todo
sin preguntar quién es quién.
En cambio el hombre pa bien,
con su clara inteligencia,
procurando con pacencia
que cualquier destino se abra
tiene el don de la palabra
para sanjar diferencias.
Pero tampoco está escrito
que los ricos y mandones
hagan valer sus razones
sin dialogar y a los gritos.
El rezo se hace bajito
y hasta al mismo Dios contenta;
en cambio el truena revienta
atribulando hasta el alma,
y en lugar de traer calma
agranda más la tormenta.
Mi carta solo refleja
Don Abelardo, el deseo
que este entripao medio feo
sea pronto historia vieja.
Soy manso como una oveja
aunque a veces me acaloro
y si por hay me encocoro
y usted me hace contrapunto
terminamos el asunto,
como lo hicieron los toros.
Lechusa
Sos un bicho infelis. Naides te quiere.
De tuitos laos vivís escurrasada.
Y hasta los mesmos pájaros te juyen
porque tienen a menos tu compaña.
Cierto que con tus ojos amariyos
-que aujerean la noche más toldada-,
con tus patas cuartiadas y macetas
y tu pico dao güelta, sos fierasa.
Cierto qu'en lo sanguanga y desabrida
ni el Juan Grande t'iguala,
y que tu canto es un chiyido sonso
que ni a un gurí de teta li hace gracia.
Pero eso no es pecao. Hay otros pájaros,
que son fieros tamién y que no cantan;
y algunos, como el tordo,
que de haraganes ni pichones sacan.
Y solamente a vos te tienen tirria.
Hasta se ha dao en crér que tráis disgracia,
y que andás en negocios con mandinga
y le chistás de noche cuando pasa.
Y no falta quien diga
que a la muerte tamién solés cuartiarla,
y que hay velorio en fija
cuando gritás tres veces enrabadas.
Vos, como si supieras que te odean,
vivís lo más del día acuquinada
en la puerta'e tu cueva, o en un poste,
bombiando con recelo a los que pasan.
Sólo de noche te sentís a gusto,
porque la noche no se fija en fachas,
y a tuitos, pa que no se haiga diferencia,
en el luto'e su poncho los iguala.
¡Qué destino amolao! ¡sin un delito,
y a matreriarle al chumbo condenada!
¡Sólo porque Dios t'hiso fiera y triste,
y te negó la cencia'e las calandrias!
Hay hombres como vos. Naides los quiere.
Son como oveja negra en la majada.
Y más pobres que vos, más infelices,
porque pa juirle al mal, ¡carecen de alas!
Mi cuchillo
Eche otra güelta e caña, de la güena y pa todos;
yo pago lo que sea, porque de todos modos,
¿de qué me serviría emborrachar mis penas
si lo mesmo se sufre con las penas ajenas?
¿Ve este cuchillo, güeno, por caña se lo dejo,
A mí me costó poco: un tajo en el pellejo,
el amor de una china, un rancho, una ilusión
y unos cuantos puntazos aquí en el corazón.
Se lo quité peliando, mano a mano y de frente,
(como pelea todo gaucho medio decente)
a un hijo de la madre que lo largó algún día
que quiso separarse de tanta porquería.
Pero, ¿sabe pulpero?, se me riyó en la cara;
me llevó la chirusa que más quise en la vida,
y la yunta de güeyes del desprecio y los celos
tironiaron mis brazos, y así jué la caída.
Pero traje el cuchillo, con que él hizo la hazaña
de marcarme pa siempre en mi mesmo peyejo:
¿ya lo vido pulpero?. eche otra güelta e caña
que si no tengo plata, mi cuchillo le dejo...
La chata de Lobería
Viene avanzando una chata
que sigue un caballerizo,
que montao en un petiso
va detrás de la culata;
parece que el sol lo achata,
o el peso de su sombrero.
Ya se abre un torniquetero
y entra en un campo a cargar,
porque viene a levantar
la cosecha del potrero.
Esperando que lo cinchen
en cuanto cargue su dueño
un ladero se echa un sueño,
y las roldanas del guinche,
sin dejar de hacer bochinche
no se quieren quedar quietas.
Las bolsas, hechas maleta,
van subiendo sin parar,
hasta llegar a formar
dos filas sobre la aleta.
Después, a los barquinazos,
mueve; al ruido de las cuñas,
clava el varero las uñas
queriendo hacerse pedazos;
y al sonar los latigazos
como tiros de pistola,
se hace el ladero una bola
y se afirma el cadenero,
como gato cocinero
que lo tiran de la cola.
Rumbeando pa la estación
un día que había cargao,
se tuvo que hacer a un lao
pa darle paso a un camión.
Y desde aquella ocasión
quedó atrás, y se ha perdido:
el asfalto no ha podido
resistir todo su peso,
y se quedó en el espeso
tembladeral del olvido.
Hoy está pa gallinero,
pero cargada de gloria,
y ya ha pasao a la historia
su pintoresco letrero.
Todo el lujo de su apero
se fue con ella, también...
¡Ya no corta el terraplén
la chata de Lobería,
que en otros tiempos solía
pasar con rumbo al Quequén!
El lunar de mi tropilla
Pico blanco, gargantilla
y zarco del lao del lazo,
supe tener un picazo
de lunar en mi tropilla.
Era de laya sencilla
y sin yel pa galopiar:
yo lo he sabido probar
en destintas ocasiones,
cuando esigían los patrones
saberse desempeñar.
Picazo, mi pensamiento
sincero quiero atracarte,
y dentrar a alabancearte
como es tu merecimiento.
No es charla 'e cocina o cuento
ponderear tus condiciones;
son verdades que a montones
fueron quedando a tu paso...
¡Por que vos juiste, picazo,
motivo 'e conversaciones!
Cuando dentraba a un poblao
y pisaba la gramilla,
se hacía un arco y de costilla
se paseaba atravesao.
A veces, de lao a lao
de la calle solía dir.
Pa mí era "el de conseguir",
y por culpa 'e las mujeres
lo enllené de amaneceres
y de noches sin dormir.
A una yerra de convite
donde cayí de goloso,
hice yunta con un mozo
al que no le di desquite.
Como verso de confite
quedó el paisano, tirao:
se le acabó un colorao
más ligero que un balazo,
y yo seguí en el picazo
como si hubiera empezao.
Por eso es que en este día
en que lo estoy recordando,
con gusto le voy cantando
la mejor milonga mía.
Es tan grande mi alegría
cuando le canto al picazo,
porque en verdá, fue un pingazo
el lunar de mi tropilla:
pico blanco, gargantilla
y zarco del lao del lazo.
martes, 28 de abril de 2009
Cardos...
De vos dicen que sos plaga
y de mi que soy un vago
porque ocupas tierra ajena
y a mi por andar cantando.
Los dos tenemos espinas,
vos en tus hojas y tayos
y yo las tengo en mis versos
cuando una injusticia canto,
pero también a su tiempo
en flores sabemos darnos.
En inclemencias del tiempo
proteges y das reparo
a cuanto ser sin guarida
se atraca desamparado.
Como yo, que abrigo en letras
sueños con niños jugando
sin hambre y en las escuelas
con un futuro más claro;
donde no existan las guerras
ni el hombre discriminado.
Al madurar tus semiyas
las toma el viento en sus manos
para convertir en trinos
el hambre de muchos pájaros.
Yo también le doy al viento
las coplas que voy cantando
para alimentar palomas
que hambrientas siguen buscando:
paz, justicia y libertad
en el mundo que habitamos.
