Chancletea en los días la costumbre,
con el chala sin luz, sólo de vicio,
en un silencio vegetal y amargo
como quien toca el fondo del olvido.
Si alguno que no sabe de penurias
le pregunta por su hombre o por los hijos
ella se queda en su paisaje de humo
con los ojos vacíos
y sus arrugas hondas
como dolientes mapas, como chirlos
que le van en los huesos y en el alma
y le atraviesan todos los caminos.
Tantas muertes oscuras, y calladas,
tantas muertes sin cruz, en cualquier sitio,
y ninguna semilla de su sangre
para ser el mañana y su testigo.
¡Su vida se parece tánto al chala!
Sin luz, sólo de vicio.
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