"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
1
Oigan todos los presentes,
oigame la concurrencia,
oigan pobres y oigan ricos;
escúchenme con paciencia
y voy a ver si lo logro
en forma clara y honesta,
acompañao de guitarra,
exponerles mi problema.
2
¿Por qué temer la desgracia
o el peligro que se acerca?
Hay quien pone su confianza
en sus inmensas riquezas,
pero eso no salva al hombre
y es plata que no se acepta
en la deuda que se paga
al final de la carrera.
3
Muere el sabio y muere el rico
lo mismo que los linyeras,
y dejan en otras manos
el mono, o la billetera;
pa los dos un mesmo fin,
un hoyo en la mesma tierra.
Allí no la llaman suya
ni discuten pertenencias.
4
Termina como animal
quien confiaba en la opulencia
porque es esa la final
de la gente satisfecha.
Son tropilla que la muerte
arrea en la mesma huella,
trotando para la tumba
donde a todos los encierra.
Reflexión: Pero Dios rescata el alma del paisano que es su amigo, se lo arrebata a la muerte pa llevárselo consigo.
5
No te amargués al mirar
cómo el injusto progresa,
porque nada de esas cosas
se ha de llevar cuando muera.
Aunque pasa bien la vida
y la gente lo respeta
a la fin irá a parar
a una oscura gusanera.
Reflexión: El rico que es inconciente termina como animal: solo piensa en el presente sin importarle el final.
Muchas veces me pregunto
por qué me da por cantar,
como el zorzal su gorjeo
lo suelo necesitar.
Si hay melodías vibrando en cada cosa,
cómo entonces yo no voy a cantar,
si el mismo Dios en trinos, ríos, viento,
no afloja ni un momento
su eterno tararear.
Si vuela una canción
no es que alguien la cantó,
se le escapó del alma.
Alegre si está en vena
o triste si una pena
le ha alborotao' la calma.
No busques quién la canta
si vuela una canción.
Cada uno le da vida
de la forma sentida
que manda el corazón.
Pide el amor que le cante,
y el amigo y el lugar,
y a todo lo que uno quiere
cómo no le va a cantar.
No hay que negarle garganta pa' que salga,
porque sola su vuelo ha de buscar,
Por dentro sentirás como un alivio,
pues solamente el tibio
jamás podrá cantar.
Algunos simplemente dicen pago
Y hay quienes te llaman lugar natal.
Palabras todas ellas que te nombran
Pero querencia viene a ser la más cabal.
Querencia porque guardas lo que quiero.
No importa si no me viste nacer.
Te quiero rinconcito de mi tierra.
A tu abrigo todo quiere florecer.
Querencia quien te pueda imaginar.
Pueblito o tal vez la gran ciudad.
Querencia que sos mi simple lugar.
Las lomas, el río y ese churcal.
Querencia sos mi querido solar.
Me siento cada vez más enraizao.
Querencia dale tu música a mi cantar.
Un rancho reflejándose en la asequia.
La pirca que mi tata levantó.
La sombra que regala el algarrobo.
Que a mi gente tanto amigo cobijó.
Querencia que también fue de mi abuelo.
Salteña porcioncita de ilusión.
Querencia siempre fuiste y sigues siendo
Para quien te lleva dentro ’el corazón.
Esta zamba m’hijo yo a usted le dedico
se la hice un día en que lo vi llorar
cuando el zaino viejo que tuvo de chico
se fue a la barranca cansao de trotear.
Que tristes sus ojos, que lentos sus pasos,
y usted como siempre le dijo aqui estoy
pero el pobre viejo caballo buenazo
ni quiso decirle hermano me voy.
Estribillo:
Me han contao m’hijito, póngase contento,
que allá en las alturas el gran tata Dios;
lo tiene en un campo de pastos tan tiernos
como su cuidado, como usted lo crió
y un recao de estrellas le pondrá en la noche
pa’que usted lo vea de aquí retozar.