Y por más que nos persigan
no han de poder desterrarnos
pues somos un poco tierra
y somos un poco pájaros.
Las hueyas hacen sentirnos
dueños de nuestros espacios.
Por eso si nos comparan
se darán cuenta y no errados,
lo parecido que somos
los cantores y los cardos.
Poniendo... estaba la gansa!
Hace unos años atrás
cuando era mensual de estancia
y arrendaba las ganancias
rindiendo como el que más,
tuve un patrón por demás
serión y medio altanero
y aunque de cuño extranjero
por la sangre que traía,
era si se le ofrecía
campero entre los camperos.
Sabía, llegao el caso
capar a fuego un potrillo
o recostar un novillo
en un pingo como hondazo.
Se defendía con el lazo
haciendo grande la armada,
lo he visto en varias jornadas
como una cosa sencilla
ayuntarle las ranillas
a la yegua más pesada.
A mí siempre me toreaba
al verme medio callao
hasta que un día cansao
topé y le pisé la taba.
Y aunque medio seco andaba
me jugué una paga entera
-"que a la potra zaina overa
que guardaba pa'l carruaje,
se la tumbaba de un viaje
de revés y puerta ajuera"!
la yegua de unos seis años
muy arisca y bufarrona
tenía sangre percherona
a juzgar por el tamaño
y aunque soy bastante huraño
pa meterme en una apuesta
en una ocasión como esta
hasta el alma me jugaba,
porque el rico precisaba
que alguien le baje la cresta.
El contándola ganada
sin andar con mucho amago
me dijo al instante: - "Pago!"
y mandó echar la yeguada.
De contenta la peonada
le hicieron calle al instante
mientras que yo vigilante
sin que la ocasión me aturda
revoleando pa la zurda
la esperé más adelante.
Entre un revuelo de clinas
y el batallar de los perros
medio atorando el cencerro
salió en punta la madrina
atrás una zaina fina
enfiló con su potranca
y cuando meneando el anca
pasó sin vista la overa
se lo prendí hasta la pera
y me senté en la retranca.
Con ruido a cincha cortada
la yegua acentó el flequillo
que hasta el pelo de potrillo
le vi por estar preñada
fue tan grande la tirada
que al afrirmar los garrones
pa risas de los mirones,
amén de que eran baratas,
me rajó las alpargatas
lonjeándome los talones
Hasta que al fin allá lejos
haciendo un esfuerzo macho
la volqué sobre el penacho
pa que corra como un tejo
-"que lo parió! gritó un viejo
en una criolla alabanza
mientras que yo sin tardanza
golpeándome la muñeca,
le grité al patrón que: "clueca,
poniéndo estaba la gansa!".
viernes, 24 de abril de 2009
Mi tabaquera
Bordada todita entera
con matizados colores
tengo e tiempos anteriores
una linda tabaquera.
Es una joya campera
sino "traiguarda" mi ver,
la conservo en mi poder
como recuerdo de antaño:
por ser regalo 'e cumpleaños
de la dueña 'e mi querer.
Toda vez que está en mis manos,
en cualquier pago que sea
las chinas la codicean,
lo mesmo que los paisanos.
Gratos momentos lejanos
mantengo con simpatía
de cuando la china mía
me la osequió cariñosa,
y una sonrisa amorosa
de sus labios florecía.
Lindamente riveteado
se puede ver su contorno,
con el moñito de adorno
que está unido a su encintado;
y en un lugar destacado
en letras entrelazadas,
mis iniciales bordadas
entretejidas de flores:
manifiestan los primores
de su forma presentada.
Por eso gustosamente
en ella llevo el tabaco
y con orgullo la saco
pa' invitar a los presentes.
La guardo celosamente
a esta prenda gaucha y fina
pero hay algo que me inclina
a obrar en este sentido
y es el hecho de haber sido
trabajada por mi china.
jueves, 23 de abril de 2009
¡De paso...!
Perdonen que haya llegao
sin tener invitación;
pero tuve la ocasión
y no la he desperdiciao...!
Quiero dejar aclarao
evitando confundidos;
que apenas me he detenido,
haciéndome un alto de paso...!
¡Mi nombre no viene al caso,
soy sólo un desconocido...!
Por eso si mi presencia
llega a algunos molestar;
mañana sigo mi andar
así es que tengan paciencia...!
En cuanto a la concurrencia
que me permite acomodo;
le voy a hacer a mi modo
un trazo de mi retrato...!
¡Pa’ que después del relato
puedan conocerme todos...!
Tal cual me ven, soy apenas,
un hombre como cualquiera,
caminador campo afuera
sin que lo amarren cadenas...!
No soy de los que se llenan
la boca con ponderaos;
y si a veces me ha tocao
en la huellas tropezar...!
¡He sabido apechugar
paciente los resultaos...!
Me gusta andar empilchao
pero no es por un capricho;
si no pa’ esquivarle al dicho
de gaucho mal entrazao...!
En lo que hace a mi recao
es prendaje de primera;
y mi flete, una zoncera,
de mancarrón de valía...!
¡En la cancha todavía
no se perdió una carrera...!
Soy cantor y guitarrero,
otro oficio no he aprendido;
nunca patrón he tenido,
no sirvo pa’ mandadero...!
Y si en algún entrevero
mis dotes he demostrao;
con sólo haberme escuchao
algún zorzal que cruzaba...!
¡Muy capaz que le quedaba,
de envidia el pico cerrao...!
Conforme con el vivir,
medio aviejao por afuera;
la suerte de compañera,
que más podría pedir...!
Mi vocación de servir
fue siempre como de encargo;
y los momentos amargos
que a veces marcó mi estrella...!
¡Las fui dejando en las huellas
de tantos caminos largos...!
Por eso en mi despedida
dejo estos versos camperos;
con un afecto sinceso
enganchao en la partida...!
Si caminando en la vida
llego a estos pagos volver;
saludar será un placer
nuevamente a estos paisanos...!
¡Y así, les tiendo mi mano,
y que sea hasta más ver...!
Como el peludo
La gente está empobrecida,
no hay trabajo y falta plata;
y vamos tirando a gatas
en busca de una salida...!
¡Está tan cara la vida,
que es imposible aguantar,
sólo cabe preguntar
al ver como todo sube...!
¡Si después desde las nubes
los precios pueden bajar...!
La carne a lo que ha llegao,
su costo no es pa’ cualquiera;
y locos se consideran
a los que hablan de un asao...!
También un salto ha pegao
el pan pa’ colmo de males;
sus valore siderales
de quicio al pobre lo sacan...!
¡Y eso que abundan las vacas
y están sobrando trigales...!
De las pilchas ni que hablar,
vienen los tiempos de hilachas,
y en cuevas como vizcachas
nunca tendrán que habitar...!
Nadie piense en trabajar,
las Empresas han cerrao;
y hasta en la calle han dejao
a miles de sus obreros...!
¡Situación que el pueblo entero
está observando asombrao...!
Se habla mucho y nada se hace,
se promete y se hace menos;
y el pobre en todo terreno
va perdiendo hasta su clase...!
Se humilla ante tantas frases
de elocuencia halagadores;
pero ninguna mejora
su precaria situación...!
¡Porque esa no es la intención
de la parte mandadora...!
La gente está empobrecida,
la indigencia es general;
y nadie sabe el final
de estas duras embestidas...!
La justicia está invertida,
sólo es pa’l privilegiao;
eñ qie trabaja ha quedao
pa’ que se arregle a su modo...!
¡Porque el prometer de todo
es un “verso” ya gastao...!
