(Pintura: Juan Blanes)
Tronaron amenazas; estremecióse el llano
bajo el recio galope de la iracunda hueste,
y los mejor templados temblaron por la suerte
que tocaría a la esposa del coronel hispano.
En raciales rencores, se crisparon las manos
ensayando estrujones en las empuñaduras
y las mentes forjaron espantosas torturas
para vengar la afrenta del indio temerario.
Primitiva tonada lo endilgó en la marcha
y avanzaron feroces, con las armas tendidas,
hasta un claro del bosque en tálamo agreste,
la hermosa castellana, por dos veces cautiva,
la cabeza inclinaba..., dulcemente dormida
sobre el pecho taurino del guerrero tehuelche.
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