Si escucha esta zamba no se le haga extraño
que tal vez un tonto se ponga a reír
,es tan poca cosa que muera un caballo,
que tan solo un criollo lo puede sentir.
Quédese en su pago, trabaje la tierra
abrace sus cosas y siéntalas así
que todo lo noble que en ella se encierra
nos goce y nos duela muy adentro aquí.
Tal vez alguno diga
que yo me alabo
y qu’eso de alabarme
no es cosa’e gauchos;
pero a mi se me ocurre
que no ha pecado
quien habla de su apero
como yo hablo.
¡Venga, mi amigo gringo;
venga a mirarlo!
Y si usté me asegura
que allá en su pago
se luce algún apero
como el recado,
¡por la cruz de mi acero:
se lo regalo!
No miremos la plata
que hay en los bastos
ni ese poquito de oro
que no hace al caso:
miremos el apero
¡limpio! ¡pelado!
(¡Que así se ven las cosas
que valen algo!).
Acá va la encimera,
la cincha, el basto,
los mandiles, las matras,
pegüal y lazo;
cojinillo, carona,
carpincho u chancho,
boleadoras y estribos,
rienda y bocado.
Con ese apero tiene
nuestro paisano
todo cuanto precisa
pa’ su trabajo.
En la marcha, le ofrece
su lomo blando;
cuando el hombre se apea
para un descanso
el recado se arrolla
y hace de banco.
Y cuando al fin la noche
les manda un alto
y es preciso tenderse
bajo los astros,
el recado se estira;
se pone largo
y su dueño se duerme
como en el rancho:
¡la cabeza en la almohada
que le hace el basto!
¡Venga, mi amigo gringo,
venga a probarlo!
Y si usté me asegura
que allá en su pago
ha visto algún apero
como el recado,
¡por la cruz de mi acero:
se lo regalo!
Dende gurí vine a dar
con mi tata a los galpones,
y entropillao con los peones
a un orden dentré a quedar
pa’ vender tortas, arrear,
pasteles, mate cocido,
que iban engordando el cinto
de latas pa’l capataz.
Ya mocito fui tratao
pa’ oficiar de benteveo,
rejuntando el menudeo
me lo pasaba encorvao.
Dispués, al brete mandao
de agarrador, le garanto,
nunca me han dolido tanto
la cintura y el costao.
Va saliendo del galpón
oro blanco en la majada,
con tanta cabra pelada
se regocija el patrón,
y hecho arco sobre el vellón,
bajo el rigor de la zafra,
voy redondeando semanas,
tijera, charque y pirón.
Pero el día ha de llegar
de esquilar nuestras ovejas
y aquella esperanza vieja
la hemos de ver madurar.
Vellones ya no serán
nubecitas pa’ los pobres,
ni redondos medallones
de unos poquitos nomás.
Podrán acallar mi voz
Pero no mellarme el canto
Porque sucede que el alma
Donde el cantar arraigambro,
Se acostumbra a bellaquear
Y se empaca si la mando
Y no pudiendo yo ser
De mis costumbres tirano,
Difícil que los de afuera
Puedan gobernarme el canto.
Quien soy, quien soy
Es mi canto tu canto
Quien soy,
El lamento de mi tierra querida,
Tierna paloma herida
Que arrulla su penar,
Quien soy, qué soy
Paisaaano.
Canto por gusto nomás
Si el viento está de mal lado,
Canto con toda la voz
Me desensillo cantando
Y no lo tomen a mal
Me gusta cortar de un tajo,
Ni me busquen del revés
Porque tengo un solo lado...
Quien soy, que soy
Paisaano.
Si alguna pena se enreda
Canto mas bien por lo bajo,
Que el canto que llega así
Como mojado de llanto,
Levanta la cerrazón
Y alumbra con soles claros
Y así me gusta vivir
En mi vida tranco y canto:
Quien soy, que soy
Paisaaano.
