¡Entrerriano soy, señores,
a mucha honra, es verdá!
Y de la costa’e Yeruá
si quieren más pormenores…
Quizá los pagos mejores
de cuantos yo recorrí
del Basualdo al Ibicuí,
de Diamante a San José
y de la barra del Clé
a las puntas del Ayuí.
2
¡Bien haya esos campos míos
que en mil cuchillas se quiebran
y los montes que se enhebran
a lo largo de sus ríos!
¡Bien haya aquellos sombríos
Rincones del Gualeguay,
los Palmares de Yatay
en sus tierras coloradas
y las lomas decoradas
por el recio ñandabubay!
3
Recuerdo bien sus ceibales
como pintados de grana,
y el silbido en la mañana
de boyeros y zorzales…
Cuando el día, los chilcales
dora en su primer albor
hasta que el sol, su fulgor
recorta sobre la loma,
y todo el aire se aroma
con el espinillo en flor.
4
Y no olvido las cuadrillas
de avestruces y venados
que en otros tiempos pasados
erraban por las cuchillas…
Ni los carpinchos a orillas
del agua profunda y quieta…
Y guardo la visión neta
de los virachos nerviosos
al salir entre retozos
desde el fondo de una isleta.
5
¡Ah, el Entre Ríos aquel
de las haciendas bagualas,
más ariscas y más malas
que los tigres de Montiel…!
¡Veo sus hombres, sin hiel
para el caballo o el lazo,
y en el monte o campo raso
boleadores tan certeros
como temibles lanceros
cuando les llegaba el caso!
6
Evoco sus acordeones
o el rasguear de sus guitarras
en chamarritas bizarras
y pausados pericones.
Y ello me trae a montones,
a modo de raro imán,
viejas memorias que van
a aquellos años de duelo
cuando peleaba mi abuelo
con los de López Jordán.
7
Pero todo eso pasó…
Entre Ríos ha cambiado
y la reja del arado
con el gaucho terminó.
La tierra se dividió,
bichos, pocos quedan ya…
Tan solo el paisaje está
más o menos como era
cuando vi la luz primera
en las costas del Yeruá.
8
Mas debo concluir aquí
para no alargarla tanto
esta milonga, que canto
a la tierra en que nací.
Si algo la desmerecí
o exageré sus valores
perdónenme los errores
y sepan disimular.
Pero déjenme gritar:
¡Entrerriano soy, señores!
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