"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
Amigos y camaradas
que me quieran escuchar,
voy a contar el suceso
que le aconteció al Karãu.
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Estando la madre enferma,
remedio salió a buscar,
encontró una concurrencia
y allí se quedó a bailar.
Bailando estaba en la fiesta
con la guainita mejor,
cuando se acercó un amigo
y le dijo con dolor:
Disculpe, amigo Karãu
anive rejeroky
aru ndeve la noticia
omano hague nde sy.
No importa, mi buen amigo,
yo el baile no he de dejar
si omanórõ ya, omanóma
hay tiempo para llorar.
Allá por la medianoche
heteve jave ovy'a,
un amigo que llegaba
muy triste le supo hablar:
Cansado al fin de bailar
llegando la aurora
él le dice a su guainta:
mamoitépa oime nde róga.
La dama le contestó:
che róga oî mombyry
rehosérõ che rendápe
ehecha rangue de sy.
Al oír estas palabras
Karãu y se despidió
se fue llorando y diciendo
mi madre ya se murió...
Ko ãga katu aháne
aikóne por los esteros
ha upépe katu amoîne
para siempre luto entero.
Por haber sido mal hijo
castigo le dio el Tupã
le puso un plumaje negro
y le condenó a llorar.
Una tarde de verano
al dentrarse el horizonte,
bajaba un torito negro
de las alturas de un monte.
Estaba el torito negro
en las ramas, divertido,
cuando una cuarta de atrás
un tigre pegó un bramido.
-"Buenas tardes, señor Toro,
¿con qué permiso ha bajado
de éstas sierras a este monte?
yo siempre tuve la creencia
que para bajar aquí
había que pedir licencia".
-"Yo he bajado de las sierras",
le contesta el toro ufano,
lo que se acerca el invierno,
lo que se acerca el verano.
Y ahura le via preguntar:
¿usted, amigo, qué anda haciendo?"
-"Yo ando en busca de torillos
porque de ellos me mantengo".
El tigre le dijo al toro:
-"La sangre te he de beber,
con unos cuantos amigos
un convite voy a hacer".
Y el toro le dijo al tigre:
-"Eso será si peliamos,
puede ser que yo te deje
para bien de los gusanos".
"Con esa nariz tan chata,
y esas orejas redondas
parece que estás oliendo
una cosa muy jedionda".
El tigre le dijo al toro:
-"Vos sos un toro apestado,
que te pasaste el invierno
con los garrones chorreados".
Y el toro le dijo al tigre:
-"Para estarnos insultando,
por ver si sos tan guapo
quisiera morir peliando".
"Atropellá, Tigre engreido,
si es que vas a atropellar;
en cuanto me atropellés
muy firme te he de esperar".
Lo atropelló el tigre engreido
y con toda su fiereza
el torito lo esperaba
agachando la cabeza.
El toro con su destreza
de las aspas se lo alzaba,
antes de tocar el suelo
de nuevo lo abarajaba.
Entonces le dijo el tigre:
-"Ahora sí que es endevera,
a mí me toca perder
porque salí campo ajuera".
-"Campo ajuera, campo adentro
yo siempre he sido el más vivo
porque siempre he sido guapo
desde que juí ternerito".
Sol espléndido y radiante en la ancha esfera sujeto; no te pregunto el secreto de tu esplendor rutilante. Ni por qué, nube distante tiñes de ópalo y rubí; pero perdóname si te pregunto en mi querella, ¿si estará pensando en mí como estoy pensando en ella?
Luna, brillante topacio que, entre nebuloso tul, cruzas la techumbre azul de las alas del espacio. Si se fijaron despacio sus bellos ojos en ti, y si la miraste, di si estaba doliente y bella, si estaba pensando en mí como estoy pensando en ella.
Mar inmenso que te agitas sobre tu lecho de arena, y que ora en bonanza plena tus olas no precipitas; tú que bañas las benditas riberas donde viví, los sitios donde la vi tan pura, tan dulce y bella, responde, si piensa en mí, como estoy pensando en ella.
Brisa, que acaso pasando jugaste con sus cabellos, tú que besaste su cuello su mejilla acariciando,
Y que luego murmurando te fuiste lejos de allí, si eres la misma que aquí pasas sin marcar tu huella, responde, si piensa en mí, como estoy pensando en ella.
