sábado, 19 de noviembre de 2011

Chuzazo

(Pintura: Carlos Montefusco)

Era po'aquí, ricuerdo;
al lao de ese espiniyo,
ande anidó el jilguero y la calandria
y al cair la tarde senserreaba el griyo,
que la vide cosiendo los pañales
conque esperaba el fruto generoso
al pareser serena,
de sus entrañas de crioyita güena.

Me atraqué dispasito
y ande la tuve a tiro,
le dije -sin pensar que podía herirla-
si otro no hay antes, yo seré el padrino.
Levantó la cabesa;
me miró sorprendida
y yo, que craiba hayar una sonrisa
vide una mueca, de dolor, furtiva.

Se le juyó un suspiro;
sus labios se torsieron
y entre pliegues de su bata lila,
los ojitos de sielo, se escondieron.
Los hombros ajitaba
augando mil soyosos
y a sus faldas cayeron rebosantes,
las gotas desprendidas de esos ojos.

Le prigunté la causa
de su maldito yanto
y buscando mi cara, dolorida
volcó la confesión de su quebranto.
Venía rumbo a la vida
un ángel consebido,
condenao a sufrir, sobre la tierra
la negra culpa de un amor mentido.

Satisfecho'e su obra,
había volao el cuervo,
dejando solamente una husamenta
y el rastro vergonsoso'e su ricuerdo.
Con el alma partida
y el corazón deshecho,
al ver ansina su honra revolcada
le dije, con la mano sobre el pecho.

No me prigunte nada
si la odio o si la quiero,
solo le vi'a desir, que pa'una madre,
su fruto está, por sobre el mundo entero.
Y pa'que el día'e mañana
no se avergüense de hombre,
pongalé mi apeyido, soy Vayejos
y por si acaso, Juan Jesús, de nombre.

Y ansina jué el prensipio;
el gurisito vino:
mas lindo que el lusero'e la mañana
era como los ángeles, divino.
Eya premió mi gesto
dandomé su cariño
al ver que yo, al cargar con su desonra,
del barrial la aparté, como el armiño.

La vida, era un paraíso;
la calandria parlera,
alegraba cantando, hasta de noche
este nido de amor, que hoy es tapera.
Si las mesmas auroras
mas claras paresían
y el romeral y el moye perjumaban
las brisas que en el serco se envolvían.

Vahhh! pa'qué seguir pensando
en cosas que ya han muerto,
si eso es lo mesmo que querer robarle
el rumor de los vientos al disierto.
Jué al volver de un arreo
dispués de muchos días
y de haber galopiao leguas y leguas
entre las sombras de la noche fría;

trayendo a flor de labio
mil besos con delirio
que pensaba en su frente derramarlos
como yuvia de perlas, sobre un lirio.
Ave María! le dije:
no se asuste alma mía!
que aquí viene su pobre golondrina
buscando el nido que dejó hace días!

Un silensio de muerte
en el rancho reinaba;
detrás del gavilán que la perdiera
había volao mi palomita amada.
Solo encontré una carta
que eya escrebió, apurada,
ande el gurí asentó sus dos manitos
como disiendo; tata, perdonala!

Y al igual que las aves
que el huracán asota,
echando mi tropiya por delante
levanté el güelo, y me perdí en la sombra.
Dispues, mas reflesivo,
vide, que aunque matrero,
no borra la mujer, ni el hombre borra
las hondas güeyas del amor primero.

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