Camino enhebrando leguas
Para coser los retazos
De todas las cosas lindas
Que enamoran a mi canto,
Por eso gusto llevar
Mi guitarra siempre a mano,
Libre de toda atadura
Sin corazón mercenario
Y se que puedo perder
Mi guitarra si la enjaulo.
Quien soy, quien soy
Es mi canto tu canto
Quien soy,
El lamento de mi tierra querida,
Tierna paloma herida
Que arrulla su penar,
Quien soy, qué soy
Paisaaano.
"No vine a borrar la Ley
sino a darle güen sentido
y tengan por entendido
que antes pasará la tierra,
que un solo punto que encierra
no deje de ser cumplido".
"Naides ofenda al hermano;
más bien sepa que al rezar
antes se ha de perdonar
si quiere que Dios lo escuche;
y es preciso que se luche
pa saberse sofrenar".
"Naides cambie de mujer;
pero más le digo yo:
todo aquél que codició
con los ojos otra prienda
sepa entonces y comprienda
que ya por cierto faltó".
"Saquesé el ojo y la mano
que contra Dios lo malquistan
porque más vale que asista
tuerto o manco al cielo eterno,
que ser echado al infierno
con dos manos y dos vistas".
"La Ley les manda cumplir
el juramento hecho en juicio:
pero yo mando y propicio
que naides debe jurar,
sino afirmar o negar,
que lo demás es al vicio".
"La Ley manda amar al prójimo
y odiar a los enemigos;
pero yo más bien les digo
que han de amar a su contrario,
como Dios, que llueve el trigo
del güeno y del perdulario".
"No hagan sus güenas acciones
pa ser vistos nada más;
porque en la tierra nomás
ya tuvieron el consuelo,
y el Padre que está en los cielos
no les pagará jamás".
"No anden tocando el cencerro
si dan limosna al mendigo,
ni anden buscando testigos
que les ponderen lo que hagan,
porque, entonces, yo les digo
que ya cobraron su paga".
"Y lo que hace la derecha
que no lo sepa la izquierda,
pa que el valor no se pierda,
aunque lo inore la historia,
y Dios, que todo se acuerda
después les pague en su gloria".
"Al decir sus rezamientos
dejesén de tanto hablar,
que Dios ya sabe trenzar
ande se corta el cabresto,
digan pues el Padrenuestro,
que es lo mejor pa rezar".
"El candil de nuestro cuerpo
es el ojo, de seguro;
siendo pues el ojo puro
todo el cuerpo es luminoso
siendo el ojo malicioso
todo el cuerpo será oscuro".
"Naides sirve a dos patrones,
porque enseguida trompieza,
ni atinará con franqueza
andar bien con ellos dos;
naides puede amar a Dios
y también a las riquezas".
"Como juzguen a los otros
serán juzgados de lleno;
y naides al ojo ajeno
le busque la basurita,
si antes del propio no quita
la viga que tiene, al menos".
"Escuchen mi regla de oro
pa que vivan sin fronteras:
hagan siempre con cualquiera
lo que desean pa ustedes,
y eviten hacerle adrede
lo que pa ustedes no quieran".
"Dentren por la puerta angosta
pa encontrar la salvación;
y no sean del montón
que cruzan la ancha tranquera,
siguiendo la derecera
que lleva a la perdición".
"Y vendrán falsos profetas
a imponerles su opinión;
¡guardia entonces y atención!,
que, bajo el cuero de oveja,
con picardía manejan
las viles garras del lión".
"Se conocen por los frutos
que dan como risultancia;
no dan uvas las cardancias
ni dan hijos los abrojos;
el árbol no da a su antojo,
sino según su sustancia".
"Naides dentrará a mi Reino
nada más porque convierse,
sino aquellos que se esjuercen
en cumplir con Dios en todo;
allí no andan acomodos,
por más cuñas que se juercen".