Noche apacible y serena por más que te cause enojos, que sean más bellos sus ojos y más negra su melena. Presta un consuelo a mi pena ya que sufriendo viví, y pues no llega hasta aquí el resplandor de esa estrella, responde, si piensa en mí, como estoy pensando en ella.
Nubes que en blanco celaje bordáis el manto del cielo, cual aves que alzan el vuelo sobre el inmenso paisaje, decidme si en vuestro viaje lejos, muy lejos de aquí, llegasteis a verla, y si respondéis a mi querella, si estaba pensando en mí, como estoy pensando en ella.
Sol y luna, mar y viento, nubes y noche, ayudadme, y en vuestro idioma contadme si es mío su pensamiento; si es igual su sentimiento a este que mi pecho hiere, decid si mi amor prefiere a la calma que perdió; ¡decidme, en fin, si me quiere lo mismo que la amo yo!
Quisiera poder dentrar
en el rodeo de tus ojos
y lo mesmito que un flojo
mansito dejarme arriar.
A tu lado cabrestiar,
ser el eco de tus pasos,
dejar que me echés el lazo
de tu boquita de grana
y despertarme mañana
en el corral de tus brazos.
Ser en tu pecho la flor
que suavemente se agita
cuando desbocao palpita
tu corazón por amor.
Ser el arroyo cantor
que en sus aguas cristalinas
tu cuerpo, mujer divina,
acaricia con candor,
cuando en la siesta el calor
los pastizales calcina.
Ser la brisa tempranera
que arrebola tus mejillas;
ser el sol que la semilla
fecunde en tu sementera;
ser el agüita que espera
la tierra cuando se abrasa;
ser la tormenta machaza
que haciendo temblar el suelo
pálida y revuelto el pelo
te abandona cuando pasa.
Mancornao en una rienda
por tus modales lindazos
me has bandiao con tus ojazos
y es al ñudo que lo escuenda.
Tenerte a mi lao, mi prenda,
te juro es lo que más quiero:
sueño abajo del alero
hallarte una tardecita
cantando una vidalita
mientras golpiás el mortero.
¿No los ven?, allá van galopando
Los últimos gauchos, para adónde
irán?
Van flotando al viento
Sus negras melenas
Rotas las espuelas, roto el chiripá.
Se van silenciosos, ni una triste queja
Ni un triste campero, quisieron cantar
Los últimos gauchos, los leones vencidos
Se van galopando, ¿para adonde irán?
(II)
Boleadoras, lazos, cinchas y culeros
Se llevan con ellos y la tradición
Con gesto de rabia, rompieron sus violas
Después apagaron el gaucho fogón.
Allá van los centauros de la Patria mía
Se llevan con ellos nuestra tradición
Como una bandera sus negras melenas
Se agitan al viento en el último
adios.
Qué tristes están las huellas,
los caminos y senderos,
se han quedado sin mugidos
sin tropas y sin reseros.
El grito de mis paisanos
entre ladridos de perros,
mezclábanse los silbidos
y el tañir de los cencerros.
El ¡hopa hopa! se ha ido
montando en caballo negro,
si no lo alcanzó el olvido
de olvido andará muriendo.
No sé si habrá sido bueno
que así se fuera perdiendo,
no me detengo a pensarlo
porque me duele el silencio.
¡La pucha si me da rabia!
cada vez que lo recuerdo.
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De la tercera época, -según Josué T. Wilques - "Media milonga" en cuartetas y en tonalidad menor. Temática costumbrista. Con el grito de "¡hopa hopa!" identificamos al resero de nuestra provincia, cuando se llevaba hacienda por tierra de un punto a otro.
De definida topacio
del oriente, verdad hermosa,
y la Reina esplendorosa
de celestiales palacios.
A tí te rinde el aplauso
los más ilustres Señores,
Príncipes y Emperadores,
y otra jerarquía real
porque tú eres Imperial
Águila de tres colores.
Esmeralda encarecida
de incomparable hermosura,
por relevada y segura
de una dama guarnecida.
Y eres la aurora del día
y rosa la más fragante,
zafiro tan relumbrante
que como tú no hay ninguna,
ensombreces a la luna,
preciosa estrella brillante.
