viernes, 17 de febrero de 2017

El puestero de "El Rosario"


(Pintura: Aldo Chiappe)



Ensilló un “zaino” cacunda,
por costumbre alzó “el marote”,
se puso un poncho grandote
ansí medio de segunda,
y antes que’l lucero se hunda
tiene tuito acomodao,
y en los pastos escarchao
va dejando las pisada’
mientras le da una mirada
al fogón medio apagao.

Se llama Justino Riales
y es puestero en “El Rosario”,
el patrón, fuerte empresario
dueño’e miles de animales,
hombre de tratos cordiales
y por tal causa y razones
tiene confianza en sus piones
y por lo mismo Justino,
hace años que se vino
de la estancia “Los Mojones”.

El hombre como puestero
tiene mucho pa’ atender:
potreros que recorrer,
arreglar un esquinero,
capar un potro, un ternero
o una vaca parteriar,
y si tiene que cueriar
lo hace con mucho cuidao.
(no deja un cuero rayao
por si le toca lonjiar).

Y como es organizao,
de güelta de recorrer,
tiene tiempo pa’ tender
unas trampa’en el bañao;
-vió unos rastros que han andao
comiendo ayá en los unquillo’-,
prendida a unos duraznillo’
dejó seis trampas tendidas
pensó “¡estas son de medida!”,
porque’l paisano no es ‘grillo’.

Llegó arriando la tropilla
justito pa’l mediodía
y en esa mañana fría
el “cacunda” desensilla;
se revuelca en la gramilla
el pingo ricién largao,
priende el fogón apagao,
pone el agua a calentar,
se sienta a cimarroniar
mientras que se haga el asao.

Y en esa tarde cortona
ensilló el “gatiao overo”,
hay que cambiar de potrero
un lote de vaquillona’;
un estilo viejo entona,
monta y sale al trotecito,
y en cuanto pasa un charquito
alza un galope tendido
mientras el sol ha querido
perderse en el infinito.

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