(Foto de Serviliano Maidana, baqueano del general Lavalle)
Jué en una de mi flor. Hasta en los cerros
nacían margaritas coloradas
y quedamos dispersos unos pocos,
con malas armas y ninguna bala.
Entreviero feroz: ¡Vinchas y bolas!
melenas y clineras enredadas,
relámpagos de sables y facones;
divisas rojas y divisas blancas.
Allá sobre la frente del sol bajo,
semejaba una vincha roja franja.
Dejuro había salpicao la orilla
del horizonte azul la sangre gaucha.
Nos traiban derrotaos y de tan cerca,
los gritos nos golpiaban en la espalda,
y nosotros echaos sobre el pescuezo
charquiando los reyunos a rodajas.
Llovía un chaparrón de boliadoras
que acalambraba los matungos maulas;
como trío de yaras cabezonas
se enredaban juriosas a las patas.
Maidana me seguía a un tiro’e lazo
gastándole el resueyo a un criollo pampa,
cuando lo vide cáir, tosiendo sangre
ensartao en las aspas de una lanza.
El caballo cruzó. De puro instinto
lo agarré del cabresto a la pasada,
pa’ llevarle, a lo menos si volvía
la noticia a la viuda y las cacharpas.
Mejor me hubiese güelto sobre el pucho
a vender junto a él, la vida cara
a quebrar el facón contra los sables
pero a morir en ley como Dios manda.
Y lo dejé nomás… Pobre mi amigo…
Amigo de la paz y las patriadas;
amigo de las malas y las güeñas,
y amigo de las güeñas y las malas.
Y espueliando por juera a un duro’e boca
-como adentro el dolor pinchaba mi alma-
me escabullí por fin del chucerío,
como dice el refrán, echao en l’anca.
Se hizo la paz y regresé al ranchito
del que quedo tirao en las quebradas
defendiendo el color de una divisa
vergüenza ponzoñosa de mi raza.
Me acuerdo que me dijo muchas veces
en charlas del fogón o de la carpa:,
“-Si sos amigo y regresas con vida,
cuidame el gurisito si me matan”.
Por eso lo lloré junto con ella.
Igual que un perro le cuidé las casas
y gasté con los suyos los vintenes
que en domas o tropiadas agenciaba.
Y al gurisito, con cariño’e padre,
si se dormía, lo acosté en mi falda
y si lloraba de mimoso que era
le empriesté pa’ juguete mi guitarra.
Pero vino después la “primavera”;
se ajuntaron de a yuntas las bandadas,
y echaron flores, dende los rosales
hasta esos yuyos que a la hacienda matan.
Y un vaho de vida resurgió violento
que en ley pareja la natura implanta,
y ardió el instinto como un juego interno,
que a procrearse las especies manda.
Y ella tenía veintidós abriles…
Eran sus senos como dos torcazas,
tenían sus ojos un mirar profundo,
había en su boca contenidas ansias!
Y, yo me paro, si a degüeyo tocan,
y a veces, antes de copar la banca…
pero si dentran a jugar polleras,
si solo no me paro… no me paran!
Y como me conozco y soy güen gaucho
-antes dejuro, de meter la pata-
junté las pilchas, ensillé mi moro,
y con tristeza le anuncié la marcha.
Pensaba dirme como el hombre limpio,
bien atrás el sombrero, la frente alta!
que potros pa’ montar y chinas lindas,
ni nunca me faltaron ni me faltan.
Le dije: “-Me viá dir por un tiempito,
me han echao en el pago la perrada,
pero cuente lo mesmo con mi ayuda
que, teniendo yo plata, tendrá plata”.
Ñubló sus ojos el cristal del llanto,
bajó la frente de dolor cansada;
como una hermana se abrazó a mi cuello,
y yo la recibí como a una hermana!
Casualidá fatal que ató a mi vida
el ñudo potriador de la desgracia!,
sentí ruido de espuelas, miré afuera;
cuando en la puerta se paró Maidana!...
Nos miró sacudiendo la cabeza.
Tenía en los ojos un mirar de rabia
y se quedó parao como un palenque
sin decirnos siquiera una palabra.
Después, besó al botija que en un banco
como una piedra dormidito estaba
pa’ envolverlo temblando entre los pliegues
rojos y azules de su poncho patria.
Y con él en los brazos montó’e nuevo
y se puso chiquito a la distancia…
Mejor me hubiese güelto aquella tarde
a vender junto a él la vida cara…!!
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