Era domingo y soleao.
La chacra de Secundino
plantada junto al destino
pintaba como pa’asao.
Allá abajo en un tinglao
ya un fueguito se veía,
el patrón iba y venía
y enganchao en una horqueta
un costillar con paleta
oreándose presumía.
La patrona de la casa
aprovechando su franco,
corre la sillas, los bancos
y hasta los muebles repasa.
El humo su huella traza
y la carne ya ensartada
comienza a dejar colgada
de grasita, un lagrimón,
y prepara en un rincón
la patrona, la ensalada.
Sentao en banco’e cadera
Secundino prende un pucho,
mientras lo mira “El Barbucho”
sabiendo lo que le espera.
Linda mañana campera,
suave, como la esperanza,
una torcacita mansa
picotea en derredor
y pa’ aliviar el calor
la “doña” un vino le alcanza.
Se va dorando el asao,
ya el paisano lo dio vuelta,
y un fuerte: “-Vieja… -le suelta-
tené todo preparao!”.
Tarro con tierra al costao
pa’ clavar el asador,
y el tan agradable olor
lo motiva al apetito…
y abajo del ucalito
está armao “el comedor”.
Corta el gaucho una pulpita
que aceta su compañera
y queda en lista de espera
un riñón con su grasita.
En la galleta exquisita
come el criollo Secundino;
como testigo, el molino,
de ese cuadro familiar
y así yo quise pintar
cosas del campo argentino.
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