"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
domingo, 20 de noviembre de 2011
Boyerito de tambo
Las tres de la madrugada,
fría mañana de mayo,
y el boyerito a caballo
ha comenza’o su jornada.
Blanquea todo la helada,
pero es guapo y no se queja,
la gorra hasta las orejas,
un ponchito remendado
y para el campo ha rumbeado
en su yegua mansa y vieja.
Es su trabajo primero
encerrar a las lecheras
que en fila por la tranquera
se acercan hasta el “chiquero”,
allí balan los terneros
toda la noche encerrados,
y en cuantito se ha bajado,
las maneas acomoda,
y como están duras todas
las soba en el alambrado.
Ahora le toca apoyar,
ya unas vacas ha maneado,
y los “guachos” que ha largado
van sus madres a buscar.
Un rato los va a dejar
que chupen bien los mamones,
ablandando los pezones,
y enseguida va y los ata
a la mano de la vaca
quedando allí a los tirones.
Y ya la gente tambera
Se acerca pa’ la ordeñada,
la gorra bien encajada;
medias hechas de arpillera,
zuecos de suela y madera
en lugar de la alpargata,
balde abollado de lata
y colgando a la cintura
el blasón de esta cultura
que es el banco de una pata.
El sol que viene asomando,
pinta naranjas y rosas;
la leche fluye espumosa
mientras la van ordeñando
y cuando están terminando,
el chico corre al galpón,
ya se trae de un tirón
los yuguillos, las pecheras
y las riendas y anteojeras
que deja en el carretón.
Dos pecheros trae un peón
que enseguida ata al carro
y así cargado de tarros
se va para la estación.
El chico cierra el galpón;
es cerca del mediodía;
y rebosando alegría
va a la cocina, contento.
Hoy... se ganó su sustento,
mañana será otro día.
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