"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
jueves, 23 de abril de 2009
Rumiando ausencias...!
Allá en mis años de mozo,
tiempos que olvidar no quiero,
yo también como el hornero,
formé mi nido, dichoso.
Robando horas al reposo
al rancho lo levanté;
y cuando al final dejé
la construcción terminada…
¡Con la mesma prenda amada
que hoy tengo, me “acollaré”…!
No tuvimos Juez de Paz
ni cura pa’ la ocasión;
fue testigo de la unión
el mesmo rancho nomás.
Más tarde a lo montaraz
que tiene cueva escondida;
quedamos en la guarida
y en aquella soledad…
¡Con la firme voluntad
de hacerle frente a la vida…!
De esta forma, nuestro empeño,
se mezcló al esfuerzo duro;
y miramos el futuro
con un sentido halagüeño…
Se realizaron los sueños
mientras los años pasaron;
luego los hijos llegaron
colmándonos de consuelo…
¡Que, como gracia del cielo,
juntos y unidos se criaron…!
El rancho cambió de cara,
el alero se alargó;
y hasta el rosal floreció
que en un principio plantara.
Después, como si trataran
de comprobar esa unión;
la calandria y el gorrión
se aproximaron curiosos…
¡Y con aire de celosos
cantaron desde un horcón…!
Nunca tuvo el sinsababor
en nuestro rancho cabida;
el camino de la vida
nos fue dando su calor.
Con esperanza y amor,
en el agreste lugar,
se pudo sobrellevar
el fardo de los desvelos.
Hasta alcanzar los anhelos
que motivó el trabajar...
Pero un día se marcharon
los hijos, del viejo nido;
porque habiendo ya crecido
a su destino enfrentaron...
De allí las cosas cambiaron,
todo se tornó sombrío;
la soledad y el vacío
poco a poco nos cubrió...
¡Y hasta el rancho pareció
mucho más grande y más frío...!
Es que la ley de la vida
una vez más se cumplía;
también nosotros, un día,
marchamos de la guarida...
Sin duda alguna que heridas
con aquella ausencia abrimos;
y si entonces no supimos
todo su alcance apreciar...
¡En idéntico accionar
cosechamos lo que dimos...!
Y ansina, entonces, quedamos
con mi vieja compañera,
solitos en la tapera
igual que cuando empezamos...
Sólo que ahura nos miramos
ocasiones, sin hablar;
y no pudiendo atajar
la angustia que sale al paso...
¡Prendidos en un abrazo
nos ponemos a llorar...!
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