Otra vez, como el zorzal
de la enramada campera,
vuelvo con la primavera
a tu florido rosal.
El gaucho sentimental
soy, que en tus rejas cantó,
y una lágrima vertió
cuando, a su dolor, tirana,
te asomaste a la ventana,
para decirle que no.
Y porque al fin comprendiste
mi querer grande y sincero,
le diste al gaucho trovero
lo que a ninguno le diste...
Yo borré la pena triste
que estaba anidando en mí;
y cuando, cerca me ví
de triunfar sobre tus galas,
como un pájaro las alas
de mi esperanza batí!
Mas luego, en mi corazón
que era una planta marchita,
floreció la margarita
de mi perdida ilusión.
Mi guitarra su canción
alzó en la noche estival,
y en el florido rosal,
con singular embeleso,
dejó su vibrante beso
mi serenata triunfal...
El tiempo, a sus esquiveces
en el afán de acercarme,
me dio ocasión de alejarme
y de olvidarte cien veces;
pero yo, en mis altiveces,
firme al amor que juré,
más desde entonces te amé,
y apasionado en mi orgullo,
mi corazón sobre el tuyo
como una flor deshojé...
Pero a pesar del afán
con que mi labio te nombra,
a veces, como una sombra,
mis esperanzas se van.
Entonces pienso que están
lejos mis glorias que ví,
y al recordar que por tí
es la duda que me inquieta,
vuelve a clavar su saeta
la pena dentro de mí.
Por eso, cuando el dolor
en mi pecho hinca su garra,
en mi sentida guitarra
busco el perdido valor.
Y cuando en mi sinsabor
no puedo alzarme triunfal
y tu amor sentimental
recuerda al mente mía,
siento la melancolía
de aquella noche estival...
(Foto: Flor de romero/ Rosmarinus officinalis)
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