(Pintura: Bernabé Demaría)
Un alambrao y el pampero
y una calandria en un tala,
me hicieron abrir las alas
de cantor y guitarrero,
traigo este acento campero
qu'eredao de la natura,
y aunque criao en la yanura
como el pajonal y el cardo,
el que me tome por fardo
no'a de encontrarme ataduras.
El que anda mucho en la güeya
se hace muy oservador,
y se pone rumbiador
hasta en noche sin estreyas
se apriende mucho en eya,
pero hay que saberl'andar,
quien se larg'a galopiar
presente debe tener
que naides aprende a leer
si no empieza a deletriar.
Aunque a mí me suebra brazo
cuando el trenzao desarroyo,
siempre dejo algunos royos
por si se ofrece dar lazo,
la vida es un campo raso
ande'ai muchas vizcacheras,
cruzar la cruza cualquiera
pero muchos han rodao:
el tiempo, al qu'es apurao
nunca lo corre, lo espera.
No pido ni doy ventaja
cuando competir me toca,
y lo que dice mi boca
ni el mesmo viento lo ataja,
si hago correr las rodajas
es que me suebra garrón,
y no cualquier redomón
me hace abandonar los bastos,
de bocao pongo mis "atos"
y ensiyo con la razón.
Nunca'e sido embozalao
ni atracao a los palenques,
pa'mi no'abido rebenques
ni maneas, ni bocaos,
siempre libre'e retozao
sin seguir ningún cencerro,
lastimao soy como el perro
solo curo mis heridas,
y prefiero dar mi vida
a soportar el encierro.
Y así seguiré tranquiando
despacito por la güeya,
sin envidiar las estreyas,
ni al ave que va volando,
el tiempo me va enseñando
a recibirme de viejo,
y aunque esto no es un consejo,
el saber no ocupa espacio,
y a veces yendo despacio
se puede yegar muy lejos.
¿Te acordás mi china?
(Pintura: Molina Campos)
¿Te acordás, china adorada,
de aquella noche tan grata,
que siendo el santo‘e tu tata
se reunió la paisanada?
Noche de baile y payada
pa’ mi la de más fortuna,
noche linda cual ninguna
pa’ despertar las pasiones,
y que brillaron facones
al resplandor de la luna.
Vos te habías abajerao
un traje color limón,
con una cinta punzó
hecha moño en el painao;
un pañuelo colorao
te cáiba hasta el cinturón,
y había tanto almidón
debajo de tu vestido
que las naguas hacían ruido
lo mesmo que un ventarrón.
¿Te acordás que te saqué
pa’ un gato con macachines,
y te polvié los botines
en cuanto lo escobiyé…?
Me miraste, te miré,
y al decir la relación,
vos miraste pa’ un rincón
pa’ver si óiba tu mama,
y ansí mostraste la rama
florida, de tu pasión.
Cuando te encaraste a mí
te pusiste como guinda,
y al verte tímida y linda
con más hambre me sentí;
creo que te dije ansí
después del escobiyao:
“Cuando me sirven asao
soy más glotón que un muchacho,
quisiera comerte un cacho
aunque me muera empachao”.
Al óirme la relación
te vino como de intento
un juerte estremecimiento
desde la nuca al garrón,
y con un tono burlón
y la miradita gacha
me dijiste: “Aunque muchacha
le contesto su endilgada,
cuando no es carne cansada
ni el más chapetón se empacha”.
En eso un mamao gritó
que salga el que sea varón,
y al candil de un sacudón
con el poncho lo voltió;
y en cuanto oscuro quedó
te saqué rumbo al poniente,
te apliqué un beso en la frente
que tu jagüel fue testigo,
y lo demás… no lo digo…
porque me oye mucha gente.
¿Te acordás, china adorada,
de aquella noche tan grata,
que siendo el santo‘e tu tata
se reunió la paisanada?
Noche de baile y payada
pa’ mi la de más fortuna,
noche linda cual ninguna
pa’ despertar las pasiones,
y que brillaron facones
al resplandor de la luna.
