jueves, 19 de abril de 2012

El huérfano y el sepulturero



Estaba muerto de frío
el huérfano que aquel día
en los portones pedía,
del cementerio sombrío.
Pobrecito entre el gentío,
mientras su mano alargaba,
con voz trémula exclama:
!una limosna señores!,
es para un ramo de flores,
para quién tanto me amaba.

La gente entraba y salía,
sorda a la voz penitente,
de aquel despojo doliente,
que en nombre de Dios pedía.
El pobre también quería,
en su nostalgia infinita,
entrar a la Chacarita
y adornar de cualquier modo,
la tumba llena de lodo,
de su santa madrecita.

Pobre niño en su orfandad
y al ver que nadie le daba
y la noche se acercaba
con su densa oscuridad,
empezó con ansiedad,
a recoger unas flores,
que por estar sin colores
y por el sol marchitadas,
fueron al suelo tiradas,
por manos de unos señores.

Despues que un ramo formó
con varias flores del suelo,
le dió gracias al cielo
y en el cementerio entró.
Muy pronto el niño llegó,
con el ramo que oprimía,
al lugar donde sabía,
que se encontraba la fosa,
de su madre cariñosa,
que el sueño eterno dormía.

Pero todo había cambiado,
pues donde su madre estaba,
un panteón se levantaba,
quizás de algún potentado.
El niño desesperado
por el cambio que encontró,
llorando le preguntó
a un viejo sepulturero,
dígame señor, !ligero!,
quién a mi madre llevó ?

Y el viejo sepulturero,
al niño triste le dijo:
-"¡No me hagas preguntas hijo,
que hacerte llorar no quiero!...
Los ricos, los ricos están primero
por eso el lugar le damos,
mal hacemos si lloramos,
por una simple pavada,
los pobre no somos nada
y hasta en la muerte estorbamos"...

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