"El que escucha mis palabras
y las practica fielmente
es como un hombre prudente
que hizo el rancho sobre piegra,
y es difícil que lo aviente
ni la tormenta más negra".
"El que escucha mis palabras
y no les da cumplimiento
es como un hombre sin tiento
que el hizo el rancho sobre arena,
tan flojo que daba pena
cuando se lo voló el viento".
"En fin les pongo un modelo
pa ser güenos sin igual;
ansí tendrán el ideal
y el mejor de los secretos:
que sean todos perfetos
como el Padre Celestial".
Cuando dejó la palabra, la gente se almiró al ver que enseñaba con poder y no con la cantilena con que hablan por boca ajena otros máistros del saber.
Caminito tierra y yuyo
que porfiás pa'la barranca
como llevando en el anca
bandaditas de murmullo,
te adornás con el capullo
de alguna escarchita blanca.
Cauce de tierra tranquiada
por linyes y por bagreros
por los furtivos nutrieros
recorriendo el tramperío
¡la pucha que tiene frío!
la noche del peludero.
Lugar de la gente pobre
¡cha digo la pobre gente!
la de verija caliente
la de manos garrotadas
la que nunca pide nada
paque Dios no se le ausente.
Recitado:
Acostumbrao a estar solo
casi borrao el matambre
garrón tajiao por alambre
ojos limpios de chingolo
¡traigo el recuerdo y me embolo!
como agarrao de calambre.
Caminito lagunero
donde se cruzan las penas
carne flaca... gordas venas
candil de cielo el lucero
mezcla de santo y matrero
reventando las cadenas.
Cauce de tierra tranquiada
por linyes y por bagreros
por los furtivos nutrieros
recorriendo el tramperío
¡la pucha que tiene frío!
la noche del peludero.
Aguardiente malicioso calentame la pobreza, que el pobre chupa de encono y el rico con ligereza. Metalé don Pancho Sosa, puntale la tormenta chifle con buen aguardiente dende lejos trae las mentas.
Aguardiente brasilero te conozco del aroma,
haciendo peso al carguero cuando repuntás la loma.
Aguardiente pelo bayo peliagudo como ají,
por tu culpa el aparejo me lo cortó un zurubí.
Y en la chamarra, los ocho dedos
de aquel moreno que era mensual,
por cada tecla su alma lloraba,
porque era el alma tradicional.
Se quedó en la cantimplora, dando vuelta el alma mía,
lo mesmito que cuatrero topando a la polecía.
Aguardiente volvedor, te conozco en el frasquillo,
te me vas por la malicia, me volvés por el cuchillo.
Y en la chamarra, los ocho dedos
de aquel moreno que era mensual,
por cada tecla su alma lloraba,
porque era el alma tradicional.
Aguardiente de velorio, corredor como centella,
si el finao' se levantara pa' hacer teclear la botella.
Aguardiente de bautismo, bendecido y subidor,
sólo quedan los compadres con el cura y el cantor.
Y en la chamarra, los ocho dedos
de aquel moreno que era mensual,
en cada tecla su alma lloraba,
porque era el alma tradicional.
1
El nombre que se borraba
en la cornisa ruinosa
se iba salvando en el rosa
del musgo que lo cercaba.
La fecha que terminaba
en un borrón ceniciento
la completaban al viento,
como dos cifras seguras
las casuarinas oscuras
llegando hasta el firmamento.
2
La baldosa colorada
del ancho patio lustroso
bordeaba un frescor de pozo
con una planta enredada.
Bajo la sombra anlazada
de un sauce y un paraíso
el aire tenía el hechizo
y la premura de un vuelo
que uniera el azul del cielo
con los reflejos del piso.
3
En añosa lozanía
bajo esa fronda olorosa,
con gracia de mariposa
la dicha me perseguía.
Pensar que la perdería
también en la despedida
y que aunque la voz dolida
en el recuerdo la toque,
es inútil que la invoque
la realidad de mi vida.