Sino se toman medidas,
esto va a seguir pa’ abajo;
no hay plata y falta trabajo
y esta muy cara la vida...!
La producción prometida
es solo pa’ los platudos;
que nos tienen, corajudos,
agarraos de las narices...!
¡Pa’ hacernos comer raíces
lo mesmo que hace el peludo...!
Estancia Vieja
Allí, donde ya borraos,
van quedando los caminos;
y en donde los remolinos
pasan “bailando” a su lao...!
La estancia vieja ha quedao
desprovista de arrogancias;
sin altivez ni prestancia
en su presencia campera...!
¡Y convertida en tapera
perfilando las distancias...!
Del caserío enclavao,
sólo quedan paredones;
y algunos pocos horcones
que vencidos se han tumbao...!
El techo está derrumbao
no hay puertas ni ventanales,
y de bretes y corrales
donde fue el galpón de esquila...!
¡Por tantos años que apilan
apenas quedan señales...!
Cruzando está el alambrao
y en él la vieja tranquera;
que al mirarla pareciera...
estar volviendo al pasao...!
Ahora el tiempo ha silenciao
las filosas madrugadas;
ya no se oye a la peonada
entre el sonar de cencerros,
y el ladrido de los perros
arreando las caballadas...!
Cuando el progreso llegó,
al campo con sus influjos;
por una estancia de lujo
el patrón se encaprichó...!
Y desde entonces quedó
en el sitio abandonada;
vencida por la avanzada
de ese nuevo amanecer...!
¡Que iba enterrando un ayer
de costumbres arraigadas...!
¡Quién sabe a donde se fueron,
todos aquellos mensuales;
de espuelas, lazos y piales
que en rodeos se lucieron...!
Tal vez quedar no quisieron
pa’ no aceptar lo cambiao;
porque en lo nuevo llegao
con “olor” a lo de afuera...!
¡Lo nuestro, quiera o no quiera,
se fue dejando de lao...!
Nadie tal vez ha pensao,
ni cruzó por su memoria;
que es un pedazo de historia
lo que allí se ha relegao...!
Que es algo de ese pasao
que las distancias alejan;
presencia que nos refleja
una semblanza campera...!
¡En razón que esa tapera,
ha sido la Estancia Vieja...!
Pionando
Yo nunca tuve otro oficio,
que el de pionar en estancias;
y recorrer las distancias
en ancas del sacrificio...!
Madrugando hasta de vicio
pa’ cumplir obligaciones;
aunque en muchas ocasiones
ese duro trabajar...!
¡No han sabido valorar
antojadizos patrones...!
De suerte que me sirvió
como parte de experiencia,
pa’ aplicar en mi existencia
lo que ese andar enseñó...!
Siempre empilchar me gustó
el pingo con lo mejor;
porque el buen trabajador
se conoce en el apero...!
¡Y en la estampa de un campero
es detalle de valor...!
Por eso me han codiciao,
más de una vez el pilchaje,
en los distintos parajes
que pionando he transitao...!
Y si el lazo he manejao
cuando al rodeo llegaba;
un gran gustazo me daba
cada vez más sastifecho...!
¡De revez o de derecho
les demostré que pialaba...!
No soy manco pa’ boliar
en el monte o campo abierto;
y hasta en el mesmo desierto
me tengo fe pa´rastriar...!
Si se trata de campiar
también soy conocedor;
y si bien no es en rigor
pa’ mí tarea habitual...!
¡Sé amanzar un animal
como cualquier domador...!
Nunca me pude arraigar,
pa’ tironiar la existencia,
en una sola querencia
contagio con el andar...!
Más de una vez quise alzar
un rancho pa’ hacer el nido;
pero jamás he podido
satisfacer este anhelo...!
¡Y ansina, en mi propio suelo,
siempre en lo ajeno he vivido...!
Esta es la vida campera,
de aquel que no tiene oficio;
rodeada de sacrificios
y al final nada le espera...!
Sin embargo a mi manera
soy feliz así como ando;
porque pa’ andar mendigando
un favor de los demás...!
¡Prefiero vivir en paz,
pionando, siempre pionando...!
Dejá nomás...!
Dejá nomás, que en mi rancho,
sigan ladrando los perros;
o vengan desde los cerros
dando vueltas los caranchos...!
¡Dejá nomás, si en el ancho
pastizal de la llanura;
con su flameante figura,
que la impresión acorrala...!
¡Aparece la “Luz Mala”,
en alguna noche oscura...!
Dejá, también, que no es nada,
si ocasiones la lechuza,
en la huella se nos cruza
chistando como asustada...!
Y si en horas alargadas
cuando la tarde oscurese,
que escuchamos, nos parece,
entre los silbos el viento...!
¡Voces igual a lamentos,
como de alguien que padece...!
Dejá nomás, que hay razones,
de sobras pa’ esos sucesos;
que si en ancas del Progreso
se fueron las tradiciones...!
¡Las señales y visiones
que venimos observando,
veremos, analizando,
que todo eso, debe ser...!
¡El alma de aquél ayer,
que anda en los campos penando...!
Rumiando ausencias...!
Allá en mis años de mozo,
tiempos que olvidar no quiero,
yo también como el hornero,
formé mi nido, dichoso.
Robando horas al reposo
al rancho lo levanté;
y cuando al final dejé
la construcción terminada…
¡Con la mesma prenda amada
que hoy tengo, me “acollaré”…!
No tuvimos Juez de Paz
ni cura pa’ la ocasión;
fue testigo de la unión
el mesmo rancho nomás.
Más tarde a lo montaraz
que tiene cueva escondida;
quedamos en la guarida
y en aquella soledad…
¡Con la firme voluntad
de hacerle frente a la vida…!
De esta forma, nuestro empeño,
se mezcló al esfuerzo duro;
y miramos el futuro
con un sentido halagüeño…
Se realizaron los sueños
mientras los años pasaron;
luego los hijos llegaron
colmándonos de consuelo…
¡Que, como gracia del cielo,
juntos y unidos se criaron…!
El rancho cambió de cara,
el alero se alargó;
y hasta el rosal floreció
que en un principio plantara.
Después, como si trataran
de comprobar esa unión;
la calandria y el gorrión
se aproximaron curiosos…
¡Y con aire de celosos
cantaron desde un horcón…!
Nunca tuvo el sinsababor
en nuestro rancho cabida;
el camino de la vida
nos fue dando su calor.
Con esperanza y amor,
en el agreste lugar,
se pudo sobrellevar
el fardo de los desvelos.
Hasta alcanzar los anhelos
que motivó el trabajar...
Pero un día se marcharon
los hijos, del viejo nido;
porque habiendo ya crecido
a su destino enfrentaron...
De allí las cosas cambiaron,
todo se tornó sombrío;
la soledad y el vacío
poco a poco nos cubrió...
¡Y hasta el rancho pareció
mucho más grande y más frío...!
Es que la ley de la vida
una vez más se cumplía;
también nosotros, un día,
marchamos de la guarida...
Sin duda alguna que heridas
con aquella ausencia abrimos;
y si entonces no supimos
todo su alcance apreciar...
¡En idéntico accionar
cosechamos lo que dimos...!
Y ansina, entonces, quedamos
con mi vieja compañera,
solitos en la tapera
igual que cuando empezamos...
Sólo que ahura nos miramos
ocasiones, sin hablar;
y no pudiendo atajar
la angustia que sale al paso...
¡Prendidos en un abrazo
nos ponemos a llorar...!
La mula.
La mula en el mundo entero
en una cierta ocasión,
fue capital de un patrón
y salario de un tropero.