Del jardín de "damascelo"
la matreriada tu pena
de la inmensa martirena
trago de vicio tu anhelo.
Y eres la estrella que tengo,
una vela rocinante;
las potestades triunfantes
te rinden cumplida gloria,
haciendo de tu memoria
el más fino entre diamantes.
Eres estrella de oriente
de reyes tan singular,
nada te podrá igualar
del naciente hasta el poniente.
Ni el poder más eminente,
ni el más alto de los dones;
tronos y dominaciones,
alaban tu nombre excelso
porque eres del universo
dechado de perfecciones.
(Pintura: Ángel Della Valle) Recibí
con fecha trece tu sentimental cartita
y te juro que al leerla lagrimié, no soy tan cruel, vos también al escribirla le has echo el gusto a tus
ojos, por que es claro que con llanto está manchado el papel.
Yo estoy
firme en mi capricho, como tala en las cuchillas, ya se agotó la
cachimba que emanaba con pasión, no me hacen meya los males ni el más
cruel de los dolores, tengo como piedra e´bola retobado el corazón.
Me
dices que injustamente me atravesé en tu camino, vos también cruzaste el
mío, solo soy culpable yo, iba al trote en mi destino, por senderos de
la vida, se me atravesó un cariño embustero y me engaño.
Razón tuve para dejarte, te aguanté tres años largos, bien sabes que te
quería, no te pude tolerar, me tiró del poncho el nene, no te dejé antes
por eso, pero los flecos del poncho se empezaron a cortar...
Soy joven y
sin embargo varias canas me han salido, porque en el cinto de mi alma
te llevo a vos y al gurí; antes sufrí no lo niego, porque por eso eh
venido, pero después que me vine otro tanto mas sufrí.
Muchas de esas
noches largas, en el galpón de alguna estancia sobre el recado muerto de
sueño y cansancio me acosté, y después de muchas horas, sin poder
dormir de frío, bajo el viejo poncho pampa por ustedes dos lloré....
En
el yugo del matrimonio nos unió a lazo el destino, nos movimos
recuartiando, dele y dele peludiar, es inútil afirmarse hay que tirar
muy parejo para llevar por buen camino la carreta de un hogar.
Embriagado en el aroma, del amor nos encontramos, no supimos
comprenderlo, nos perdimos sin pensar, para tomar un rumbo cierto, hay
que hablar con la experiencia, y sin su consentimiento, preferible no
rumbiar.
Educa nomás al nene, yo te alcanzaré algun peso, la escuela
abrirá sus ojos ya que nadie los abrió que no sufra injustamente los
errores de nosotros que no sea el pobrecito como vos y yo...
Mientras
haya en las estancias baguales de clinas largas, quizás no me falte un
peso para poderte remediar, pero dejame acá lejos, que nadie sepa que
sufro, pues llorando bajo el poncho, no me pueden ver llorar...
(Dibujo: Eleodoro Marenco) Milonga gaucha que estás… Afirmada a mi bordona Tu letra mi voz entona Cuando estoy triste demás A veces… ¡me consolás! Como una amiga querida Y me sos tan conocida Que es difícil esconderte Y bien fiel, sabés dolerte ¡Por las penas de mi vida!
Ocasiones la alegría… me desborda a la pasada Y sos milonga cantada ¡Con toda la fuerza mía! Tu arrolladora porfía ¡Echa a la culera suerte! Y empiezo a desenvolverte Entre un Mí, y un Dominante Y alejás mi consonante ¡Por un rato de la muerte!
Creo que haberte encontrado Entre versos espineles Pone a mi frente laureles ¡Que en rimas me has obsequiado! ¡Te he de cantar y he cantado! En ciudades y fogones Y por los gauchos rincones de nuestra tierra Argentina Y sos la forma genuina… ¡Que hermana los corazones!
Amante del payador De coplas improvisadas Vos sos la musa inspirada En dulces versos de amor Y vas de acuerdo al calor… Que domine el contrapunto Ofreciendo a los dos juntos El tema de tu argumento Que resuelven al momento ¡Entre respondo y pregunto!
¡Ah… milonga corralera! ¡Triste milonga sentida! ¡Milonga surera vida! ¡Milonga mi compañera! ¡Ciudadana, arrabalera! ¡Milonga de trovador! Que canta cuitas de amor ¡Milonga siempre milonga! Cuando décimas propongas… ¡Siempre tendrás un cantor!
