Obscuro pozo sombrío
que poco a poco te agotas,
como las últimas gotas
de pasión, del amor mío;
las nostalgias del estío
parecen tornar a ti,
y aún estoy mirando aquí,
al volver la primavera,
a la moza quinceañera
de la bata carmesí.
Bajo la niebla invernal
tu silencio apesadumbra
como la fría penumbra
de alguna pena letal.
Tu alma triste, en el brocal,
trasunta graves congojas,
y en las margaritas rojas
que en ti van a perecer,
te canta el amanecer
la elegía de las hojas!...
En el musgoso crucero,
-cual símbolo de la muerte-
te da su chistido fuerte
el lechuzón agorero...
Solitario y lastimero
pidiendo agua el grillo canta,
y en la soledad que espanta,
el cielo, en su gran piedad,
para cubrir tu orfandad
arroja a tus pies su manta...
Cuando asoma la mañana
y el rocío va goteando,
parece que está llorando
tus lágrimas, la roldana.
La brisa, al pasar ufana,
te musita una canción,
y con íntima emoción,
quizá añorando tus cuitas,
las humildes tortolitas
gimen tu tribulación.
¡Viejo pozo de la estancia,
cuando el recuerdo llovizna,
me pareces una brizna
de tu pasada arrogancia!
Tu música, a la distancia,
era arpegio y era flor,
y en las noches de esplendor,
cuando brilla el plenilunio,
¡Cuántas veces su infortunio,
te ha contado un payador!
Yo te debo la frescura
de mis raudas primaveras,
como le deben las eras
al cielo, la mies madura.
A tu lado, mi ventura,
no tuvo fin ni control,
y entre embriagueces de alcohol
quemé todos mis amores,
¡como se queman las flores
en los incendios del sol!
Pienso que no puede ser
que, como el pájaro amigo,
torne a compartir contigo
tiempos que no han de volver!...
Tu altiva historia de ayer
hoy tan sólo habla de ocasos,
y como atado a los lazos
de algún designio fatal,
te debates en el mal
que te está haciendo pedazos!
¡Ojalá que pueda un día,
en tu frescura sin par,
la sed del alma aplacar
que padezco todavía!
Se muestra la lejanía
como queriendo llover...;
y en el triste atardecer,
ya sin el piar de un nido,
igual que un pájaro herido
está aleteando mi ayer!
Ya no está, ya no está aquí,
baldeando el agua dormida,
la buena moza garrida
de la bata carmesí.
No puedo olvidar en ti,
viejo pozo de la estancia,
tu pretérrita arrogancia,
tus madrugadas de amor,
y te sueño como a flor
que perfuma a la distancia...
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