Marchando contra el pampero
la utilizó el militar,
fue modelo singular
por su nobleza y pujanza,
y más que nada esperanza
de un lugar a otro lugar.
Facetas inteligentes
aplicaban en su marcha,
cuando rompían la escarcha
las arrias tan eficientes.
Recorriendo continentes
matadas, y ese dolor,
soportó con el calor
sequías muy alevosas
y en regiones montañosas
la mula fue lo mejor.
En las tareas a destajo
a sus patas aplicó,
la fuerza que repartió
en el rinde del trabajo.
Su hibridez de arriba a bajo
hizo en los yugos rendir,
pero al quererla exigir
se paró cuando ella quiso,
no fue como el yeguarizo
que trajinó hasta morir.
La cargaron los mineros
desde la cruz al cuadril,
para ir al ferrocarril
como fue con los cañeros.
Fue igual con los viñateros
por la senda que cruzó,
mas, donde ella pisó
prestó servicios notables
y a sitios impenetrables
como nada penetró.
El tremedal que ha cruzado,
el balasto que pisó
o el precipicio que vio
quedó en su instinto grabado.
El que con ella ha tropeado
supo a la mula tratar,
la tuvo que respetar
por temor a una desdicha,
porque es mula y encapricha
si la quieren maltratar.
Cuando roturó la tierra
su plenitud fue sin fallo,
porque superó al caballo
en la paz; y no en la guerra.
En su colosal encierra
los elementos de atar
el espléndido mular
ha sido una luz de aurora
y fue la locomotora
quien la llegó a suplantar.
A Don Jesús Luna
Don Luna era resero, albañil, domador, picapedrero y otras yerbas. Era ‘siete oficios’, como muchos criollos provincianos. Y como había tenido muy buena criadez ostentaba sin orgullo su buena conducta, su generosa humildad, siempre dispuesto a hacer gauchadas.
Lo mismo rastreaba un puma, que remendaba su maleta maicera. Lo mismo le quitaba el orgullo a un potro, que le componía el calzado a su changa, gurisa sordomuda, espejito empañado de la selva.
Jesús Luna vivía entre los chañares de Cerro Colorado, detrás del Puesto de los Bulacios.
No tenía camino para llegar al rancho. Era una senda angosta, espinuda, crecedora de matas a la primera humedad. A la media legua se abría el monte en un claro que llamaban "el patio".
Allí estaba un corral, las cabras, la lechera, las gallinas, y la casa, donde una hermana vieja arreglaba las cosas, entendiéndose con la changa, en cuyos ojos nacía cada mañana un paisaje de pájaros mudos y viento sin música.
Entre los gustos criollos, don Luna tenía uno preferido: era un narrador.
No andaba por ahí buscando quien lo escuche. Pero si alguna vez la cosa venía con rumbos al cuento, a la historia, al sucedido, don Luna sacaba una tosecita cortona, y mientras trazaba con el índice quién sabe qué dibujos sobre la tosca mesa, comenzaba siempre con las mismas palabras, como un ritual de voces llamadoras de la buena memoria:
_ Ahúra que dice eso ... yo siempre me sé acordar de una güelta…
Y así, despaciosamente, casi sin levantar la vista, relataba algún asunto, algún acontecimiento del pago, gracioso o dramático, pero sin desperdicio. Le salían imágenes ‘como pa verso’, pero sin duda no eran más que el vivir entre piedra, y algarrobos, chañares, represas, soledad y pájaros.
Indudablemente, don Luna era un amigo del Viento sembrador de hilachitas, el Viento de la leyenda. Por eso encontraba, sin buscarlas, las formas de expresión que le dictaba la tierra, el pago, la vida. Por eso decía los detalles de una doma, en que el potro le quería robar las riendas en furiosos estirones:
- Y a mí se me aburrían las manos de hacer juersa...
O hablando de un día lindo:
- Pasaban los pajaritos con los colores más lindos y cantando de un modo... como si Dios hubiera desparramao azúcar en el aire...
O sobre asuntos serios:
- Y... amigo, la esperanza es como la flor del garabato. Ahí está, arribita, pero hay que hincarse con tanta espina, de no, no se logra…
En las noches del verano, cuando en el boliche tocan ‘la música’, don Jesús, sin bailar ni truquear, se quedaba horas escuchando la sucesión de chacareras, remedios, valses y zambas.
A veces, la hora alta lo hallaba fuera de las casas, y entonces montaba en su doradillo y partía como sin ganas, rumbo a sus montes. Y como si lo llamaran de atrás, acomodaba la oreja ‘pal lao del viento’ para no perderse el final de una vidala que el viento de la noche le acercaba como un presente antiguo, como un saludo de viajero a viajero.
A veces, ejecutando uno de sus siete oficios, se pasaba los días enteros emparejando palos de piquillín para postes. Afilaba la azuela como para afeitarse y luego pisando el palo, comenzaba la tarea, haciendo que el filosísimo acero fuera puliendo y redondeando la madera, frenándose en la alpargata con justo golpe.
Todo lo hacía con medido tiempo, sin apurarse. De a ratos, cuando el trabajo se lo permitía, solía canturrear alguna cosa, para él solo. Y cuando por torpeza o distracción cometía algún error, sacaba mal un palo o forzaba un torniquete, se retaba diciéndose:
- ¡No cantés, que estás de duelo! _
Pasaba por el camino de la Quebrada Brava, la caravana de jinetes, rumbo a Caminiaga, para las fiestas de la candelaria. Don Luna, golilla al viento, lucía sus pequeñas espuelas antiguas.
Allá en el pueblo colmado de peregrinos y curiosos, la plaza ofrecía la sombra de los viejos aguaribays. Y en los bosquecillos cercanos, envueltos en un aire de inocencia, un grupo de paisanos pasaba la siesta tabeando de lo lindo, donde Ramirez y Contreras lograban lo mejor de las chirolas con su pulso sereno, su ausencia de avaricia, y la cabal vuelta y media del ‘hueso’.
Allí estaba don Jesús Luna, con sus amigos, que lo eran todos. Y al caer la tarde, volviendo al Cerro Colorado al tranco de la caballada, los viajeros hacían un alto en la marcha, cerca de El Pantano. Liaban su tabaco, armando cigarrillos, bebían los fletes en el agua clara, y charlaban un rato. Allí comenzaba la tosecita de don Luna, y el relato jugoso de algún sucedido. Cuando volvían a montar a caballo, ya los grillos estaban sacando la noche desde el fondo de las grutas.
Al llegar a la aldea de Cerro Colorado, los jinetes se separaban, cada cual camino a su casa.
Don Jesús pasaba de largo el río, el caserío de los Sosa, el pencal de los Gayanes, Las Trancas, y enderezaba hacia el norte, rumbo al Puesto de los Bulacios. Junto al pozo grande, abandonaba el ancho camino y ganaba el monte por la estrecha senda de los chañares. En la noche, apenas si resonaban los cascos del doradillo, como si se cuidaran de no despertar los pájaros.
Don Luna atendía la ración de su flete. Colgaba en una horqueta la bajera sudada. Bajo los horcones quedaban riendas, lazo y arreador. El hombre contemplaba las estrellas, averiguando el tiempo de mañana.
Penetraba en el rancho, y se quedaba un rato observando el sueño de su changuita, la niña cercada por todos los silencios del mundo.
Conociéndolo a don Luna, no era difícil adivinar sus pensamientos de esos instantes:
-¿Para qué brinca el agua en el río? _
- ¿Para qué cantarán los zorzales y las reina-moras, si ella no puede escucharlos?
