Era un pampa nomás, dicen las crónicas;
Era un pampa nomás, uno de aquellos,
y le borran así, como si nada,
las huellas del recuerdo.
Ese Pincén. El fue como una espina
profunda en el orgullo fortinero,
y le sobraban toros en la sangre
para gritar allí quién era el dueño.
Ese mismo, ceñido a la Frontera,
unas veces ganando, otras perdiendo,
pero siempre de vuelta en la bravura
con esa laya de los hombres previos.
Hasta que el fin le copan las distancias
y lo dejan de a pie, mordiendo el freno
con una llamarada de agonía
sobre los ojos fieros.
Pero le dura aún esa arrogancia
sobre el triste sabor del cautiverio,
para decir: Yo soy Indio Argentino.
Y era un pampa nomás ¡Uno de aquellos!
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