4
Pero en el patio he dejado
junto a las hojas marchitas,
aquel juego con ramitas
y en él mi nombre alineado,
y aunque me lo hayan tapado
los años con tanta plaga
de “rama negra” y “biznaga”
y hasta la “cepa” lo encierre,
no hay temporal que lo entierra
ni tiempo que lo deshaga.
5
Por más que en el rumbo siga
que me señaló el destino,
allí quedé en el camino
y en el afán de la hormiga,
en la mata de la ortiga
oculta en la manzanilla,
en el cardo de Castilla,
en el olor del hinojo,
en la estrella del abrojo
y el filo de la gramilla.
6
El monte está tan lejano
y hace ya tanto que falto,
que debe ser el más alto
aquel ramaje cercano.
Siento que tengo en la mano
memoria para tocarlo,
pero si llego a olvidarlo,
en vano es que lo carcoma
la vida, que una paloma
siempre habrá para evocarlo.
7
En cada portón dormido
se habrá quedado el cerrojo,
hasta aquél que andaba flojo
debe haberse enmohecido.
Al camino retorcido
lo cubrirá la maciega;
me han dicho que nadie llega
a la casa abandonada
que aún está medio rosada
donde la lluvia no pega.
8
Entre plantas el sendero
llegaba, como avenida,
a la llanura tendida
en dirección al pampero;
allí, el silencio primero,
después, la desolación,
el verde sin dimensión,
y en el confín fugitivo
el cielo más comprensivo
que tuvo mi corazón.
9
Cielo que me está faltando
para techar la pradera
en cuya incierta quimera
siempre me estoy demorando.
La huella se fue borrando
y ya es inútil volver;
nada puede merecer
la vista que se ha nublado
más que el contorno morado
que atrista el atardecer.
10
Pero aunque el tiempo desdora
y desentona el paisaje
y bajo un ancho celaje
el llano se decolora,
una brisa tembladora
va cruzando las quebradas
y las lomas empinadas
y los bajos verdecidos
entre matices subidos
retornan a mis miradas.
11
Resta de tanto color
solo una mancha en el verde
y por más que la recuerde
me ciego en el resplandor.
El alma le da el temblor
y la emoción del presente
y hasta el aire transparente
de mañanitas tranquilas
con límpidas nubes lilas
al costado del naciente.
12
Campo donde he conocido
el trébol más perfumado,
el nabillo más pintado
y el cardo más florecido;
en el silencio extendido
debajo del firmamento,
sólo lo cruzaba el lento
avance de las neblinas
y bandadas peregrinas
tan rápidas como el viento.
13
En los confines vistosos
de luces estremecidos,
como dos sables tendidos
entre los juncos lustrosos,
plateados y rumorosos
lo llenaban de reflejos
dos arroyuelos parejos
llamados, aunque coevos,
el “Todos los Santos Nuevos”
y el “Todos los Santos Viejos”.
14
Brillo del agua corriente
olorosa de resacas,
quebracho de las estacas
y barandales del puente;
mojarrita refulgente
saltando la correntada,
vieja acacia desgajada
al borde de la barranca
y vuelos de garza blanca
y de gaviota manchada.
15
En los arroyos empalma
el pensamiento inseguro
con lo más limpio y más puro
que tengo al fondo del alma.
Con un murmullo que ensalma
la soledad y el olvido,
por el rumbo repetido
del presente y del pasado,
todo lo que me ha quedado
está en sus cauces dormido.
Un día llegó a mi pueblo
detrás de la polvareda
de un solitario galope
iniciado en su querencia.
De 25 de Mayo
vino tejiendo las leguas
con las manos de su flete
en el telar de la arena.
Hombre de lazo y caballo
se ofreció para la yerra
y una mañana de otoño,
casi perdida en la niebla,
se lució entre los paisanos
con sus piales puerta afuera.
El óvalo de su lazo
con tan genuina destreza
de payanca o sobre el lomo
daba al ternero por tierra.