-¿Dónde, en qué rincón del monte, debajo de qué piedra están las palabras que Dios ha destinado para que ella las pronuncie…? _
Jesús Luna salía con la mañana en ancas de su caballo, ‘pal trabajo’. Y como era ‘siete oficios’, lo mismo amansaba un potro o lidiaba con arena, portland y agua, o pulía postes, o rastreaba pumas, o curaba novillos en la sierra ‘dagüelteando la pisada’, mientras pronunciaba en voz baja antiguas y rituales frases.
Y cada semana se proporcionaba la ocasión de una historia. Y don Luna soltaba su narración:
- Sí… Me sé acordar de una güelta, cuando Rufino Galván cruzó el maizal de frente a las casas.
Caminaba cayao, como el destino… Un día amaneció dolorido. Le echó la culpa al frío, al calor, a la fatiga. ‘Questo que lotro, la cosa es que no andoy bien...’
Pero a las pocas semanas ya no pudo levantarse. Veía la vida del monte desde la puerta entreabierta, y el hombre, con la osamenta tullida, contemplaba las travesuras del sol y del viento en la arenita del patio, apenitas nomás.
Murió a lo criollo, según nos contaban la noche del velorio. Seguramente sintió que se iba, y llamó a la vieja hermana. Le pidió que le ensillara el doradillo, ‘pero bien ensillao’.
- ¿Pa qué…? _ Preguntaba la familia. Y él respondió:
- Pa verlo. Ensillao, sujetá las riendas arriba y trailo del cabestro hasta el patio. - ¡Pasíalo, pa' verlo!
Le cumplieron el gusto. El último gusto. Y le pasearon el flete por el patio, frente a la puerta del rancho. Desde el rincón, medio acomodado en su catre de tientos, don Luna contempló su caballo. ¡Su caballo! No sería raro que en ese momento su corazón de criollo le hubiera prestado la necesaria fuerza para que suelte una tosecita, como esa con que solía anunciar el comienzo de un cuento, de una historia, llena de imágenes lindas ‘como pa verso’.
Y así mirando su caballo "bien ensillao" se fue yendo de la vida, callado, como el Destino.
Se ha muerto don Jesús Luna,
buen criollo 'pa lo que mande'.
Difícil será olvidarlo
aunque no lo nombre nadie.
Su lazo de diez brazadas,
su flete de ganar reales,
su hacha de abatir palos
guapeando en los pedregales.
Su niña triste y enferma
con un rosario de males,
su rancho en medio del monte
sin caminos y sin calles,
con sólo una senda larga
entre los algarrobales...
Se ha muerto don Jesús Luna,
buen criollo 'pa lo que mande'.
Difícil será olvidarlo
aunque no lo nombre nadie.
De a pie, o en sulky, o en carro,
los criollos de estos lugares
acompañan a don Luna
por medio de los chañares.
Son 'siete oficios' como él,
gente de los pedregales,
paisanos de monte y cerro,
gauchos de las soledades.
Se ha muerto don Jesús Luna,
buen criollo 'pa lo que mande'.
Difícil será olvidarlo
aunque no lo nombre nadie."
De a pie, o en sulky, o en carro,
los criollos de estos lugares
acompañan a don Luna
por medio de los chañares.
Son 'siete oficios' como él,
gente de los pedregales,
paisanos de monte y cerro,
gauchos de las soledades.
Se ha muerto don Jesús Luna,
buen criollo. . . ‘pa lo que mande'.
¡Difícil será olvidarlo
aunque no lo nombre nadie ...
La senda
Mírela... se arrastra siempre
del alero a la puerta,
Dios sabe cuando uno pasa
que es lo que le pasa a ella.
Denguno la oyó quejarse
ni supo si sale o dentra,
si cose o corta lo yuyos.
Si se arrima hasta mi puerta
o es que ha salido del rancho
a recibir la tranquera.
Cuando yo llegué, no estaba;
me pasé la vida abriéndola!
Mientras yo di veinte años
dió veinte pasos la senda!
Llega al patio y se está horas
echada junto a la puerta;
ni bien se distrae el rancho,
la pobre se arrastra y entra.
Parece que ella juese distinta
y el diferente juí yo sobre ella.
A ucasiones, me llevó con tranco'e perro;
u otras, con ondulao de cruceras.
Tan pesao de corazón, a veces;
que al pisarla, se abolló mi senda...
Y esos pozos se le abren en charcos
siempre que hay tormenta...
Una vez la pasé a tranco'e pollo:
cuando vine con Pancha'e la iglesia!
Otra cuando ella se me puso grave,
la crucé a toda carrera...
Y otra vez, al paso... al paso
y esa vez, qué larga era!
Y cuando golví del camposanto
yo era una cruz
y se la echó al lomo mi senda,
Cuánto te ha pisao, amiga!
Pero pa quedar a mano, cuando muera,
te viá pasar por encima, sin pisarte
pa que no te duela.
Ese día vamos a dir acostaos juntos,
del alero a la tranquera...
y dispués nos borraremos a un tiempo
el caminante y la senda!
miércoles, 22 de abril de 2009
Malacara Viejo
Malacara viejo! Perdoname, hermano...
Yebame otras leguas mi pobre usamenta,
Andá... p'ande quieras... pero, siempre al tranco;
Total, nu hay apuro pa pegar la güelta...
T'estraña, dejuro, que t'ensiye a esta hora;
Como nunca salgo!
Y estarás diciendo que me dau la loca
Di dir pal boliche pa enjuagar la boca,
Pero, es otro el caso...
Po eso até a los tientos mi atadito e ropa...
Me han echao! sabías?... Si, y jue el patrón "nuevo",
Yo se que a vos mesmo se ti hase mentira
Porque, cuesta crérlo!
Aura que ya nada somos en la vida
Mas que años y guesos,
Cuando tuito dimos pa tener ansina
Vos, campo, y yo un techo,
Como a esos ajenos que comen de arriba
Nos echa a la caye... ¡Malacara viejo!
Ya no me hases falta -me dijo esta tarde-,
Tengo gente al ñudo y hay que hacer limpieza,
Andá al escretorio que te den el vale
Y luego u mañana, cuando te paresca,
Ensiyá y pegale,
Total, tenés gordo pa lujo el maseta.
No le dije nada... ¡pa qué hablar!¿Nu es cierto?
Si pa haberle dicho lo que meresía,
Ni hasiéndolo tiras pagaba entuavía
El mal que nos ha hecho!
Lo miré a los ojos, pa ver si asomaba
Siquiera el vislumbre di algún sentimiento,
Pero, ese no tiene corazón ni entrañas;
Es tuito veleno pu ajuera y pu adentro!
Se m'hizo presiya l'angustia entre el pecho,
Agaché la frente y en suspiros largos,
Junté las brasadas de tuito el ricuerdo
Dende hase...¡treint'años!
Cuando el tata d'este, que nasió pa perro,
En un mesmo arreo nos uñió a lo gaucho!
Y entre mi pensaba:
El, ya no ricuerda cuando estaba enfermo,
Era un gurisito flaco y amariyo
Que daba hasta pena sentirlo tosiendo
Como esos borregos que ahuma el romeriyo...
¡Malacara viejo! Vos, eras entonses, chiquitito, ansina,
Y estuvistes di hambre relinchando un tiempo
Porqu'el se tomaba tuito el alimento
Que, pa vos, juntaba la yegua madrina.
Y mi pobre gaucha, ¡de guan lu hasía!
