(Pintura: Palliere)
Protector cariñoso de los requiebros
donde volcaron mieles los labios gauchos
cuando el sol enfermizo de los inviernos
tiritando de frío se entró a los ranchos.
Poncho que en las finales del entrevero,
bajo las margaritas de los ocasos,
te hiciste carpa y lecho del montonero
que se fue de la vida, ¡por diez lanzazos!
Y velo pudoroso de la cautiva,
que en la grupa nerviosa de los corceles,
protegió desnudeces alabastinas
contra el ojo lascivo de los Catrieles.
Y cual tronco de amores fue tu bayeta
sobre el anca lustrosa de los baguales
donde con alegrías de panderetas
cantaban almidones en los percales.
En la suerte obligada de los reseros
remedaste a la capa de las cuadrillas,
cuando el valor hacía de arte torero
y oficiaban las dagas de banderillas.
¿Qué se hizo de tu malla, áspera y recia,
do sus garras mellaron fríos y pumas?
¡Oh!, matra pampa, gastada y vieja,
ya ni resistir puedes una garúa.
Eres el simbolismo de nuestra raza;
y ya que de su infancia fuiste la cuna,
¡entiérrate con ella, mortaja gaucha
y en el olvido aguarda tu sepultura!
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