Viejos
estribos gastados
por los
años con el uso,
hoy por el
recuerdo cruzo
con los
bordones templados,
para evocar
los pasados
momentos en
que ensillaba
lo de mi
marca y gustaba
lucirme en
algún domingo
con mis
pilchas y algún pingo
al que yo
mismo amansaba.
Estribos de
aspa que un día
siendo yo
un adolescente,
compré en
el pueblo de oriente
en la vieja
pulpería;
con cuanta
y cuanta alegría
sintiéndome
domador,
me armé de
un apero flor
que lucía
sobre un picazo,
con
riendas, cabresto y lazo
y un
recadito cantor.
Aún el
recuerdo está vivo
cuando en
una madrugada,
una
tremenda rodada
me hizo
perder un estribo;
hoy ese
instante revivo
recordarlo
todavía,
la búsqueda
cada día
y cuando al
fin lo encontré,
entonces
recuperé
el estribo
y la alegría.
Estribos de
aspa que fueron
de mis
proezas culpables,
destinos
inseparables
en la vida
nos unieron;
hoy otros
vientos vinieron
con los
años en su empeño,
y esperan
como su dueño
dentro de
cuatro paredes;
yo ya no
muento y ustedes
duermen
tranquilos su sueño.
Cuando
llegue al fin el día
que me ha
marcado la suerte,
y el
chúcaro de la muerte
me gane en
esa porfía,
en esa
senda sombría
me sentiré
más seguro
estribando
sin apuro
rumbo al
olvido profundo,
cuando me
aleje del mundo
sobre un
redomón oscuro.
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