(Dibujo: Jorge Campos)
Por que sí por probarse dos peleadores
porque uno dudó de otro que fuese fuerte
como hacen en el publo los "bosiadores",
se han retado a cuchillo, pero no a muerte.
Les hacen corralito, se hace una apuesta,
ebrio contempla el caudro un chino sargento;
los cuchillos filosos, buscando cresta,
tienen que conformarse cortando viento.
Aprétanse las clinas con el pañuelo;
se arrollan las vicuñas al fuerte brazo;
los facones reflejan la luz del cielo
cabrillando de golpe al primer hachazo.
-Te as chingao- dice Heredia, que, por ligero,
Lagartija le llaman, y su mal nombre,
va peleando a saltitos, como los teros
y a la vista se nota que es el más hombre.
Corvalán no recula. Ya su cuchillo
está como serrucho con melladuras.
Se ladea, se agacha, se hace un ovillo,
mezquinando la cueva de las achuras.
El contrario fintea, y hasta por lujo
amaga dos reveses, tiende su tajo
y grita: -Sacate ésta si es que sos brujo-
rasgándole la blusa de arriba abajo.
Se estrechan las distancias cual si buscasen
ponerse como gallos, pico con pico.
Menudean los cortes, a un lado se hacen
moviendo los traseros como abanico.
Corvalán, apotrado, con mirar fijo
lo tiene preocupado su mano lerda,
no evita un corte de hacha, salva un barbijo.
Y un mirón pega el grito: -¡Caiste, cerda!
Sonrientes se saludan los dos paisanos;
la herida se ha curado con buena caña
y aquellos enemigos ya son hermanos
que chupando festejan la linda hazaña.
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