(Pintura: Molina Campos)
Era una tarde limpita,
tenía el cielo un azul puro,
casi poniéndose oscuro
porque se dentraba el sol.
Cuando en la plaza'el Congreso
me subí a una "bañadera"
que después dió en su carrera
más güelta que un caracol.
Entre tanta gente extraña
solo, arrinconao me hallaba,
cuando, para mí, pensaba:
"¿Quién hará el viaje a mi lao?"...
Hasta que llegó una rubia
de lo lindo que Dios hizo,
diciendo: "Con su permiso"
y me miró de costao.
Pa mi, que me hizo mal de ojo,
porque alteró mi sosiego
dentrándome como un fuego,
el corazón aletió.
Le respondí: "Usted lo tiene"
y miré pa'l lao de ajuera...
Arrancó la bañadera
y así el viaje comenzó.
-"¿El señor es forastero?",
me dijo casi en la oreja,
y en el arco de la ceja
le quedó un rulo enredao.
Le respondí: "Linda moza,
me lo endivina cualquiera...
Yo vine al pueblo de ajuera,
de las costas del Salao".
Me convidó pa la güelta
a un paseo de lo lindo
y yo que al amor me rindo
fui enredando una ilusión.
Hasta que al final del viaje,
prendido del brazo de ella,
me confié a mi güena estrella
pa mi desesperación.
Así acollaraos subimos
a un auto que allí pasaba
y la muchacha ordenaba,
pa'nde teníamos que dir.
Rodamos cuadra, tras cuadra
y dimos güelta tras güelta
hasta que riendo y resuelta
me convidó pa'salir.
La moza bajó primero
y cuando yo me asomaba,
del cogote me agarraba
un hombre mal entrasao.
Con la punta del cuchillo,
otro mi pecho urgueteaba
y otro apurao me saquiaba
al verme casi estaquiao.
Me dejaron: livianito,
sin armas, plata, sin nada,
y era de oír la carcajada
de la rubia de mi flor.
Diciéndome: "¡Gaucho sonso,
no te olvidés, pa más luego
que es el suertudo en el juego
desgraciao en el amor!".
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