Lo criaba en sus faldas como a un hijo mesmo,
Pa que aura nos pague con'esta herejía
Sin tener, pa'eya, siquiera un ricuerdo!
Ya ves de nosotros que pued'importarle...
Dos viejos masetas, comu el mesmo dijo;
Si pa el, ni el ricuerdo de su santa madre
L'importa de fijo!
Y...! gueno!
Si vos me dijieras que no hay que aflijirse...
Taría más contento;
Porque aura qu'es noche más pena da dirse...
Dirse!
Y, p'ande rumbiamos Malacara viejo?
Seguí por el camino que más te paresca,
Pero, siempre al tranco,
Total pa nosotros ya nada rigresa;
Ni guelve el camino, ni guelven los años,
Ansina, por'eso,
Pa dir a enterrarnos con tuitas las penas,
Rumbiá p'ande quieras...! Malacara viejo!
lunes, 20 de abril de 2009
El linyera.
Hoy Julián se jué temprano
a galopiar un arisco.
El nunca güelve a su rancho
más allá de oscurecido;
porque a su mujer, de puro
muchacha se le ha "ocurrido",
que estando sola, una noche,
le van a robar al hijo.
Tiene seis años. Es rubio
y parece de oro el niño.
Nació con ojos azules
como el charabón de lindos!
Se cré muy hombre. A menudo
anda fumando un palito,
con las manos a la espalda
y el paso medio aburrido;
porque cosa que haga el padre,
la sale copiando el hijo;
vive asomao a ese espejo
como una estrella a un charquito.
La noche agarró a la madre
a solas con ese niño.
Mientras cenaron, pitaba
bichos de luz el camino.
La sombra empezó a tirarle
cascarudos al pabilo...
temblaban algunos truenos
y siempre en el mesmo sitio...
caía una gota de agua
siempre con el mesmo ruido...
Pa más, el viento se puso
a despertar al molino,
y la rueda se movía
y siempre en el mesmo sitio...
Eso que agrandó sus ojos
entornaba los del niño.
-No te duermas - le pedía-
Tengo mucho miedo, hijo!
Como Julián se demora
le deja un plato servido,
se corre hasta la cocina,
allí, pegada a los vidrios
siguen corriendo sus manos
con platos apenas limpios;
quieren trancarse en el rancho
con la Virgen y Pablito.
Pero el gurí, que es muy hombre
se fué solo hasta el portillo.
Para que divise al padre
a lo lejos del camino,
la noche le enciende el fósforo
verde luz del rejucilo.
Y no ve que allí, a dos pasos
cuasi tocándolo mesmo,
hay un linyera grandote
que lo está mirando fijo...
Siente en eso que le dicen:
-Gurí - cuasi en el oído.
Se güelve, y ya ve una mano
peluda como de bicho,
que se le arrima a la cara
despacito... despacito...
La madre, allá en la cocina
se yela al oir el aullido.
Le repican en las sienes
los talones de Pablito,
que se esconde en sus polleras
igual a un pollo con frío.
-¿Qué viste? - le grita.
- Un hombre!.
- ¿Ande? y lo ve en el camino.
Corren pa'l rancho. Al cerrar
siente un galope tendido.
Resuellan. Ya no se trancan,
Julián güelve en el arisco!
Oyen chirriar el portillo
y justo cuando en la puerta
se para tremendo indio,
el jinete cruza y sigue
de largo por el camino.
No era Julián! y áura es tarde
pa cerrar el rancho amigo,
no hay más tranca que su cuerpo
entre el linyera y el niño.
- ¿Qué quiere aquí!
- Llueve mucho;
no va'a negarme un abrigo.-
responde, pero sus ojos
andan buscando a Pablito.
- Coma! - dice pa amansarlo
es la cena 'e mi marido...
- Gracias, no traigo d'esa hambre-
y sigue bucando al niño...
- ¿Porqué me lo mira ansí?
- P'agarrarlo - exclama el indio.
Entonces la madre salta
sobre aquel hombre; sus gritos
salen pa ajuera del rancho,
se corren por el camino,
van agudos como espuelas
pa clavarse en el arisco:
Julián! Julián!
El linyera
ya tiene en brazos al chico;
aquellas manos peludas
se le arriman despacito,
y aquella boca con hambre
de ternura, dice al niño:
- Dejame que te acaricie...
Yo en mi rancho tengo un hijo.
Hace dos años, lo menos
que ya no acaricio al mío...
Vos te parecés tanto...!
Dormite... mi niño...
Dormite mi sol...
Dormite en la cuna
de mi corazón...
Amaneciendo
Yo andaba levantao. De madrugada,
salgo a prender mi pucho en el Lucero,
mientras termina de encerrar la noche
una ronda de gallos ferrugientos...
Tapao por la ceniza del rocío,
arde en el horizonte el trasfoguero...
Hay un pirincho que madruga mucho
pa hacer buches de luz en ese alero
y cuando lo salpica a mi espinillo,
tiene que ver lo que se ríe el ceibo!
Allá sale al galope a'quella sierra:
va remontando el sol... cimbra el sobeo
en un temblar de pajaritos gauchos,
con los picos recién pintaos de nuevo...
y en los juncales del arroyo de oro,
pone a secar sus medias el boyero...
Yo era mozo y con novia,
me faltaría un mes pa'l casamiento...
Sobre el amanecer de mi relato,
ha pasao poco olvido y mucho tiempo.
Cebé un amargo y ya sentí en la puerta,
como el balar de un corderito enfermo..
Abro y me topo con un niño e meses
arrepollao en un reboso viejo.
Y el inocente, pa que yo le abriera,
usaba sus sollozos de cencerro.
Dios sabe que miseria me tendía,
como una mano, a ese mamón ajeno...
Lo alcé como quien alza un crucifijo:
temblando por dentro.
Lo besé en la mollera, que tenía
una pelusa de patito negro,
y él dejó de llorar; se jué secando
con el calor emplumao de mi pecho.
El sol se le arrimó como a olfatiarlo...
El horno abrió tamaña boca al verlo.
Pa que el niño riyera, mi lobuno
hizo de la coscoja un sonajero...
Entonces yo, tocao, les dije a todos:
-"Aquí se los presento,
va'a ser un hijo mío, un hijo gaucho,
una semilla que llegó en el viento.
Bendita sea la noche que lo puso,
desnudito de amor, bajo mi alero!...
Y ya le dejé el nene a una vecina.
Le cerré pinchos al lobuno viejo,
hice sonar la lonja de la senda,
estaquiada con cardos en el suelo,
y lo rayé en el patio de mi novia...
Y ella, la moza que entuavía quiero,
la que siempre me puso unto de luna
sobre las quemaduras del cabresto,
la que se hacía cruz en la tranquera
y pájaro de adios en el pañuelo...
no tuvo corazón pa un niño gaucho,
le negó l'agua del socorro y techo;
porque iban a decir cuatro vecinas
que ese gurí era nuestro,
que ella lo tuvo sin permiso'el pago,
antes del casamiento...
Me pidió que lo diese!
No era un cuzco;
era un botón con una rosa adentro!
Dios no lo puso a ese pichón de tordo
en el nido de un cuervo;
sino en el rancho querendón de un criollo,
que se santigua con los cuatro vientos...
Y yo no estoy pa que me tiemble el pucho
cuando lo viá encender en el Lucero!
Me dió a elegir: "o el inocente o ella".
Me apuntó los ojazos contra el pecho.
Yo estaba enamorao hasta las ráices;
ya agarrando e la oreja el casamiento!
