"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
jueves, 26 de septiembre de 2013
Soledad montoyera
Veo al monte juntar sombras
mientras pesco en un ramblón,
un domingo de los piores,
solito mi corazón.
El perro ha venido a echarse,
aburrido como yo,
atado cerca en un limpio
pastea mi mancarrón.
Como a una vara del agua
vuela el Martín Pescador,
mientras aguaita el momento
de pegar el sambuyón.
Medio como descontento
vine a dar a éste rincón,
ya ni me gusta hechar humo
masco el tabaco mejor.
Uno es peón de campo, ¡claro!
es carrero, es arador,
es tropero en ocasiones,
y de a ratos domador.
Sabe trabajos de monte,
de gauscas y de galpón,
sabe remediarse en todo
pero siempre anda pobrón.
Me pongo a escuchar las aves,
y del vacaje el rumor,
no me interesa el anzuelo,
hay puro descarnador.
Grita porfiao el caráu,
y el carancho alza la voz,
y sigue el protestadero
como viejo rezongón.
Raya el aire atardecido,
del bañao el rayador,
la gallineta de lejos,
manda su grito burlón.
Llamo al perro, monto el bayo,
el domingo terminó,
mañana será otro día,
¡solito mi corazón!
(Pintura: Aldo Chiappe)
miércoles, 25 de septiembre de 2013
El Cura Brochero (Poema criollo)
Canto 8
El Malacara
Rumbeaba el Cura Brochero
por los senderos riojanos;
buscaba, allí, a los cristianos
que andaban medio perdidos;
-montoneros y bandidos
poblaban aquellos llanos.
Se hospedó en lo de don López,
del villorio'e San Vicente;
-era güenaza esa gente,
amable y hospitalaria;
-vivían cristianamente
del trabajo y la plegaria.
Jué, allí, muy bien recibido
por esa familia amiga;
complacidos le prodigaban
afecto, albergue, cuidaos;
-un güen sueño y un asao
le quitaron la fatiga.
Mas, la que no reaccionó,
jué su mula desgastada;
por más máiz y más cebada
que, animándola, le dieron,
ya estaba tan acabada
que sus juerzas no volvieron.
-"Ya ve usté, señor don López",
comenta el Cura Brochero,
"no sólo el hombre es mañero
cuando uno lo va a buscar;
también las bestias di andar,
nos ponen siempre algún pero..."
Don López festeja el dicho
y sonriente le declara:
-"Tengo un macho Malacara
aguantador como pocos;
es una prienda muy rara
y en sus manos lo coloco".
Se emocionó mucho el Cura
ante tal ofrecimiento;
-lleno'e reconocimiento,
muy gustoso lo aceptó;
-con ese animal quedó
¡tan orgulloso y contento!
Cuánta ayuda le prestó
en todas sus correrías;
-lo montaba noche y día,
sin que jamás se cansara;
-¡tá, que aguantó el Malacara!
¡si de fierro parecía!
Por más de doscientas leguas
se extendía su curato;
-con ese pingo mulato,
las distancias se achicaban;
-si hasta los cerros trepaba
con la habilidá de un gato.
Mas, cuenta el Cura que, un día,
le hizo una mala jugada:
-le empezó a las reculadas,
al pasar por cierta zona;
él las riendas le abandona
pa'evitar las corcoviadas.
Al sentirse libre'e frenos,
su juria el macho largó;
-pa sus pagos galopió
hasta encontrar a los suyos;
y a Brochero, pa los yuyos,
de un corcovo, lo largó.
-"Sigan siempre el güen camino",
un día, a muchos declara
"no le vuelvan más la cara,
endispués los Ejercicios,
a la tropilla'e los vicios;
no hagan como el Malacara".
martes, 24 de septiembre de 2013
El Cura Brochero (Poema criollo)
Canto 1
Preludio
Preludio
En el cielo de la Patria,
como señero divino
de nuestro alto destino,
reluce, como el lucero,
Don José Gabriel Brochero
el Cura Gaucho Argentino.
Jué hombre que, con su vida,
escribió una linda historia;
-para honrarla a su memoria,
voy a componer un canto;
-que Dios y tuitos los Santos
me inspiren desde la gloria.
Cantar a los hombres grandes
es labor bastante ruda;
y, si el cielo no lo ayuda,
uno se queda cortao;
-que la lengua se le añuda
hasta al cantor más letrao.
Si yo me pongo a cantar,
lo hago sin pretensiones;
porque sé que, en ocasiones,
aunque salga mal el canto,
ante Dios y ante los Santos,
valen más las intenciones.
Hay cantores que han cantao
a los grandes ciudadanos
que, a favor de sus hermanos,
han hecho un mundo mejor;
-yo canto al hombre cristiano
que pelió y murió por Dios.
Los hombres de campo y sierra
mediando el siglo pasao,
vivían abandonaos,
sin leyes, ni religión;
-rudos y sin instrucción,
andaban, de Dios, olvidaos.
