(Pintura: Enrique Castro)
Jué un día de Mayo... ¡muy bien lo ricuerdo!
Mañana de invierno, bañada de sol,
en que, redepente, cayí como un sonso,
pialao por la hembra que a mi alma embrujó.
¡Ansina son ellas!... ¡Malhaya las mozas!
si saben que el macho las llega a querer!...
Son chúcaras, ¡tercas! y se hacen las locas,
y a todo lo noble salpican con hiel...
¡Pregunta la tuya!... ¿Pa qué la he querío
con tanto entusiasmo y tanta lealtad?...
No creiba que juese lo mesmo que un lirio
que en tan corto tiempo se me iba a secar!...
¡Salió con su antojo!... Mi gloria deshizo
cortando mi dicha pa hacerme sufrir,
y en esos ojazos ¡tan negros y lindos!
dende esa mañana ya nunca me vi...
y afirmo la causa que tuvo el varón:
¡Pa qué me ha besao volcando el veneno
de esos, sus labios que creiba de miel!
Dispués de mentirme me echó como a perro
dejando en mi pecho mis ansias arder...
Por eso, ché, Pancha, por fin me convenzo,
el gran Viejo Trelles de Numán de fuego,
que dijo cantando lo malas que son...
No vale la pena fielmente entregarse
a esas chiruzas sin fe ni piedad,
porque es muy lindo y al ñudo cariño jugarles...
¡La hembra es traviesa y paga con mal!...
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Jué un día de Mayo... ¡muy bien lo ricuerdo!
Mañana de invierno, bañada de sol,
en que redepente, cayí como un sonso,
pialao por la hembra que a mi alma embrujó.
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