(Pintura: Eleodoro Marenco)
Arriba los corazones
de los criollos del presente
que ya está el alma latente
de las gauchas tradiciones;
ardiendo están los tizones
de los fogones camperos,
y los trinos placenteros
de las guitarras templadas,
se escuchan en las ramadas
del pueblo de Ballesteros.
Desde allí parte el contento
del gaucho altivo y cantor,
y hasta el zorzal trinador
le canta dianas al viento,
a la luz del firmamento
el sol dora la espesura,
y con profunda ternura
el gaucho prolijo ensilla
el mejor de su tropilla
que es un zaino ¡raza pura!
Mientras el paisano ajusta
su recao con el cinchón
un sabroso cimarrón
le alcanza su prenda justa;
¡Es una criolla robusta
nacida allá en Pago Largo!
Ella así como de encargo
contempla al zaino ensillao
y él la mira de costao
saboreando el mate amargo.
Volverán las alegrías
igual que en los tiempos idos
y nuestros gauchos queridos
irán a las pulperías;
volverán las fantasías
de los bailes y canciones,
las sonoras vibraciones
de las arpas y las quenas
y se ahuyentarán las penas
de los criollos corazones.
Volverá el gaucho a tener
su pingo, hacienda y majada,
y en su querida ranchada
un feliz amanecer;
sabrá el paisano imponer
su voluntad y nobleza
y bien alta la cabeza
a fe de buen argentino,
sabrá defender con tino
a su patria y su grandeza.
Volverán la chacarera,
el gato y el pericón,
y la dulce relación
de la criolla campera;
se alzarán en la tapera
prendas que alguno ha olvidado:
el poncho, el lazo trenzado,
la daga y el tirador
y cantará el payador
los recuerdos del pasado.
Quién les hubiera dicho que sus mayores vinieron por un mar, quién les hubiera dicho lo que son un mar y sus aguas.
Mestizos de la sangre del hombre blanco, lo tuvieron en poco, mestizos de la sangre del hombre rojo, fueron sus enemigos.
Muchos no habrán oído jamás la palabra gaucho, o la habrán oído como una injuria. Aprendieron
los caminos de las estrellas, los hábitos del aire y del pájaro, las
profecías de las nubes del Sur y de la luna con un cerco.
Fueron
pastores de la hacienda brava, firmes en el caballo del desierto que
habían domado esa mañana, enlazadores, marcadores, troperos, capataces,
hombres de la partida policial, alguna vez matreros; alguno, el
escuchado, fue el payador.
Cantaba sin premura, porque el alba tarda en clarear, y no alzaba la voz.
Había
peones tigreros; amparado en el poncho el brazo izquierdo, el derecho
sumía el cuchillo en el vientre del animal, abalanzado y alto.
El diálogo pausado, el mate y el naipe fueron las formas de su tiempo.
A diferencia de otros campesinos, eran capaces de ironía.
Eran sufridos, castos y pobres. La hospitalidad fue su fiesta.
Alguna noche los perdió el pendenciero alcohol de los sábados.
Morían y mataban con inocencia.
No eran devotos, fuera de alguna oscura superstición, pero la dura vida les enseño el culto del coraje.
Hombres de la ciudad les fabricaron un dialecto y una poesía de metáforas rústicas. Ciertamente no fueron aventureros, pero un arreo los llevaba muy lejos y más lejos las guerras.
No
dieron a la historia un sólo caudillo. Fueron hombres de López, de
Ramírez, de Artigas, de Quiroga, de Bustos, de Pedro Campbell, de Rosas,
de Urquiza, de aquel Ricardo López Jordán que hizo matar a Urquiza, de
Peñaloza y de Saravia.
No murieron por esa cosa abstracta, la patria, sino por un patrón casual, una ira o por la invitación de un peligro.
Su
ceniza está perdida en remotas regiones del continente, en repúblicas
de cuya historia nada supieron, en campos de batalla, hoy famosos.
Hilario Ascasubi los vio cantando y combatiendo.
Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quienes eran o qué eran.