Pa'l pobre y pa'l indefenso,
no había ley que los avale;
y pa como de sus males,
con vicios los asonsaban;
-y luego se los arriaban
como si jueran baguales.
Muchos andaban errantes,
como ovejas sin pastor;
-Brochero sintió el clamor
de tantas almas perdidas;
y les dedica su vida
para arrimarlos a Dios.
Jué, de Cristo, un santo apóstol
entre sus mesmos paisanos;
-en un trato mano a mano,
supo darles su enseñanza,
y llenarlos de esperanza,
de la fe y amor cristiano.
Su vida jué todo ejemplo
de lucha y abnegación;
-con su prédica y acción,
llevó, a los hombres, la luz
del Evangelio y la Cruz,
santo y seña'e salvación.
En un rincón de la Patria,
por su progreso luchó;
-a la Iglesia, le entregó
tuita su larga vida;
-y una obra bien cumplida,
pa bien de todos dejó.
Por eso el Cura Brochero
se merece eterna gloria;
y de pasar a la historia,
como hombre y como santo;
-por eso canto este canto
pa perpetuar su memoria.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
De vuelta con los overos
Hoy hace un año Cisneros
que lo vine a visitar
y me llevé pa’ domar
esta tropilla de overos;
recorriendo los potreros
de su estancia “Las Dos Dagas”
esto decirle me halaga
porque lo noté gauchón
y en corta conversación
pronto arreglamos la paga.
Debo decirle paisano
que tienen camino andao,
que están prolijo’ domao
y la yegua para a mano;
de que son pingos baquianos
se lo puedo asegurar,
cualquiera puede enfrenar
y ensillarlo sin un miedo
y si se mete en el ruedo
vergüenza no va a pasar.
Le viá pintar en reflejos
a su tropilla de overos:
hay dos pingos tesoneros
vivarachos y parejos,
son esos dos azulejos
que vienen haciendo punta,
siempre trotean en yunta,
que lujo pa’ sus mensuales,
y de trabajos rurales
hágale cualquier pregunta.
Aquel overo rosao
tranquea de sobrepaso
es regular para el lazo,
pingo pa’ mi acreditao,
como el overo tostao
un poquito alto de alzada,
anda de orejas paradas
cual si fuera un redomón
y montao en él, patrón,
me lucí en las resereadas.
El lunar, ese gatiao,
es toda una garantía,
pingo de andar noche y día
como el overo tiznao;
el overo colorao,
el que olfatea el pantano,
es vivaracho, liviano,
escarceador, coscojero,
se lo aseguro Cisneros
que es de escupir en la mano.
Le nombraré a dos caballos,
ansí no queda ninguno:
está el overo lobuno
y aquel overito bayo;
en decirle yo me esplayo,
préstele atención paisano,
se lo advierto de antemano,
da trabajo pa’ enfrenar,
porque se suele sarnear
ni bien despunta el verano.
Usté le va a repartir
los pingo’ a la mensualada,
yo sé que es gente avezada
pero algo le viá decir:
no se vaya a resentir,
no crea que’s estravagancia,
quiero salvar la distancia
porque conozco el sendero:
¡domador y cocinero
son criticao’en la estancia!
Los bastos del abuelo
Hubo un robo hace unos años,
el que jamás fue aclarado,
quien lo hizo me ha contado
aunque les parezca extraño.
Yo no voy a andar con engaños,
le voy a decir lo que siento,
mostraré mi basamento
y en este verso lo pinto
porque fue un robo distinto,
un robo con sentimiento.
Bolivarense el partido,
paraje "La Carolina",
"La Adela" estancia Argentina
donde fue lo sucedido.
Presten atención les pido
porque fue una confidencia,
vaya a saber porqué urgencia
tal vez por falta de reales,
que Wenceslao Gonzalez
decidió vender la herencia.
Se arrimó un camión viejazo
y al galpón se fue a cargar,
y entraron a acomodar
pechera, anteojera, lazo.
De tradición, un pedazo,
se fue en un poncho encerao,
y al cargar un viejo arao
dejó un rayón en el suelo,
pero el basto del abuelo
su nieto lo echó a un costao.
No podía dejar vender
de su abuelo tanta historia,
y en honor a su memoria
él algo tenía que hacer;
y aunque era un mal proceder
no tenía porqué dudar,
pero al no poder comprar
esa reliquia campera,
halló una sola manera:
fue tenerlo que robar.
Y hoy si lo ve desfilando
en alguna fiesta criolla,
el basto es como una joya
que el paisano va mostrando.
Pero un dato le voy dando
porque en sus tapas se ve,
clarito una "A" y una "G"
que son las dos iniciales,
que muestran que Abel Gonzalez
el autor del robo fue.
Y hay una deuda pendiente
que la justicia reclama,
y que a declarar lo llama
pa'cerrar el expediente;
pero hay un juez muy prudente,
excelente ser humano,
que alzó bien firme la mano
dictando un fallo ejemplar:
-"La Tradición va a pagar
la deuda de éste paisano!".
