El día que yo me muera,
el tiempo que me tocó
se quedará vigilando
que nadie robe mi voz.
Nadie puede usar lo ajeno
sin el permiso de Dios,
la mente pone la idea
pero manda el corazón.
Todo el que ocupa un espacio
en él se perpetuará,
ni el recuerdo ni el olvido
podrá ocupar su lugar.
Tal vez caiga en un abismo
inmenso de soledad
pero no hay pena que dure
más de lo que ha de durar.
En tiempo de soledad
es cuando el alma no da más
el paso más chiquitito
puede ayudar a empujar.
Solo el viento empuja al viento
y cualquier rumbo es igual
hay quien lo vive imitando,
pero hay quien sabe ande va.
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