domingo, 8 de abril de 2012

115. Sellan la tumba (El Evangelio Criollo)

(Dibujo: Benito Prieto Coussent)

Al otro día los jefes
le dijieron a Pilato:
“Recordamos hace un rato
que aquel falsario decía
que al tercer día de inmediato,
sin más, resucitaría”.

“Mande pues cuidar la tumba
hasta aquel día tercero,
¡vaya que sus aparceros
roben el cuerpo de intento
y sea este último cuento
mucho más pior que el primero!”

“Ahí tienen los centinelas",
les respondió el presidente.
Yendo, pues, los prepotentes
la sepoltura sellaron,
y en la dentrada apostaron
la guardia del contingente.

El Señor murió nomás
y ansí dentro hasta su gloria;
pa remachar su victoria
aguaitará al tercer día,
cumpliendo la profecía
más grandiosa de la historia.

Nació pobre y vivió pobre
siendo el rey de la riqueza;
soportó con fortaleza
los rigores de la vida,
y amó a la tierra sumida
de alegrías y tristezas.

Nos dejó a su Santa Madre
también como Madre nuestra;
y pa darnos mayor muestra
de su cariño sincero,
se quedó como aparcero
sobre la tierra siniestra.

Y pa no dejarnos guachos
después que juera a marcharse,
oculto quiso quedarse
en nuestro pan familiar,
haciendo pa aquerenciarse
un ranchito en cada altar.

Jué el Señor como un jagüel
que rebalsa de su hueco,
ande los hombres entecos
toman agua verdadera,
sin que jamás se volvieran
por estar el jagüel seco.

Por todos estos favores
el hombre de poca luz
traicionó fiero a Jesús,
lo condenó en mala ley,
lo azotó a guasca de güey
y lo estaquió en una cruz.

El misterio de la Cruz
es difícil de entender;
pero el hombre, a mi saber,
cuanto más ame al Señor,
más lo ayudará el amor
pa saberlo comprender.

La cruz y Dios se acollaran
siempre juntitos los dos,
como el eco con la voz
y la sombra con la luz;
porque Dios nos da la cruz,
pero la cruz nos da a Dios.

Dende la Cruz Redentora
el Señor nos dió el perdón
y, pa darnos de un tirón
todo su amor sin medida,
abrió en su pecho una herida
y nos dio su corazón.

Santa Cruz de Jesucristo
abierta como dos brazos;
rumbo de Dios y regazo
en la senda del dolor;
brazos tendidos de amor
sosteniendo nuestros pasos.

¡Señor mío Jesucristo
estaquiado por mi amor!,
aunque soy un pecador
y causa de su penar,
pa lo que guste mandar
¡aquí me tiene Señor!

Si tanto sufrió por mí,
hoy le juro, mi Señor,
que ni el diablo ni el dolor
ni la muerte ni el trabajo,
vengan de arriba o abajo,
me apartarán de su amor.

Solo al chocar con las piegras
el río canta al Criador;
del mesmo modo el dolor,
como piegra de mi río,
saca del corazón mío
el mejor canto de amor.


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