(Dibujo: Eleodoro Marenco)
116. Las mujeres van al sepulcro
Antes de salir el sol,
con el alba medio escura,
las mujeres con presura
iban subiendo la loma,
llevando un frasco de aroma
pa ultimar la sepoltura.
“¿Quién nos correrá la piegra?”,
se hablaban las tres Marías;
cuando en eso que venían
llegando a la sopoltura,
devisaron la abertura
sin la piegra que tenía.
117. La resurrección
Se produjo un terremoto
bajando un ángel del cielo;
y acercandosé hasta el suelo,
apartó la piegra aquella,
tomando asiento sobre ella
después que paró su vuelo.
Su cara era un rejucilo
y como nieve su manto;
los guardianes mientras tanto,
lo mesmo que en una guerra,
cayeron todos a tierra
como muertos del espanto.
Corrió entonces Magalena
con tristeza y con afán,
y maliciando un desmán
al ver el sepulcro abierto,
que habían robado al muerto
les notició a Pedro y Juan.
Dentraban, pues, las mujeres
a la tumba del Señor,
cuando al punto un resplandor
la llenó toda de luz;
pero el cuerpo de Jesús
no estaba en el interior.
Cuando pasó el primer susto,
se dieron cuenta, sin trabas
que aquellas luces las daban
dos ángeles relucientes,
que llegaron redepente
justo cuando ellas dentraban.
Como estaban asustadas
y con la vista en el suelo,
los dos ángeles del cielo
hablaron con las Marías,
pa aliviarles el recelo
que las pobres aún tenían.
“¡No está aquí, resucitó!
-los ángeles les dijieron-;
Güelvan pa casa lijero
y aviselén, sin temor,
a los demás aparceros
que resucitó el Señor”.
Corrieron, pues, las mujeres
cuanto las juerzas les daban,
contando lo que pasaba
a los demás aparceros;
pero ellos sólo creyeron
que las pobres disvariaban.
118. Pedro y Juan van al sepulcro
Y con todo Pedro y Juan
salieron corriendo al punto;
a la largada iban juntos,
hasta que Pedro, cansado,
llegó medio rezagado
por viejo, según barrunto.
A la punta llegó Juan
y al sepulcro se asomó;
entonces pasmado vió
en el suelo aquellos lienzos;
sin embargo, como pienso,
por respeto no dentró.
Dentró, pues, Pedro primero
y Juan a distancia escasa;
y en cuanto vieron la traza
con que los lienzos quedaron,
viendo el asunto muy claro
se volvieron pa las casas.
119. Aparición a Madalena
La María Madalena
lloraba aquel robo impío,
cuando en blancos atavíos
vió a dos ángeles sentados,
que estaban por ambos lados
de aquel sepulcro vacío.
“¿Y por qué llora, mujer?”,
entonces le preguntaron;
y en su triste desamparo
les dijo ella con dolor:
“Porque se han robado al Señor
y no sé ánde lo llevaron”.
Entre tando se esplicaba
sintiendo como unos pasos,
mirá pa atrás, por si acaso,
y vio a Jesús en el huerto,
sin conocerlo, por cierto,
en ese primer vistazo.
“¿Y por qué llora, mujer?”,
le preguntó el Redentor.
Ella entonces con dolor,
pensando que era el puestero,
le preguntó el paradero
del cuerpo de su Señor.
“¡María!” dijo Jesús
y se le dió a conocer;
entonces al comprender:
“¡Máistro”, le dijo María,
mientras hincada gemia
sin poderse contener.
Jesús habló con María
y luego se despidió;
allí mesmo le ordenó
diciendolé muy humano:
“Vaya y cuente a mis hermanos
todas las cosas que vio”.
María contó al llegar
que lo conoció en la voz;
y al despedirse los dos
dijo que se iba el Maestro
“a su Padre y Padre nuestro,
y a su Dios y nuestro Dios”.
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