Vos te habías abajerao
un traje color limón,
con una cinta punzó
hecha moño en el painao;
un pañuelo colorao
te cáiba hasta el cinturón,
y había tanto almidón
debajo de tu vestido
que las naguas hacían ruido
lo mesmo que un ventarrón.
¿Te acordás que te saqué
pa’ un gato con macachines,
y te polvié los botines
en cuanto lo escobiyé…?
Me miraste, te miré,
y al decir la relación,
vos miraste pa’ un rincón
pa’ver si óiba tu mama,
y ansí mostraste la rama
florida, de tu pasión.
Cuando te encaraste a mí
te pusiste como guinda,
y al verte tímida y linda
con más hambre me sentí;
creo que te dije ansí
después del escobiyao:
“Cuando me sirven asao
soy más glotón que un muchacho,
quisiera comerte un cacho
aunque me muera empachao”.
Al óirme la relación
te vino como de intento
un juerte estremecimiento
desde la nuca al garrón,
y con un tono burlón
y la miradita gacha
me dijiste: “Aunque muchacha
le contesto su endilgada,
cuando no es carne cansada
ni el más chapetón se empacha”.
En eso un mamao gritó
que salga el que sea varón,
y al candil de un sacudón
con el poncho lo voltió;
y en cuanto oscuro quedó
te saqué rumbo al poniente,
te apliqué un beso en la frente
que tu jagüel fue testigo,
y lo demás… no lo digo…
porque me oye mucha gente.
miércoles, 10 de agosto de 2011
Galope en lo lejano
(Dibujo: Carlos Alonso)Acuñada en verdor, pampa infinita
donde el ayer llanece entre la sombra,
donde el aire doliente que la nombra
lleva un rocío austral de vidalita.
Una morada flor en ella habita
a semejanza de tenaz alfombra
que cada día al despertar asombra
cuando de viejas muertes resucita.
A veces un galope en lo lejano
traza el clamor del último paisano
en los ecos preñados de tristura.
Malhaya fuese el mismo Martín Fierro
que vuelve del larguísimo destierro
para ganar de nuevo la llanura.
donde el ayer llanece entre la sombra,
donde el aire doliente que la nombra
lleva un rocío austral de vidalita.
Una morada flor en ella habita
a semejanza de tenaz alfombra
que cada día al despertar asombra
cuando de viejas muertes resucita.
A veces un galope en lo lejano
traza el clamor del último paisano
en los ecos preñados de tristura.
Malhaya fuese el mismo Martín Fierro
que vuelve del larguísimo destierro
para ganar de nuevo la llanura.
sábado, 6 de agosto de 2011
Este pago de Dorrego
Es el llano redondo y siempre verde,
lujoso tirador que se engalana
con arroyos de inquieta platería
y con lagunas de monedas mansas.
Predio rural techado de gaviotas,
dos horcones fluviales lo apuntalan:
el Sauce Grande y el Quequén Salado
que llevan hacia al mar toda la pampa.
Por el Quequén descienden los luceros,
por el Sauce discurren las calandrias,
ambos nacen con brios en la sierra.
y después la llanura los amansa.
¡Tiene tantas maneras de este pago
de proclamar su herencia sin palabras!
En huesos laminados de intemperie,
en su espina dorsal agropecuaria.
En el costado azul y salobreño
con infinitos pajonales de agua,
donde un mangrullo litoral ondea
desplegando su luz hospitalaria.
¡Tiene tantas maneras este pago
de publicar sin gritos sus hazañas!
El soldado de solo sable y poncho,
y el coraje supliendo lo que falta.
El gaucho desplazado, casi en cueros
y sin embargo entero en las patriadas,
el estanciero que rindió baguales;
e inició con alambres el mañana.
La ferviente milicia de fronteras
cobrando sin cesar la tierra huraña;
el domador, el chasqui, y el labriego,
la multitud anónima que pasa.
