(Pintura: Carlos Montefusco)Me levanté bien temprano
-tenía que salir con tropa-
y m'eché sobre la ropa
mi poncho bayo, liviano;
luego avivé con la mano
los tizones del fogón,
le di juerte al cimarrón
y estando ya más dispierto,
truje a mi gatiao, por cierto,
pa'ensiyarlo de'un tirón.
El recao acomodé
ricostao en el portón,
y a mi pingo -que's nuevón-
el lomo le cepiyé.
Ayí nomás lo enfrené
por debajo del bozal,
hablándole al animal
como hago todos los días,
mientras su estampa lucía
de cabayo servicial.
Primero una sudadera
hecha de'un cuero esquilao,
sobre el lomo cepiyao
puse a modo de bajera;
endispués un mandil que'ra
un ricuerdo de mi agüelo,
dos matra'agarré del suelo
de blanco y negro color,
que le compré a un vendedor
que anduvo bajo este cielo.
Las matras, como al descuido
doblé a la altura'el mandil,
y eché -de chato perfil-
encima, el basto partido;
luego un cuerito curtido
y dispués ancha encimera,
del anca'una vaca overa
que se quebró en el corral,
cuando la voltié de'un pial
en un volcao puerta ajuera.
En los corriones sobao
sujeté una cincha usada
por mis manos trabajada
y al pingo dejé cinchao;
puse estribos trabajao
con las aspas de'un carnero,
un cojiniyo campero,
un sobrepuesto, el pegual...
Monté, y tranquió el animal
con mi destino resero.
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