Su flete tuvo Güemes
lo mismo que Facundo,
lo tuvo Martín Fierro,
lo tuvo San Martín;
pero si un día fuimos
el granero del mundo
eso se lo debemos
a un pingo sin segundo
que aró y sembró la pampa
prendido a un balancín.
El pingo que yo digo,
ese que ya no se ata
no conoció herraduras
ni tapas, ni galpón;
y se quedó sin pasto
cuando la seca ingrata
y atravesó pantanos
tirando de una chata,
con lanas y cereales
pa'l puerto y la estación.
A veces sintió el frío
de las pecheras duras,
que en su pecho sangrante
pusieron sin piedad,
y como enseña el heroe,
heridas y costuras,
mostrando el pelo blanco
de viejas mataduras
a orillas de un camino
quedó en la soledad.
Noble mozo campero
si tiene algún maceta,
no lo abandone nunca
se lo digo porque...
ese camino que hace
usted en la camioneta;
lo hizo un día su abuelo
manejando un sotreta,
pa'ir a buscar los vicios
sentao en el charret.
Al pingo de carrera
mil versos se le han hecho,
al caballo de guerra
venerado corcel,
pero naides lo nombra
al caballo de pecho,
al que lo abandonaron
cuando quedó deshecho
por eso con mi canto
le pongo este laurel.
Floreo: Si lo de la Biblia es cierto y resucita Gabino, verán de que sus caminos de bardos están cubiertos. Y sabrá entonces que no ha muerto la habilidad ni el talento y por más que sople el viento, no se apagan los fulgores, mientras haya payadores como éste: que aquí presento.
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Un vientito sureño el día refrescaba,
hasta el patio de casa trajo un plumón de cardo
que casi parecía una arañita blanca,
que de un hilo invisible al suelo iba bajando.
Al verlo mi memoria me montó a la infancia,
y recordé las horas vividas en el campo
cuando con otros chicos, como era la costumbre,
a los panaderitos hacíamos encargos.
Entre el pulgar y el índice de la mano derecha
como si fuera un niño lo puse con cuidado,
y olvidando las canas que mis sienes blanquean,
le hablé con la inocencia de mis primeros años.
Le saqué la semilla que por lo pequeñita,
costaba percibirla con la vista y el tacto,
y la llevé a la boca y el paladar con ella
sintió las sensaciones de un saborsito raro.
Lo puse ante mis ojos y me quedé pensando,
en esos cirujitas que ambulan por mi barrio,
juntando cosas viejas para ganarse un peso
le entré a pedir tortitas, bizcochos y pan blando.
Le dije despacito: "panaderito criollo"
volá hasta la cocina de los más pobres ranchos,
y en las bolsas paneras que vacías se encuentren,
depositá el pedido que humildemente te hago.
LLegá sin perder tiempo hasta esas criaturas,
que de hambre lloriquean por no tener amparo,
llevando el regalito de alguna facturita
o al precio su alimento de un pancito dorado.
Después con un suspiro lo eché otra vez al aire,
y mientras se alejaba, yo me quedé pensando
que mi propia miseria menos triste sería
si ese panaderito cumpliera con mi encargo.
Bastante manso de abajo,
¡lindo potro clina clara!,
ruano alazán malacara
como hecho para el trabajo;
un tal "Choique" me lo trajo
diciéndome entusiasmao
qu'él ya lo había palenqueao
pero que necesitaba
que yo que domando andaba
se lo entregara enriendao.
-"Déjemelo nomas don",
le dije en un tono manso
que yo mismo se lo alcanzo
en cuanto este corrientón
y el día qu'en un limpión
con mi hermano lo ensillé,
después que lo galopié
le comenté sin gambeta:
-"No me gusta este sotreta
por más que manso se ve".
No quiere ni galopiar
y trotea como alunao
mirándose los costaos
con ganas de corcovear.
Para mí que va'arrancar
en la menor travesía
pero el asunto sería
que no me sacara mal
después que se parta igual
el resultado se vería
No lo podía tirar
porque apurao no avansaba,
a los perros los pateaba
y a los montes ni que hablar.
Pero un día al galopear
en un quemao hecho senda,
medio lo cimbré en la riendas
y me le largué p'atras,
pegó un grito y ahi nomás
me declaró la contienda.