Ella me pudo dar un hijo propio...
y el otro era un pedazo e carne ajeno!
Y no aflojé: - Con el gurí - le dije -
desnudito de amor, con él me quedo!
salgo a prender mi pucho en el Lucero,
mientras termina de encerrar la noche
una ronda de gallos ferrugientos...
Tapao por la ceniza del rocío,
arde en el horizonte el trasfoguero...
Hay un pirincho que madruga mucho
pa hacer buches de luz en ese alero
y cuando lo salpica a mi espinillo,
tiene que ver lo que se ríe el ceibo!
Allá sale al galope a'quella sierra:
va remontando el sol... cimbra el sobeo
en un temblar de pajaritos gauchos,
con los picos recién pintaos de nuevo...
y en los juncales del arroyo de oro,
pone a secar sus medias el boyero...
Yo era mozo y con novia,
me faltaría un mes pa'l casamiento...
Sobre el amanecer de mi relato,
ha pasao poco olvido y mucho tiempo.
Cebé un amargo y ya sentí en la puerta,
como el balar de un corderito enfermo..
Abro y me topo con un niño e meses
arrepollao en un reboso viejo.
Y el inocente, pa que yo le abriera,
usaba sus sollozos de cencerro.
Dios sabe que miseria me tendía,
como una mano, a ese mamón ajeno...
Lo alcé como quien alza un crucifijo:
temblando por dentro.
Lo besé en la mollera, que tenía
una pelusa de patito negro,
y él dejó de llorar; se jué secando
con el calor emplumao de mi pecho.
El sol se le arrimó como a olfatiarlo...
El horno abrió tamaña boca al verlo.
Pa que el niño riyera, mi lobuno
hizo de la coscoja un sonajero...
Entonces yo, tocao, les dije a todos:
-"Aquí se los presento,
va'a ser un hijo mío, un hijo gaucho,
una semilla que llegó en el viento.
Bendita sea la noche que lo puso,
desnudito de amor, bajo mi alero!...
Y ya le dejé el nene a una vecina.
Le cerré pinchos al lobuno viejo,
hice sonar la lonja de la senda,
estaquiada con cardos en el suelo,
y lo rayé en el patio de mi novia...
Y ella, la moza que entuavía quiero,
la que siempre me puso unto de luna
sobre las quemaduras del cabresto,
la que se hacía cruz en la tranquera
y pájaro de adios en el pañuelo...
no tuvo corazón pa un niño gaucho,
le negó l'agua del socorro y techo;
porque iban a decir cuatro vecinas
que ese gurí era nuestro,
que ella lo tuvo sin permiso'el pago,
antes del casamiento...
Me pidió que lo diese!
No era un cuzco;
era un botón con una rosa adentro!
Dios no lo puso a ese pichón de tordo
en el nido de un cuervo;
sino en el rancho querendón de un criollo,
que se santigua con los cuatro vientos...
Y yo no estoy pa que me tiemble el pucho
cuando lo viá encender en el Lucero!
Me dió a elegir: "o el inocente o ella".
Me apuntó los ojazos contra el pecho.
Yo estaba enamorao hasta las ráices;
ya agarrando e la oreja el casamiento!
Ella me pudo dar un hijo propio...
y el otro era un pedazo e carne ajeno!
Y no aflojé: - Con el gurí - le dije -
desnudito de amor, con él me quedo!
domingo, 5 de abril de 2009
Arreando la tropilla de la nada.
Manera zonza de buscar palabras
echando disimulo y esquivada
sobre una cantidá de cosas ciertas
contra una cantidá de cosas vanas.
Manera zonza de querer fingirme
sonrisa de colmillo a cada rato,
creyendo que me dentran por el ojo
sin darse cuenta que ya estoy chicato.
Que ya ni miro de ande viene el viento
ni si es de noche, ni si está aclarando...
Manera zonza de pasar chiflando
pa´ conformar un ruido y escucharlo.
Ansina se acorta la espera
y de paso se espanta los caranchos.
Manera de arrimar una esperanza
pa´ quien se habrá de dir de una boqueada
contando el parejero de una nube
y arriando la tropilla de la nada.
No vuelva a decir nada de nada;
deje nomás de andar tragando rabia
que no me va a ligar haciendo remolino
como cachorro en vaca agusanada.
No tenga miedo amigo, todo pasa
don Dios da justo el tiempo a cada cosa:
no hay acomodo que le resbale un día
de toda la creación, la mas hermosa
la igualdad pa'l de arriba y pa´l de abajo;
no hay diferencia entre terrón y loza
no tenga miedo amigo ya es un hombre
que no digan que le tembló la pera
al fin y al cabo via a morir vivido
y sepa m´ hijo que eso no es zoncera,
amontonar costumbre no es igual
que aviejarse por afuera.
Tengo mucho ricuerdo que respira
y mucho otros que serán mi vuelta
cuando el vuelo de algún jilguero pampa
se detenga en la edad de una cumbrera
y haga sonar el pico contra el pecho
de la misma gramilla que me espera.
Tengo mucho recuerdo pa´ acordarme
y mucho otro que ya son olvido,
tal vez de los primero ya no me acuerdo,
y de los otros, de los otros me acordé al vivirlo
no vale ni la pena echar la cuenta
algunos tienen y otros han tenido.
Que le puedo pedir por voluntades
al cielo socarrón de los designios
si tengo lo que tuve y me lo llevo
lo mas hermoso de vivir conmigo
la vida de los otros que vivieron
con los mismos perdones y castigo
sin mas problema que decir "me quedo",
en el mismo confín en que he nacido.
Naide me puede alzar sobre otra estrella
que no sea del mundo en que he vivido.
Que mas puedo pedir por voluntades
y por ser voluntario, va conmigo
mientras me aguante un soplo el percherón del tiempo
no tenga miedo m´ hijo que me alcanza
pa´ darle un "quiero" cerrado a lo que falta
sin calentarme el color de la baraja.
No me tiemble muchacho
que el que tiembla, suele hacer de la vida una mortaja
se nace macho, se vive y se termina macho y medio
si es preciso entre la caja.
sábado, 4 de abril de 2009
Cuando abandoné el recau.
Cuando abandoné el recau
lo hice con tanta tristeza
que derrumbé mi cabeza
sobre los cueros doblau.
Así quedó mi pasao
entre los cueros perdido
Y yo triste y abatido,
solo a pie como un andante
Emprendí desde ese instante
el camino del olvido.
Al mirarlo abandonao
entre silenciosa quietud
recordé mi juventud
dejada sobre el recao,
Como si estuviera atao
a mi sangre o a mi piel
Pero hoy insensible y cruel
lo tengo que abandonar
que por temor a charquear,
no quiero morir sobre el.
En mi vida de mensual,
de domador o resero
si abré ensillado mañeros
pa´ poder ganarme un pial.
Con él y con un bagual
yo era de la tierra el dueño
y hoy q no tengo el empeño
que el espíritu reclama
no me sirve ni pa´ cama
porque ya me quita el sueño.
Lo entregue con mis manos,
con la pena y la amargura
Le entregue a la sepultura
el cuerpo de un pobre hermano
He llegau a ser anciano
y la osamenta me pesa
Y no quiero la tristeza
de que un día sin batalla
Cualquier manso se me vaya
con mi orgullosa pobreza.
Cuando pa´l ultimo vuelo
ate una noche al palenque
sin espuela, sin rebenque,
la voy a saltar en pelo
Será mi único consuelo
y por eso es el motivo
que él no se quede cautivo
de mi derrota en la prueba,
hoy que la muerte me lleva
como colgao del estribo.
viernes, 3 de abril de 2009
El pico chato.
