(Pintura: Molina Campos)
Era una fiesta macuca,
a dos leguas del poblao;
habían caído afisionaos
de tuito el alrededor.
Las riñas, de lo mejor,
se estaban desarroyando
y la gente entusiasmando
cada vez, con más ardor.
Se echaron varias parejas
y cual mejor preparao
y un paraguayo mentao
hombre entendido y decente,
por goluntá de la gente
y no era la primera ves,
estaban atuando de jues
con retitú sufisiente.
Ahi estaba el intendente,
el caudiyo, el comisario,
el jues y su secretario,
misturaos entre la gente;
cuando cayó derrepente
un viejo mal entrasao,
traindo un batarás pelao
y hasiendosé el inosente.
El comisario, hombre bravo,
asigún se comentaba,
disconfiao, lo relojiaba
cuando el viejo se movía.
Aquel, ni caso le hasía
y con sonrisita fiera,
desprendiendo la gayera
al batarás le desía:
A ver cómo te portás
y te ganás las rasiones,
que aquí son regularones
y a cual, mejor enselao.
Las lisiones que t'he dao
no me las mandés al suelo
y acordate del regüelo
que no al ñudo t'he mantiao.
Con cariñosa confiansa,
en forma suave y sensiya,
peinandolé la goliya
en las faldas lo paró;
el batarás sacudió
de sus alas, las variyas,
y ahi nomás, en las rodiyas
cortito y ronco, cantó.
Aquí tienen, gritó el viejo,
un ordinario cantor!ª
A ver quien le hase el favor
de mandarlo al otro mundo.
Reinó un silensio projundo,
solo el batarás cantaba
y al ver que naides copaba,
dentró a ponerse iracundo.
El que viene a un reñidero
dijo el viejo ha'e ser sin miedo;
yo con cualquiera m'enriedo
sin pedir ventaj'alguna;
y me juego la jortuna
que son estos pocos pesos.
Priendansé que es blando el güeso
que yo, no rispeto pluma.
Naides rispondió el convite
y el hombre con ironía,
mormuró, vendré otro día,
que hoy abundan las mujeres,
y olvidando los deberes
que marca la hurbanidá,
gritó con rabia, ande está
la madre de los plaseres.
Qué van a peliar ustedes
si se les arruga el cuero,
tuitos son camanduleros
y de ésta, naides se safa!
Pa, qué planchan la baraja
cuando no hay uno que taye?
Si en las riñas o en la caye,
solo pelean con ventaja.
Ofendido el comisario,
revolciendo el avispero,
gritó desde el reñidero,
yo soy quien le vá a peliar!
Dentre jues a recortar,
que mi gayo está enterito,
y sacó un jiro bonito,
que también dentró a cantar.
Se cambiaron una puga;
calsaron los animales,
el jues recontó los riales
y les ordenó largar.
El jiro entró a picar
una lona colorada
y la gente entusiasmada,
comensó al pronto a jugar.
Largó el viejo el batarás
y apenitas tocó el suelo,
se estrenó con un regüelo
y el jirito se encogió.
Se vió que el pugón dentro
ande empiesa la goliya
y mordiendo de papiya
tres tiros se despachó.
El jiro, tocao a jondo
por esas pugas de juego,
tomó las de villadiego
y el reñidero saltó.
En eso el jues sentensió:
ganó su gayo, aparcero!
Y entregándole el dinero,
al dueño felisitó.
El batarás vitorioso,
parao sobre el bastidor,
sintiéndose superior
entre el murmuyo, cantaba.
El comisario, miraba
con una rabia jetuda,
las ensangrentadas pugas,
del que ansí lo abochornaba.
Y ahi nomás, cuando el gayito
quiso cantar otra ves,
le acomodó tal revés
que a la pu...cha, lo tiró.
No bien el gayo cayó
aquel viejo, con destresa,
de un planaso en la cabesa
como en pe... pe, lo largó.
Cuanto castigó la tierra,
el pegador, listo y guapo,
pegó un salto como gato
y en el suelo lo apretó;
el rególver le sacó
pa emparejar el combate,
y le dijo, levantate,
que ansina, no mato, yo.
Con sierta dificultá
y por el golpe aturdido,
se enderesó el atrevido
que al batarás le pegó.
El viejo le arrebató
el facón, a otro paisano,
y al comisario, en las manos,
con asco, se lo tiró.
Tomá, dijo; defendete,
que aquí estamos, mano a mano:
hasta hoy andás orejano
porqeu naides te ha marcao.
Esta ucasión la he buscao
porque hase rato, trompeta,
que me andás a las gambetas,
pero aquí estás enserrao.
En la troja, me golpiastes
con el sargento y dos más,
pero aquí, ni Satanás
te va a librar del entierro!
Te acordás pedaso'e perro,
cuando'e guapo te pasastes
y en el suelo me estaquiastes
en la mesma punta'el serro?
Y tuito, porqué? ¡Sotreta!
Desilo, no te cayés!
Jué porque no le aflojé
la rienda a tus pretensiones!
Vos cres que los corazones
de las hijas que uno cría,
son pa'que tu fantasía
los ruempa, en sus ambisiones.
Ya sé que a m'hija menor
la agarrastes a la juersa
y le cortastes la trensa
porque no te rispondió;
no carculaste que yo,
soy capás en esta dansa,
de ojalarte bien la pansa
y mandarte'hablar con Dios!
Conque ansina, ya sabés;
tenés un minuto'e tiempo,
pa, que hagás el testamento
en presencia'e la runión:
que no faltará un mirón
que tenga y quiera a sus hijas
y adelante'e la justicia,
me sepa dar la rasón.
Y se acabó mi pasensia
y con eya este rosario:
despedite, comisario,
que ya estás serca del fin.
Aquí estás sin espadín,
sin el pito, ni el sargento.
No metás como en el cuento,
entre la bolsa, el violín.
Con los ojos hecho un juego,
fijos en el alversario,
pero... lo encontró de duelo
enderesó al comisario.
El facón taba en el suelo,
y el que a tantos apaliaba,
igual que una hoja temblaba
con visible desconsuelo.
Muy hombre el viejo y al ver
que su rival amainaba,
él, que marcarlo pensaba
pa cumplir un juramento,
le dijo con agrio asento:
¡Andate, nomás, matón!
Que tan lindo papelón
te ha de servir de escarmiento!
Y tranquilo, el güen paisano,
levantó su batarás,
descalsándoló ahi nomás
y lo metió a la gayera;
acomodó las bajeras,
volió la pierna y montó
y al tranquito se perdió,
al trasponer la ladera.
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