Después, domó una tropilla
-diez caballos y una yegua-
y la entregó al mayordomo
“blanditos como una seda”.
Así pasaron los años
con sus costumbres añejas.
Siempre mantuvo bien alto
de su campo, la bandera.
Se puso a trenzar silencios
con tientos de su paciencia
y un dramático silbido
reemplazó la fina lezna.
Lo llamaban “el soguero”
cuando daban referencias
porque cubrían su nombre
los prestigios de su menta.
Bajo la sombra de un sauce
les aflojaba las riendas
a vidalitas y estilos
recordando su querencia. Memorias de tiempo adentro
poncho pampa de tristezas.
Por eso, cuando las tardes
perfumadas de cosechas
y por el viejo camino
pasan reseros y haciendas,
mi pueblo sale a nombrarlo
con voces de antigua arena.
Un patriarca de los criollos,
se llama Domingo Vera.
Babiando y echando espuma
ganó la oriya un guampudo
atropellando entrañudo
liviano como una pluma;
se hace’l tierral una bruma
que algo le’scuende las patas
pues apuesta en la bravata
perderse en la inmensidá
…que’l afán de libertá
su estampa crioya delata.
Pero rispondiendo al grito
de: “¡atajen atajadores!”
salió a mostrar sus valores
un paisano, en un “morito”,
ágil, dócil y bonito
que bien pisao y baquiano
en un tris lo tuvo a mano
golviéndolo sobre’l paso
…y alguien mentó: “¡Qué pingazo!
es el moro rabicano!”.
El paisano es uno más
de los tantos que campean
a la hacienda que lidean
bagualona y montaraz;
su “rabicano” es capaz
de’ncararlo hasta Mandinga
y es justo que se distinga
que un crioyo le dio el amanse
¡porque nunca en este trance
tayarán, costumbres gringas!
Don Celedonio Escalada
vuela rumbo a San Lorenzo.
Espuela y lonja su tropa
es polvareda en el viento
-cincuenta y dos de a caballo,
seis artilleros.
"Latinoamérica va
junto a nuestro pendón.
Sé que no va a fallar
porque si no, ay si no..."
Don José los semblantea
y ordena: "¡Al centro!".
Felisardo sin hablar
su montao aprestó.
Pedro lo miró a Manuel,
hicieron yunta los dos
-en el centro haciendo punta
en el entrevero.
Solo un cañón de juguete,
facas, chuzas, naranjeros,
que ni fusiles tenían,
en alpargatas y en pelo
-milicianos rosarinos
a puro pecho.
"¡Viva la Revolución!"
Celedonio gritó.
Los sableó hasta el Paraná,
recién allí sofrenó
-codo a codo nuestros criollos
y granaderos.
Han volteado a Don José,
ya Baigorria acudió,
no me le aflojés, Cabral,
porque si no, ay si no...
-y fue por el año trece
un tres de febrero.
Una copla y una flor
siempre me das, Entre Ríos
-tierra querida, no olvido
tu dulce calor,
tu corazón de lino-
tu acento me ronda
y alumbra mi tiempo niño.
Raíz antigua de cantor,
florece en coplas tu suelo;
por tus cuchillas sestean
la luz y el calor
espejándole al cielo
-cielito entrerriano
por donde se van mis sueños-.
En mi fogón de ausencia sos
rescoldo de cariños
-vuelvo con tu silbar:
(chiflido)
A tus pagos ya me voy,
la huella se me hace corta
-el aire acuna un lejano,
un dulce rumor
de chamamé y milonga
y el tiempo se vuelve
bandada de brillo y sombras.
Tierra gaucha y fraternal,
quisiera ser otro río,
para abrazarte por siempre
y dejar en tu paz
mi tiempo de caminos
-crecerme barranca,
cañada, timbó, espinillo.
En mi fogón de ausencia sos
rescoldo de cariños
-vuelvo con tu silbar:
(chiflido)