De pico chato y cogote,
bastante emplumado y largo
sin orejas y sin embargo,
no lo sorprenden al trote.
De ojos mansos y grandotes
pero de patas peladas,
que con tres dedos formadas
pisa el ñandú y no ignoro,
que entre su plumaje moro
luce blancas y plateadas.
Sólo el macho tiene plumas,
bien renegrido en el pecho;
y en los bajos y repecho,
picando verde se suma.
Es codiciado por el puma,
por el hombre y por el zorro,
por eso entre los matorros,
es muy difícil que duerma.
Sólo con la carne enferma
le pide al monte socorro.
No es ni manso ni es matrero,
más si lo apuran de pronto
mueve haciéndose el tonto;
pero cuidado que es ligero.
En la lucha es gambetero
y aunque el indio lo ha boleado,
a muchos galgos ha dejado,
si defenderse le toca;
con las plumas en la boca,
sediento y acalambrado.
Anda solo o en cuadrilla
depende de la temporada
y encontrarle la nidada
es casi una maravilla.
Los huevos para las tortillas
son lindos y sin recovecos
y pensando que no peco,
que un saber todo repito:
frescos están amarillitos,
si están blancos están cluecos.
Que lujo cuando del nido
el macho como con celo,
posando el pico en el suelo
larga al viento su bramido.
Bramar que se hace zumbido
poblando las extensiones
y andan las conversaciones,
según entre gente criolla:
que siendo el macho el que empolla,
también cría los pichones.
Ñandú moro que picando,
ayer en mi pago hallaba;
cuando todavía ni pensaba
que se irían terminando.
Hoy que lo andan tiroteando
ni bien pueden divisarlo,
pues debo de confesarlo
yo también supe correrlo;
pero eso sí para comerlo:
no matarlo por matarlo.
Don Zorro
De pelaje medio gris
y de astucia sin engorro
entre pastos y matorros
se ve y se escapa en un tris,
y a veces como lumbris
de flaco, ambula don zorro.
Otras veces hasta el color
de la piel, luce hermoso
y anda de lomo lustroso
y de aspeto oservador..
demostrando con valor
que es animal ingenioso.
De noche cuando al gritar
hace toriar la perrada
parece una carcajada
que el viento sabe llevar
como queriendo mostrar
que no lo achica la helada.
Astuto y caminador
terrible pa los corderos
y si cerca, a un gallinero,
encuentra el olfatiador;
es seguro que lo pior
no va a llevar el cuatrero.
A veces lo rastrea al león
porque este siempre algo mata
y haciéndose el que va a gatas
lo sigue medio al trotón
pa ver de hacerse un fiestón
con los restos y las patas.
Come huevo de perdiz,
de pájaro y de tortuga,
al piche no se le arruga
y lo come como al cuis,
queriendo mostrar así
que al peludo lo madruga.
No niego que sabe caer
en las trampas del zorrero
adonde el pobre maniero
sabe triste perecer:
tiempos que sabían vender
en muy buena plata el cuero.
Pero hablando de cazar
yo he visto al zorro cebao,
sacar limpita, al costao,
la trampa sin desarmar
como queriendo mostrar
que alguna vez se ha escapao.
Esa astucia e intención,
habilidad y reflejo
pertenece a un zorro viejo
y no a un zorrito pichón
que a veces de compadrón
cerquita deja el pellejo
Los que le han hecho mucho mal
a don juan en su terreno
son los zorrero a veneno
pues han dejao el tendal,
perdido en el pastizal
bajo los cielos morenos.
Su instinto de buen cazar,
de la cola a la cabeza
lo ha demostrao con grandeza
porque una vez de agarrar
capaz de hacerse matar
pero no larga la presa.
Y ansina subsistirán
como la flor del matorro,
corriendo del bajo al morro
y en vuelos de gavilán:
les eh presentao a juan
o mejor dicho a don Zorro.....
jueves, 2 de abril de 2009
Milonga para mi padre
Quiero que el cariño encuadre
en un marco muy profundo
pa' poder pintarle al mundo
el retrato de mi padre.
El que fue junto a mi madre
un ejemplo de constancia
y en el puesto de una estancia,
entre rutina campera,
fue viviendo a su manera
sencillo y sin arrogancia.
Un par de pobladas cejas
le sombreaban la mirada
y una sonrisa marcada
por dentadura pareja.
Media bayuca de vieja
la gorra vasca que usaba,
pa adelante se la echaba
como señalando el suelo;
mientras el negro pañuelo
el mentón le acariciaba.
Usaba para estribar
en su recao de trabajo,
un par de argollas que trajo
quien sabe de qué lugar.-
Estriberas de acortar
con una vuelta 'e corrión,
de dos vueltas el cinchón
qu'el cojinillo apretaba
y más de una vez lo usaba
para manear un redomón.
un viejo "triste" campero
sabía silbar muy bajito,
mientras andaba al tranquito
recorriendo algún potrero.
Será porque fue resero
que nunca andaba apurao,
como cuidando el montao
pa distintas ocasiones,
que al campo los sopetones
le nacen de cualquier lao.
De mucha sabiduría
en las cuestiones camperas
y de palabra severa
pa rechazar porquerías.
Mateando esperaba el día,
sentado en un banco bajo
y nunca sintió relajo
por lo que tuvo que hacer
porque él templó su saber
en la fragua del trabajo.
Nunca le supe decir
lo mucho que lo quería
y que triste fue aquél día
cuando dejó de vivir.
Ahí mi cuerpo entró a sentir
los lazasos del quebranto
y al mojar mi cara el llanto,
como palabra de ausencia;
yo iba tomando conciencia
de haberlo querido tanto.
Campereando.
Viene ya el sol coloreando
Sobre los campos dormidos
Y son un coro los nidos
De pájaros que cantando,
Contentos van alegrando
La mañana que llegó;
Que con luz iluminó
Venciendo las negras sombras
Que tendieron sus alfombras
En la noche que pasó.
El trebolar se estremece
Cuando el sol quema su cara,
Se hace altiva la tacuara
Y el alto cardo florece
De a poco desaparece
El rocío mañanero;
Que junto al grito de un tero
Moja una flor en su paso
Como buscando un retraso
Pa quedarse el día entero.
Viene el nochero troteando
Para buscar su ración
Porque en la puerta ‘el galpón
Un mensual lo está esperando
Y un morral le está mostrando
Haciendo sonar el grano.
Y como estilo baqueano,
Y esa es su costumbre diaria,
Al potrero de una hectárea
Se lo cruza de antemano.
El balar de algún ternero
En el corral ya se escucha
Y la paciencia no es mucha:
Hoy se ha dormido el tambero.
Y allá en el estaqueadero
Ande hay un cuero colgao
Una calandria ha llegao
A picarle la grasita,
No sea se le derrita
Por no haberse adelantao.
Ese es el campo paisano,
El campo donde me crié
Y en los años que pasé
Me hice un hombre campechano.
Mucho anduve de la mano
Con paisanos sin reveses
Aquí sentí muchas veces
La fuerza de algún bagual,
Lo mesmo que echar un pial
¡Díganmé qué les parece!
Después alcé la guitarra
Y me largué a caminar
Por eso aprendi a cantar
Poniendo tuita mi garra.
Anduve en más de una farra
Divirtiendo al pasisanaje
Como rindiendo homenaje
A la gaucha tradición...
Les canté de corazón
Porque lo quiero al gauchaje.