El Caballo y el hombre
El caso que voy a contar
ocurrió en Jesús María,
fue tan grande la alegría
que me hizo hasta emocionar,
yo a todos los vi llorar
y los vi quedarse quietos
con un enorme respeto
a una gran trayectoria
de un hombre que ahora es historia
hablo del Chueco Barreto.
Era una noche estrellada
cuando montando un Gateao,
Romanutti abanderao
dió comienzo a la jornada.
Quedó la gente impactada
desde los cuatro costados
cuando del lao de ese alambrao
pegó un brinco de repente,
pisó un cable con corriente
y el flete quedó pegado.
Había que verlo al gateado
entre la vida y la muerte,
aunque lo ayudó la suerte
sino, ya estaba finao
y al verlo asi recostado
temblequeando como digo;
yo que estube de testigo
del susto me conmoví
que fiero morir asi
que cosa triste, mi amigo.
Pero allí estaba el coraje
toda la sabiduría
que tiene Jesús María,
que tiene todo el gauchaje,
ya vino a hacerle masajes
como si fuera un doctor,
roncaba como un motor
el pingo que se moría
y Barreto que pedía:
"No te mueras por favor!"
De las patas lo agarró
pa´masajearlo al compás,
desesperado quizás
dos patadas le tiro
y ahí el Chueco reaccionó
golpeando fuerte al Gateao
con su puño bien cerrao
su corazón fue golpeando
y el flete trastabillando
quedó parao, a su lao.
Cuando ya quedó parao
y quedaron frente a frente,
con un gesto muy valiente
se abrazó con el gateao.
El susto, ya había pasao,
Barreto rompió a llorar
y yo que estaba a la par
le oi decir al paisano:
"Perdoná, perdoná hermano
si te tuve que pegar".
Y la historia terminó,
terminó con alegría
allá por Jesús María
cuando salvaste al Gateao.
Me dicen por aquellos laos,
los viejos criollos contentos,
que en son de agradecimiento
por tu audacia y tu destreza;
hoy la tierra Cordobeza
te va a hacer un Monumento!
Caballito criollo
Bravo caballito criollo,
mezcla de pampa y de cielo,
del gaucho fiel compañero,
parejero y retozón;
el que al llegar el malón
salió a enfrentarlo sin miedo
y como el fiero pampero
soltó sus crines al viento,
y un relinchar de contento
por la tierra en que nació.
Bravo caballito criollo
del gaucho suelo Argentino,
los polvorientos caminos
ya te hicieron tradición,
estás en el corazón
de aquél que lo nuestro siente,
te llevo atao al palenque
de los recuerdos queridos,
porque a tu lado he vivido
sacando pecho al dolor.
Bravo caballito criollo
del Buenos Aires campero,
como un hermano te llevo
latiendo en el corazón;
la luna gaucha los vio
siempre tranqueando la huella,
y salpicado de estrellas,
apurar en la llegada
cuando en el rancho esperaban:
guitarra, mate y amor...
Aquél Boyerito...
Te vi en un gris amanecer, temblando
cuerpito frió y al corral, andando
y antes que el sol, te vi volver , arriando
matungos bravos y al arado atarlos.
Guri , Boyerito del Sur
Tenías padres pero no tenías,
y el capataz te levantó en un grito
aquella vez que el sueño te vencía
y sin llorar por dentro llorarías.
Guri, Boyerito del Sur...
Fue el viejo Juan que te enseñó las letras
y te he observado en esas noches frías
sobre una mesa de color grasiento
leyendo cosas de la fantasías.
Guri, boyerito del Sur...
Ande andarás hoy echo un hombre, trabajando
peonando estancias o tal vez rodando;
no me olvido criollo de vos, de tu figura,
cuando al corral te vi llegar temblando.
Guri, Guri, Guri Boyerito del Sur !
lunes, 16 de septiembre de 2013
El traicionao
Una manopla callosa
acogotaba el cordaje
y un alarido salvaje
puso la nota angustiosa.
Más dolida y quejumbrosa
que’l bramido de una fiera,
daba la impresión certera
de ver un tigre llorando,
al escucharlo cantando
a ese hombre de campo ajuera.
Juan Manuel era el cantor,
Lucero de apelativo,
gaucho buenazo y altivo,
más valiente que’l valor.
Lo había chuciao el amor
y tan fuertemente herido
estaba más afligido
que matungo acollarao
cuando en el palenque atao
oye un cencerro perdido.
“Yo la quise de verdá
con la juerza de mi hombría
y ella pagó con falsía
a tanta sinceridá.
Dios la tenga en su bondá
si mi amor ha traicionao…”,
y el paisanaje extrañao
se quedó al lao del fogón
más triste que la oración
que se le reza a un finao.
Todo el veneno dejó
de su amargura sentida
aquella fiera dormida
por la mujer que adoró.
Y en voz alta disvarió
sus juertes cavilaciones
diciendo que entre varones
por más que orejeé derecho,
naide adivina en que pecho
se escuenden las intenciones.