En el primer arrastrón
me le quedé con las patas
apretando, pero a gatas
un tobillo en un corrión,
las riendas como un chambón
de un viaje me las corrió
despues mucho corcoveó
y con el tiempo pensé
que de lástima tal vez
esa vez no me volteó.
Otra vez ya más andao
atajando unos capones,
al saltar unos zanjones
volvió a hacerse el asustao;
esa vez sobre el recao
solo me quedé de suerte
ya que domar no es la muerte,
a mi hermano le contaba;
que si el ruano corcoveaba,
¡corcoveaba pero fuerte!
Yo había empezao a creer,
que en cuanto mal me sacara
aquel ruano malacara
capaz me iba a perder.
Y Ponciano al entender,
de esas cosas campechanas
me decía entre jaranas:
-"Se hace el loco y es capaz,
si vez que te le achicás,
de comerte la picana".
Y ansina nomás sucedió
un día entre unas jarillas
que iba arriando la tropilla
de la cola se asustó.
No se si le aguanté dos
saltos al alazán ruano,
caí como bolsa'e grano
y tuve que andar después,
como tres leguas de a pies
con el rebenque en la mano.
Esa es la lucha que expande
al mas humilde mensual,
de no dejar que un bagual
lo voltée en los campos grandes;
esto lo entiende quien ande
o sanconchando haya andao
sin padrinos y alambrao
que los puedan socorrer
donde no hay más que aprender
que a defender el recao.
Si habrá volteao domadores,
el overo de Aguilar,
¡Qué animal pa'corcovear,
Ja, una máquina señores!
Y pa'hacer las cosas peores
sin sujetarse un instante,
se voleaba por delante
dentre las mesmas costillas,
así partió'a las islillas
al correntino Escalante.
Y a cuántos más no estropeó
diganló los Alderetes,
dos hermanos muy jinetes
que eran del "Rincón de Ajó".
A uno cuasi lo mató
largándolo como globo,
y si no es el peón de Cobos
que salvo la vida a gatas,
pues lo abarajó en las patas
y al largarlo en un corcovo.
Corcoveando por derecho
y gritando a lo lechón,
cada brinco es un cimbrón
de esos que dejan deshechos.
Se volcaba al poco trecho
y la crin toda revuelta,
la cabeza floja y suelta
lo mismo que un remolino,
se apretaba aquél indigno
para corcoviar a vueltas.
Lo conocí al reservao
en "El Tala"'e los Ocampos
como a diez leguas de campo
de las costas del "Pescao"
Ahí funcionaba el Juzgao,
había posta y pulpería;
dos veces al mes solía
pasar yo con la galera,
cuando estaba en la carrera
de Juarez a Lobería.
Y allí lo dejó Aguilar,
al pasar con un arreo,
que llevaba según creo
pa'las costas de la mar,
y no lo volvió a buscar
el pobre ánima bendita,
porque a causa de una cita
un tal Liborio Collazo,
lo mató de un trabucazo
allá por la Mar Chiquita.
Y cuadró que en esa ocasión
que al pasar yo por "El Tala"
viene, pues, y me regala
ese caballo el patrón.
Nunca suebra un mancarrón
a un mayoral de galera,
pues sea ese como quiera
igual le saca provecho,
con la lanza atao al pecho
o en una cuarta cualquiera.
Y allí me lo até también
sin que me diera trabajo,
pues era de manso de abajo
y cabresteaba muy bien.
Cuando arrancamos recién
macaqueó un poco el overo,
pero como iba'e ladero
en una cuarta de atrás,
tuvo que seguir nomás
mansito como un cordero.
Que con buenos postillones
y en un camino apropiao,
al sotreta más porfiao
se lo hace entrar en razones.
Cuestión de algunos tirones
en el momento preciso,
pa evitar un estropicio:
¡guasca nomás andequiera!,
eso lo sabe cualquiera
que haiga sido del oficio.
Con el overo enterito
llegamos a la otra posta,
que estaba junto a la costa
'e la laguna "El Chorlito".
En la esquina'e Gorosito,
seguía como si tal,
y al mudarlo en "San Pascual",
estancia del vasco Esquerro,
amagó a cociar un perro,
que lo torió en el corral.
Resultó guapo endeveras,
cansarse ese pingo ¿cuándo?
si se hizo como jugando
doce leguas bien enteras.
