miércoles, 1 de agosto de 2012

Florencio Molina Campos



Caballos ojos saltones
atrapando la llanura,
rescatando la bravura
de sus jinetes varones;
milicos grandes latones,
gauchos de botas de cuero
atravesando el Pampero
luciendo la recia estampa,
acuarelas de la pampa
de pastizal, barro y cielo.

Peón, arrieros, domadores
y las costumbres camperas
fueron estampas certeras
de aquellos hombres mejores;
pulperías con cantores
templando alguna bordona,
facones largos, caronas
desafiando algún destino,
y en pincelazo genuino
curanderas percheronas.

Juego de pato despierto,
carreras desenfrenadas,
también el juego'e la taba
con sus finales inciertos;
con errores, con aciertos,
el truco de los paisanos,
fogón con mate en la mano
y cuentos con picardía,
o la sortija que hacían
el veinticinco de mayo.

Mundo bueno, mundo impío
en almanaques grabado,
rescatando del pasado
alpargata y rancherío;
ginebra tapando el frío
con historias y aventuras,
chinas mostrando dulzura
con sus pañuelos bordados
y el lujo de un hacendado
pasando por la pintura.

Caballos ojos saltones
atrapando la llanura
quedaron en la cultura
de almacenes y galpones;
y en el mundo de emociones
que no conoce fronteras,
esas pinturas primeras
dicen con noble color:
¡Molina Campos, pintor
de las costumbres camperas!

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