(Foto: Eduardo Amorim)
Tengo un rancho de totoras
ataperao´ por el tiempo,
tirao´ a un lao´ de la güeya
que lleva a Carmen de Areco.
Son de adobe son las paredes,
de adobe son los cimientos,
de tala son los horcones
y las cumbreras del techo.
y como no tuve paja...
pa' terminar el alero
me faltó entre otras cosas
las ganas de hacerlo y tiempo.
Cazé un puñao de ilusiones
me agencié de algunos sueños
los mesturé con suspiros
y se lo puse de alero.
Y pa que no me lo arranque,
el viento de los recuerdos,
lo afirmé con cuatro cifras
con estilos y con cielos.
Ansí levante mi rancho,
ansí lo puse derecho
a un costao de la güeya
que lleva a Carmen de Areco.
En él no me falta nada
aunque no me sobra un cuero.
Tengo güen horno, fogón,
catre, pa dos tengo hecho.
Porque nunca me ha faltao
a quien arrimar los güesos.
Privilegio de los zonzos
que somos cortos de genio.
Varias cabezas de vaca
tengo pa hacerme de asiento
y en las paredes: cencerro,
bolas, lazos, cabrestos,
encimeras y peguales
forman tuito el ornamento.
Y alla en un rincón, dormida
hasta que no la despierto,
tengo una gaucha guitarra
que es pavada de estrumento.
Ni bien le pego un rasguido
parece que tiene dentro:
cien zorzales encerraos
que se dispiertan riyendo
y que juyen por sus notas
cara al sol y pecho al viento.
De cuando en cuando uno de ellos
se para en el clavijero
pa leer la cinta bordada
que una morocha le ha puesto
y dice "Dolores Funes"
¡Pa quien me ha robao el sueño.
Todo eso tengo en mi rancho
y algo más ¡qué ni me acuerdo!
En él son bien recibidos
amigos y forasteros.
Los primeros por ser tales,
los segundos por aquello
de que en el rancho de un criollo
a naides le falta un cuero
en que tirarse una noche,
un pedazo de asao tierno
o un goyete a que prenderse
si no mezquina el garguero.
Si pasa por él mi amigo
apeesé sin recelos
va a entra al rancho de un criollo
más servicial que un yesquero.
Es un rancho pobretón
pero adentro hay un entero.
Lo hallarán al lao de la güeya
que lleva a Carmen de Areco.
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