Y eso entre cuestas tan fieras
como por allí se ve,
por el camino va bien
entre la sierra'e "La Tinta",
y se estira como cinta
por las lomas del Quequén.
(Foto: Celina Frers)
Ya sale el sol, amance
y pa'mi bien hoy no llueve
de áhi que mi fe ya se mueve
pa'que al corral enderiece;
el trabajo se merece
dentrarle'n forma sensata,
no será una serenata
ni un baile con escarceo
pero no hay que hacerle "un feo"
al que nos arrima plata.
En los días anteriores
la yuvia jue un estropicio
y resultó un sacrificio
lidiar en tiempos tan piores;
y eran tantos los furores
defrío, la yuvia, el viento,
que un par de días, de intento
nos aquerenció el galpón
al rondar del cimarrón
entre costuras y tientos.
Pero como tuito pasa
hoy amaneció clariando
(qu'el "pampero" diba arriando
a tormenta tan machaza).
Y si la vida acompasa
y de nuevo no se manca
no me viá echar a retranca
que'l vivir m'envalentona
y hace a la vida dulzona
como el asao de potranca.
Junto al corral, escarbando,
como si campo pidiera,
mi redomón a su espera,
la entretiene divisando;
y entre uno que va cantando,
puyas de otro, algún chiflido,
salimos entretenido'
a principiar la función ...
¡Viene clariando lindón
y es güeno estar prevenido!
1 Ajustao en el corrión que trái de tiro el ricuerdo, cuantas veces yo me pierdo, mamao, en tu evocación. Vos sabés que'l corazón es animal delicao, y, hay que andarse con cuidao; pues, si te dentr'a querer, no hay juerza que la haga ver que'l pobre anda mal rumbiao.
2 Dicen que'l amor es ciego y estoy por creer que's verdá; yo ví más de una'mistá quemar sus alas ahí, luego. Cuando, mansito m'entrego, hermana, a reflesionar, no hago más que ricordar la gloria de tu mirada, que abrió como puñalada lo que no pued'olvidar. 3 No me pidas que yo nombre lo que palenquió el secreto; vos sabés que yo interpreto estas cosas com'hombre. Y, espero que no te asombre si te dá la suerte'l anca, porque... la pensa se arranca, pero, haciéndolo de cuajo; pa'que no de más trabajo a tus juegos de potranca. 4 Desgraciao el potro que al ver yeguas no relincha; mandinga, nunca se pincha en las púas de la fe. Yo caigo porque se vé tanto animal pa'enfrenar, que's peligroso montar "el potranco" del amor, y decir: "Soy domador", pa'luego verse charquiar. 5 Me gusta cuando arisquea la potranca del cariño, porque la palmeo y, la ciño con el cinchón de la idea. Si una china, coquetea a la primera intención, l'encuentro mucha razón, porque... si frunce la jeta es como asao de paleta pa'l diente de la pasión.
6 Se dice que's la mujer como tranca de corral; por lo atravesad'al pial que le tir'algún querer. Yo creo que's su deber al mostrarse así ariscona; mas, no siempre a la carona de la pasión le de'l anca, porque'sa tropiya blanca... luego se hace cimarrona. 7 Y, la pasión cimarrona, es como l'hacienda alzada, dura, pa'ser embretada, si es que'l rigor l'abandona. La ilusión, siempre sobona va buscando en la mancera el surco que hace la espera de una risueña promesa; mientras el amor empieza a bombiar la primavera....
8 Y vos sabés que pa'mí siempre juistes una hermana, y no la linda paisana como miel de camoatí. Dudando te sorprendí y, en el temblor de tus labios adiviné los resabios de la intriga de un traidor; y, yo juí pa'mi dolor juguete de tus agravios. 9 Agravios que'ran zonceras comparaos con el disprecio; pero, el calor del aprecio tráiba esas dudas matreras. Al romper las estriberas donde hizo pie l'amistá, olvidaste'l chiripá y la blusa de merino, porque vandió tu camino un mozo de la ciudá.
10 Y entonces, cual martingala, la charamusca de'nojos buscó en la noche'e tus ojos hundir mi suerte baguala. Del placer cortaste'l ala pa'maniar una ilusión, arriándome, sin razón, ni analizar el compendio, y... de aqueya luz de incendio solo quedó cerrazón.