Mi gaucha era retacona,
tostao el cuero, clinuda.
Llena de arrugas trompudas
y bastante barrigona,
bigotuda, narigona,
pelo lacio, labio grueso
y tenía, además de eso,
un lunar en la quijada
y le caiba la papada
escondiéndole el pescuezo.
La trenza larga y brillante,
hasta el anca le llegaba
y era cuando se enojaba,
más brava que ají picante.
De atrás como de adelante,
era de cuepro pareja;
y orillando la madeja,
con la comparancia que hallo:
su cabeza era un zapallo
tapando una tina vieja.
Pa Buenos Aires se jué
cuando me la aconsejaron
y allí tanto la cambiaron
que al hallarla me asonsé.
De nuevo me enamoré,
al verla desarrugada
con melenita enrulada,
labio fino, sin bigote...
Blanco y lisito el cogote,
sin lunar y sin papada.
Me contó que jué a un lugar,
ande remozan las viejas,
le despelaron las cejas,
y el cuero se hizo blanquear.
Lo pudo desarrugar,
escondiendo la costura
y cambiando la figura,
con el trote y la ginasia.
Puede áura lucir con gracia
anca, pechera y cintura.
Y ha quedao, lo más bonita,
elegante y delicada,
usa cada uña pintada
y anteojos con manijita.
Canta con su voz finita
lo mesmo que antes lo hacía,
pero, me habló el otro día,
de algo que me desespera:
¡Aura, quiere ser tanguera
de rayotelefonía!
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