Por el margen callado de la historia
con humildad de pueblo; sin medallas,
y la gente, nación, creciente gringa
que se entrego a la gleba en cuerpo y alma...
¡Tiene tantas maneras este pago
de recordar las cosas sin nombrarlas!
Era un suelo orejano, sin memorias
polvo ancestral sobre la boca atlántica.
Apenas si algún raudo pie aborigen
erigiría la vida en sus distancias,
llanura arrebujada en el silencio,
tuvo un despunte vial en rastrilladas.
Y en el toldo, aunque fugaz, le alzó querencias
donde no había más que cielo y pampa
Salvaje latitud de patriotismo,
no eran hombres, más bien toros en ascuas.
Aquellos del principio, los que echaron
la raíz verdadera pero amarga.
Allí estaban entonces los bañados
asiduos de totora y paja brava,
de carrizo y plumosas cortaderas
en un vaivén espeso de arrogancia,
desvelados de teros y bandurrias,
de gallaretas siempre en algarada,
de flamencos absortos floreciendo
como rosas vivientes sobre el agua.
Allí zorros, vizcachas y peludos
como dueños campeaban a sus anchas.
Corría el avestruz a toda rienda
enteramente libre de asechanzas
y todo bicho del señor cabía
en esa rama libre y espontánea,
en ese crecimiento imperativo
que era en todo bagual y lo gritaba
Con doncella de cobre y ojos negros
en su fugaz momentos de torcazas,
con mocetones ágiles, sombríos,
pumas vertidos en vasija humana,
allí fundó su indómita progenie
el ser elemental, el puro pampa
que dió Calfucuraes y Catrieles
y una agria población de vincha y lanza.
Luego el tiempo que es potro inapelable
va volteando caminos a la espalda,
y la huella desnuda y cimarrona
se entrevera con rastros de otra laya.
Ranchos de adobe y junco, lentamente
afirman la experiencia sedentaria,
promoviendo brocales y tranqueras
y los trozos fecundos de las chacras.
los hombres se acollaran a la tierra
penetrados de amor y de esperanza,
y le dan lo mejor: la fuerza, el hijo,
de sol, a sol la frente, y la plegaria,
y en el estricto holgorio, algunas veces
la costumbre del mate y la guitarra,
y tal vez una danza campesina
con vuelos querendones de zarazas.
Quedan pocas parcelas redomonas;
sobre el erial hay música de parvas,
y se diluye el tránsito matrero
en la densa corriente provinciana.
¡Tiene tantas maneras este pago
de ponderar su médula paisana!,
en ritmo cereal innumerable,
en el pulso de eglógicas manadas
en el costado azul y marinero
donde todo concluye en cielo y agua,
donde hay torre de arena sobre el viento
y palomas de sal sobre la playa.
¡Tiene tantas maneras este pago
de expresar los colores de la patria!
viernes, 5 de agosto de 2011
La libertad
(Pintura: Carlos Ripamonti)
Ya tiene altura nacional el hombre
plantado en su viril bota de potro,
pues si sabe pelear con la encordada
con el fierro no hay quien le pise el poncho.
Campea en la vorágine patriota
tiñendo las distancias con su arrojo
pero siempre liviano de bolsillos:
no tasa su valor a tanto el rollo.
Así, cuando se mete en el fandango
no pregunta si son muchos o pocos
y allá de prisa, como pan caliente
se va boleando godos.
La libertad, bandera de su instinto
lo lleva hacia delante y hasta el fondo.
Ya tiene altura nacional el hombre
plantado en su viril bota de potro,
pues si sabe pelear con la encordada
con el fierro no hay quien le pise el poncho.
Campea en la vorágine patriota
tiñendo las distancias con su arrojo
pero siempre liviano de bolsillos:
no tasa su valor a tanto el rollo.
Así, cuando se mete en el fandango
no pregunta si son muchos o pocos
y allá de prisa, como pan caliente
se va boleando godos.
La libertad, bandera de su instinto
lo lleva hacia delante y hasta el fondo.